Uno ya soñaba de niño con marcharse de Cuenca: pisar las grandes avenidas, conocer gente de mil lugares, buscar la fuente de la libertad y dejar atrás las rutinas religiosas de nuestra ciudad. En la juventud, Cuenca se presenta como un destino pasajero, una estrella fugaz en nuestro camino o un pequeño puente de plata que nos llevará a otro lugar. Y, con suerte, rondando la jubilación, Cuenca nos proporcionará ese apacible remanso para disfrutar de la última etapa, cuando nuestro futuro se vaya desvaneciendo tras las montañas.
Porque, a fin de cuentas, eso es lo que le falta a nuestra tierra: futuro. Cuenca es una efímera mariposa que, tras una eterna crisálida, sale a bailar bajo el sol para agonizar rápidamente entre pétalos de azúcar. Es una pequeña isla de fin de semana para madrileños y valencianos; una broma sexual para el resto de provincias españolas y un nombre desconocido fuera de nuestras fronteras.
Pero, ¿qué pasa con Cuenca? O, ¿qué nos pasa a los conquenses?
Cierto es que somos hijos de un éxodo rural que cubrió con el polvo del olvido tantos pueblos de nuestra provincia. Cierto también que la centralización política y económica desde Madrid aceleró el vaciamiento de nuestras casas y nuestras calles. Cierto que un conservadurismo de capilla y albero ha amurallado las ideas innovadoras y reformadoras. Cierto es que Cuenca quedó en esa tierra de nadie, en ese campo baldío donde no llegan los caminos, donde sólo el paso de las estaciones indica el vaivén del tiempo. Y cierto es que los conquenses, ajenos a la historia y a nuestro país, hemos seguido caminando bajo la rutina de los días. Sin pena ni gloria.
Pero esta vez, certezas aparte, no serán los conquenses de a pie los culpables. Sino aquellos que haciéndose llamar “políticos”, como moiras, mueven los hilos del futuro de nuestra tierra. Aquellas enhiestas y tristes figuras que visten trajes ajustados y pomposos, levantan la barbilla por encima de su vecino y dejan sus ideas al gobierno de sus intereses personales. Aquellos que, como antiguos militares, tienen el don de saber lamer el trasero de sus superiores y apartar la mirada de aquel que no sea de su condición. Aquellos a los que poco les importan las ideas si no hay dinero de por medio. Aquellos que, sumisos ante las directrices divinas de partidos regionales o estatales, sólo piden que no les quiten su longaniza para poder seguir meneando la colita. Son los perros de un sistema capitalista podrido. Y en Cuenca hemos tenido y tenemos un exquisito ejemplo de ello.
Gracias a ellos, Cuenca sigue hundiéndose en el amargo pozo del hastío. Por sus problemas históricos y por esta clase política ajena completamente a los problemas de nuestra tierra, Cuenca sigue condenada al fracaso. Sigue con su todo patrimonio cultural y natural a merced de las inclemencias del tiempo. Sigue con inversiones en proyectos arquitectónicos nefastos. Sigue sin una propuesta transformadora para las nuevas generaciones; sin querer romper el ser ese puente de plata y convertirse en un lugar con el que no soñar para irse. Cuenca, la novia vestida de luto. Cuenca, hermana gemela del olvido. Cuenca, la que no conoce el futuro.
Pero no caeremos en el pesimismo; si algo tenemos son ganas y tiempo. Aunque en el año que Los Ojos del Júcar vamos a cumplir, el patrón más repetido ha sido el decimonónico “vuelva usted mañana”, el amable político con sus “rapidito, que tengo 20 minutos”, el ausente aprecio por parte de todas las instituciones, diremos a nuestro favor, que no necesitamos sus aplausos ni sus consejos. Más de ciento cincuenta colaboradores, entre iniciativas y personas han creído en hacer una tierra mejor. Sensibles a sus problemas y con orgullo de sí misma. Estamos aquí para luchar por nuestra tierra y por los y las conquenses. Aquellos a los que la longaniza del dinero no les mueve la colita.
Somos tierra humilde, pero bella. Supuramos arte en estado puro. Somos música, poesía y naturaleza. Respiramos aire fresco. Somos la conexión entre la vida y la historia. Somos el futuro. Desde Los Ojos del Júcar queremos hacer un llamamiento a la clase política para darles una nueva oportunidad. Los conquenses estamos preparados. ¿Estáis vosotros?
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
Un ecosistema innovador de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración.
Está muy bien, pero me quedo sin saber a ciencia cierta cuando se refiere a Cuenca ciudad o a Cuenca provincia. Costaría poco diferenciarlas, aunque sólo fuera para evitar suspicacias.