Cuencas pendientes

Cuencas pendientes

Tenemos cuentas pendientes con nuestra ciudad y nuestra tierra. Cuentas en un tiempo que parece una obra de teatro interpretada al triple de velocidad, como si fuera una infinita olímpica carrera de atletismo de 100 metros que no se atreve a terminar. Pendientes bajo una trama que trata sobre descubrir un término que expresa la mayor condición de la naturaleza humana y que serviría como herramienta para la convivencia, la política. Sin embargo, ha sido robada por expertos que sólo aparecen en medios de comunicación y personajes elegidos que, en muchas ocasiones, desaparecen en despachos. Fuera de las pantallas y los ventanales, la calle, sin rumbo y ajena a esta palabra, se mueve acelerada y agitada en el escenario. 

El contexto, el siguiente. Tras el huracán electoral arrancando promesas de cualquier rincón, vuelve la calma chicha. Tras deshojar margaritas de ilusión, el campo vuelve a quedarse yermo. La voluntad y generosidad participativa y ciudadana parece de nuevo disiparse hasta nuevo aviso. En el cartel de la sede de la democracia han colgado un cartel que reza “Mientras la vida sigue; zapatero a sus zapatos. Que el pueblo luche sus crudas rutinas y la clase política disfrute sus cuatro años.”

Al expresar su opinión, los personajes hablan alto y claro pero el contenido titubea. El liberalismo conservador, en traje y corbata, campa a sus anchas ondeando la palabra que constantemente con sus acciones se empeñan en cegar, la libertad; la socialdemocracia, en pana y tarareando el himno nacional, sigue dando vueltas como una peonza en busca del carnet de identidad; la izquierda, discute y calla buscando ese espacio y clase social por la que luchar y que no consiguen encontrar; y el dato peligroso: un último actor reaccionario, espada en mano y a lomos de un caballo, que clama sentimientos e impulsos irracionales y consigue calar con su hierro en esas clases donde la izquierda debería estar. La obra se llama “Incertidumbre. El fin de la ideología”

Y no sólo titubean con su contenido, también carece de interés el lenguaje. Ya no se juega con la extensa amplitud que ofrece el idioma y se busca reflejar con la palabra la inmensidad de sentimientos y pensamientos que alcanza el ser humano. Ahora, todo viene como latas de Coca cola. Dosis pequeñas, azucaradas, simples, dignas de un recreo de colegio; pero que sacian la sed de un pueblo abrumado por la información y el vertiginoso día a día. ¿La receta? Se esconde en petrificados despachos y lejanos consejos de administración. 

Si al menos en este escenario insípido, carente de reflexión y esquivo ante las críticas, se salvara el amor propio. Si surgiera ese sentimiento de cariño y devoción a la tierra y a su profundidad. Si se defendieran los campos, los caminos, los montes, las vegas y las veredas y si como un acto heroico, se quisiera pintar nuestra bandera con la cultura y los vínculos comunitarios que, a lo largo del tiempo, han ido destilando generaciones y generaciones. Si los personajes políticos lucharan por sus compañeros, los de su mismo status social, y no por quimeras faraónicas vendidas por pudientes bolsillos que no son de nuestra tierra… Pero no. La obra acaba cayendo en manos del mejor postor de Toledo, Madrid o la Conchinchina. 

Y mientras tanto, parte del público reflexiona y se pregunta: ¿Dónde queda la memoria colectiva de nuestra ciudad y nuestra tierra? ¿Dónde quedan los espacios verdes y los rincones para los encuentros públicos? ¿Dónde un lugar donde la cultura se pueda desarrollar? ¿Dónde queda un museo donde descubrir la historia de nuestra ciudad y comprender la importancia de su industria textil y maderera? ¿Dónde asombrarse que somos una ciudad paisaje única en el mundo cuyos ríos bordan con agua la tela imperecedera de roca caliza sobre la que se levanta? ¿Dónde podemos reunirnos para hablar de los problemas? ¿Dónde buscar las soluciones? ¿Dónde está la política?

A pesar de ser un tiempo donde reine la incertidumbre y la ideología, el lenguaje y la querencia se disipen; una gran parte de la calle pide encontrar de nuevo la política. Reclama conseguir encontrar espacios donde cooperar para encontrarse y de una forma mágica, reencontrar esa definición que expresa la mayor condición de la naturaleza humana y que serviría como herramienta para la convivencia, la política. 

Porque no es fácil pero la tierra siempre nos espera a que volvamos a cuidarla. Tras bajar el telón del presente, hay muchas Cuencas pendientes.

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