Durante este pasado verano, donde el sol no ha dejado de ceñir su ardiente espada y sólo las noches han abierto las ventanas, cualquier vaticinio de lo que iba a ser nuestro futuro ha sido tan frágil como un pétalo en un huracán. Muchos temas, la mayoría relacionados con el COVID-19 y la tragicomedia de Messi, han ocupado gran parte del tablero. Sin embargo, otros de actualidad y de crucial importancia han pasado más desapercibidos. Uno de ellos ha sido la presentación del proyecto de las escaleras mecánicas como nuevo “acceso” a nuestro casco antiguo.
Otro nuevo proyecto en saco roto. Porque parece ser que seguimos empeñados en “hacer para deshacer” y en invertir en esta tragaperras trucada. Llamémoslo interés personal, propaganda electoral o falta de preparación política, pero da la impresión de que nuestras instituciones construyen muñecas rusas llenas de infinitos problemas en su interior. Promueven inversiones a corto plazo y vacías de futuro, donde la apariencia y la repercusión pública priman por encima de cualquier estudio a largo plazo. Una rápida burbuja de oxígeno al invisible mercado sin tomar en cuenta las asfixiantes consecuencias del coste-beneficio. Todo ello con la omnipresencia de los dos mejores ingredientes: carencia de sensibilidad y abundancia de egoísmo. Capitalismo en estado puro.
Y es que, en estos tiempos, el marco medioambiental y la protección de nuestro patrimonio histórico-cultural deben ser el timón y vela de este barco que va en dirección a una violenta tormenta. No tenemos tiempo para vacilar sobre estos asuntos que requieren un riguroso análisis y una certera práctica. No es sólo el buen uso de nuestro dinero público dentro de la situación tan crítica a la que nos enfrentamos, sino también la conciencia social que debe implementarse hoy en día en favor del transporte público y la transición ecológica. Y esto debe ser fomentado y apoyado por parte de todas las autoridades. Curiosamente se observa una mancha negra de tinta en este nuevo proyecto de las escaleras mecánicas.
Por tanto, reivindicamos el mantenimiento de las infraestructuras, no sólo arquitectónicas sino también sociales, porque son dos pilares fundamentales a la hora de realizar una inversión, y deben asumir un carácter irrevocable cuando se trata de un proyecto de gran magnitud como este. Creemos que estos tiempos nos exigen un cambio de mentalidad y una nueva forma de acción. Este sistema consumista, donde la racionalidad y el sentido común brillan por su ausencia, está condenado al fracaso. Pero lo más importante, nos condena al fracaso como especie. Nos indica una fecha de caducidad, un “no sé qué pasará mañana”, una muerte anunciada.
Por todo ello, exigimos que cualquier proyecto de aquí hacia delante cumpla unos requisitos fundamentales a largo plazo. Hacemos un llamamiento a las instituciones públicas para que reflexionen fríamente sobre ello y que valoren si detrás de las escaleras mecánicas existe un proyecto fuerte y consolidado, o si es meramente otro llamativo y moderno “escaparate” de cartón piedra. Cualquier inversión en nuevas infraestructuras debe estar condicionada a la protección del medio ambiente y nuestro patrimonio histórico-cultural, lo que es sinónimo de una sociedad saludable y con futuro. A estas alturas, ya va siendo hora de hacer política con la cabeza y no con la cartera.
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
Un ecosistema innovador de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración.
Protección del medio ambiente , de nuestro patrimonio histórico y que sirva para los vecinos .
De sentido común no?
Tenéis toda la razón