Hace mucho tiempo cayó una semilla al suelo. Estuvo latente años y años en una tierra que, aunque fértil, no le daba las condiciones necesarias para su desarrollo. Sin embargo, hace un año, hay quien diría que por casualidad, una raicilla blanquecina partió en dos el óseo fruto. Semana a semana, el diminuto brote alcanzó la superficie y, ahora, con unas frágiles y tiernas hojas, se mantiene vivo.
Quizás no era la semilla de una secuoya. Quizás tampoco se convierta en un roble centenario. Pero es. Y es gracias a la fertilidad de la tierra y a la benevolencia de los elementos por lo que la planta ha cumplido su primer aniversario. Y por ser tal fecha, queremos agradecer en primer lugar a los elementos y a los nutrientes de la tierra que habitamos por dotarnos de la existencia. Estos elementos no tienen una complicada nomenclatura química, ni se pueden medir en grados centígrados ni en un porcentaje de humedad, no. Tienen nombres y apellidos, como nosotros. Son 132 mujeres y hombres que dan vida a este proyecto vital. Es nuestra humilde forma de agradecer dedicarles la portada de este número tan especial. El interés, la curiosidad, la predisposición o el compromiso han sido atributos necesarios para el desarrollo de la revista que, ¡ojo!, no acaba aquí. Por eso, queremos brindar con este número especial con los colaboradores que fueron, que son, y que serán.
Hemos alterado ligeramente la estructura de este número con el fin de hacerlo más atractivo a los ojos del lector. Más corto, más imágenes, menos palabras. No podíamos empezar sin dedicar, a parte de la portada, la editorial. Continúa el número con un experimento literario que hemos bautizado como “cuento enmarañado”. Se trata de una breve historieta cuya elaboración ha sido realmente divertida: cada uno de los editores hemos escrito una parte. Esperamos que disfrutéis leyendo tanto como nosotros escribiendo. Os damos, a su vez, la bienvenida a la Cuenca del 1565. Acompañadnos a pasear por las callejuelas embarradas, molinos, iglesias y palacios que el flamenco Anton van den Wyngaerde dibujó para Felipe II. Unos documentos únicos que merecen ser conocidos por todos los conquenses. Para nosotros, Cuenca es sinónimo de poesía, por eso somos conscientes del pecado que es escribir en prosa sobre ella; le pedimos perdón con un especial de poesía. A continuación se presenta una bellísima infografía sobre nuestros vecinos los mustélidos: peludos, huidizos y, desde lejos, adorables. Como ya habréis comprobado, si nos seguís asiduamente, el asociacionismo nos parece un movimiento esencial para el desarrollo de nuestra ciudad y provincia, por ello hemos elaborado un mapa de las iniciativas cuya labor conocemos, así como otras que estamos en camino de conocer. Y, por último, un homenaje a la peculiaridad expresiva de nuestra tierra: la recopilación de los doce conquensismos que han aparecido en los números anteriores, ¡ea!
¡Ah! Se nos olvidaba. Descubriréis entre sus páginas unos ojos que os miran con interés. Somos nosotros: Los Ojos del Júcar.
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
Un ecosistema innovador de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración.