Es muy probable que seas capaz de nombrar al menos tres compositores clásicos, reconozcas el aspecto de Bach, Mozart o Beethoven y que incluso sus melodías más famosas vengan a tu cabeza, pero te costará hacerlo sobre una compositora.
Te resultará sorprendente observar que difícilmente podemos mencionar a tres compositoras actuales o directoras de orquesta, por ejemplo. En la actualidad decenas de mujeres componen música para el cine y seremos capaces de nombrar a John Williams, Hans Zimmer u Howard Shore, pero de ellas ¿Cuántas puedes nombrar?
Me pregunto sobre la razón por la que somos capaces de recordar escritoras, actrices o políticas, pero no creadoras musicales. ¿Acaso no ha desarrollado la mujer grandes hitos en la historia de la creación musical? ¿Es un mundo todavía cerrado al sexo femenino?
Ahora sería adecuado que os deje en este artículo un análisis de la influencia de la mujer en la historia de la música y desarrollar un listado de imprescindibles. Pero me gustaría que me acompañaras por algunas cuestiones ocurridas en el panorama artístico y musical durante los últimos cien años para profundizar más en las razones de la ausencia femenina.
No sería difícil recordar a grandes compositoras como Lili Boulanger que fue la primera en ganar el Gran Premio de Roma, ni a las conquenses Julieta Mateo o Adela Mascaraque con su Himno a Cuenca o sus 15 años como pianista del Ballet Nacional de España, respectivamente. Tampoco es difícil comprender el gran trabajo de Clara Schumann publicando obras bajo el nombre de su marido o Fanny Mendelssohn bajo el nombre de su hermano, María de Alvear premio Nacional de Composición Musical en 2014 o Anne Dudley componiendo para el cine en Full Montey o Les Misérables.
Todas ellas muy poco conocidas de forma generalizada por la población, teniendo en su biografía grandes hitos musicales como habéis podido comprobar. Entonces, ¿por qué? ¿Cuál es la razón que justifica el desconocimiento del trabajo de estas compositoras en el ámbito musical? Para muchas de ellas es evidente que su sexo condiciona y, por lo tanto, ¿cuándo han empezado con su arte y su música en concreto a reivindicar su posición? ¿Por qué no lo han conseguido?
Puede resultar chocante que tengamos referentes feministas luchando por la visibilización en el ámbito artístico desde hace más de un siglo. Más de cien años no han servido para asentar igualdad en este aspecto y es que los avances y retrocesos han sido constantes durante el s. XX.
No podemos analizar estas situaciones aislando al ámbito musical, ya que otras manifestaciones artísticas también mostraron y denunciaron la realidad patriarcal en la que vivían. Esa palabra que parece ser de nueva creación ya era utilizada por artistas de comienzos del s. XX para visibilizar la desigualdad.
Un ejemplo en literatura puede ser “Diario de una pérdida” de Margarete Böhme donde se detalla la vida de una joven en Berlín ejerciendo el derecho a disfrutar libremente de su sexualidad. “Las jóvenes que han visto bailar a Isadora Duncan y que habían escuchado a Emma Goldman”, escribió el periodista John Chamberlain para referirse a los ideales femeninos que ya se estaban desarrollando antes incluso de 1900.
En la música y en concreto en el blues podemos encontrar ejemplos de emancipación femenina. El blues cantado por mujeres fue la primera manifestación feminista en la canción popular del s. XX con mujeres como Harriet Tubman, que cantaron al ideal por conducir sus vidas. Dentro de este marco podemos encontrar letras como “Tengo mi forma de ser y mis propias maneras, cuando mi hombre empieza a pegar patadas, le dejo encontrar otro hogar, me lleno de buen licor y camino por las calles toda la noche”. Otras creadoras en este espacio de protesta fueron Ma´ Rainey o Bessie Smith.
En los años posteriores a la represión ya crecía en el moderno París una pequeña comunidad de intelectuales y artistas, muchas de ellas expatriadas, que habían logrado crear interesantes espacios de debate. Al otro lado del atlántico, en el Greenwich Village neoyorquino, se alzaba la voz por el amor libre, derecho de huelga o sufragio universal. Como he comentado sobre los avances, estos sufrieron retrocesos y es que la sociedad patriarcal respondió aplicando a estos movimientos el ominoso calificativo de libertinos.
Aunque desde 1910 la emancipación de la mujer se había instalado en nuevos lenguajes artísticos como la música popular o el cine, el mundo moderno falseó las demandas y deseos políticos y sociales de la mujer. Fueron invisibles en las esferas económicas o políticas y en el mundo del espectáculo las destinaron a ser un juguete roto destinado a seducir a los hombres. Es en este mundo de espectáculo artístico donde se tejió el estereotipo femenino basado en el canon erótico y la supremacía de la belleza. Esto se traduce a una sociedad que observa en la mujer su función reproductora y cuando decidió ejercer públicamente una disciplina artística fue menospreciada e ignorada.
Ejemplos claros de la influencia social en la libertad artística de la mujer aparecieron en la publicidad. En 1930 General Electric lanzó una campaña para una nueva gama de productos del hogar que decía “Hoy la mujer tiene lo que quiere. El voto. Cristalería de azul zafiro. Derecho a seguir una carrera profesional y un jabón que haga juego con el color de su cuarto de baño”.
Durante la primera mitad del s. XX a la mujer en la música popular se la vinculó casi siempre con el relato romántico, con la fantasía erótica y la crónica lasciva. La mujer fue sinónimo del amor idílico, inspirando desvaríos amorosos y culpable de las pasiones del hombre. Muchas de las letras estaban cargadas de estereotipos dirigidos al ideario masculino. Con todo esto se planteó una situación social donde la mujer no tuvo posibilidad alguna de ser sujeto activo y libre, solo objeto de deseo y causa del pecado.
En España destaca con estas características el antiguo cuplé, con rasgos aún más perversos. Este estilo contagiado por el machismo de la época y una educación religiosa mal orientada dio para apariciones artísticas como “El demonio de la sensualidad” de Álvaro Retana o “La Ingenua Libertina” donde podíamos disfrutar de letras como “volvió a salir la señorita Chelito, desnuda ahora en la bárbara policromía roja verde de dos chales de Manila, y comenzó a bailar la danza lánguida, malsana y voluptuosa que pide el bochorno de los trópicos”.
Durante el franquismo la idea de mujer gira al mundo familiar, sumiso y marcado por el machismo, como en “Tú eres mi marido” de León y Quiroga, donde escuchamos “Que si ayer viniste casi amaneciendo, fue por los amigos que te entretuviste, yo to’ lo comprendo, vete a dar una vuelta, tráeme algún regalo, que yo no me acuesto, te espero en la puerta, por si vienes malo”.
Letras como estas hubo muchas y se escribieron barbaridades en nombre del honor del marido y la hombría, pero el daño infligido no se evaluaría hasta mucho tiempo después. “Hicieron a la mujer de la costilla del hombre, por eso son nuestras, se las podemos romper, aunque tú seas su dueño, no le pegues a la mujer, que nunca resulta bien, si no lo haces con un leño” (“La sentencia” de Quintero, León y Quiroga).
Los años 50 nos trajeron el rock and roll, pero no se produjo ninguna artista significativa a pesar de que unas décadas atrás la música negra había contado con un extraordinario elenco de ellas. Por el contrario, sí sirvió para seguir acentuando el estereotipo sexual y romántico con los aspavientos de los primeros rockers como Elvis Presley o algunas de las canciones de Chuck Berry. Tanto caló este modelo que algunas cantantes como Dusty Springfield dejaban en sus letras consejos para no perder a un hombre: “Péinate para él, cambia tu forma de hablar, tu manera de andar y tu ropa, él acabará amándote”.
La mujer en el rock siguió cumpliendo su función de objeto de sueños húmedos y fantasías nocturnas. No acertaron tampoco The Rolling Stones con temas como “Stupid Girl” o “Back Street Girl” con frases como “confórmate con lo que te doy”. Letras que no dejaban dudas sobre la función que tenía la mujer para muchos hombres, como en “I Got A Woman” de Ray Charles: “Ella está aquí para amarme noche y día, para tratarme bien, porque sabe que su lugar es el hogar”. El papel de la mujer en conciertos y directos de los grupos de música era casi anecdótico, con instrumentos fuera de foco y el mejor de los casos como vocalistas.
Seguimos avanzando a lo largo de un siglo marcado por los conflictos bélicos y los movimientos sociales, en los que eventualmente la música funcionó muchas veces como canalizador de los pensamientos y reivindicaciones de los ciudadanos. También sirvió para visibilizar a la mujer a pesar de que constantemente se reproducen mensajes patriarcales desde todo tipo de ámbitos sociales. Algunos ejemplos de autores muy influyentes como John Lenno y Yoko Ono en su banda Ono Plastic Band dejaron letras como “Si ella es real, decimos que está tratando de ser un hombre. La mujer es la esclava de los esclavos. La mujer es el negro del mundo”. Eran los años 70 y la aparición de la píldora supone un suceso político por liberar a la mujer de su papel reproductor. Estos años surgen temas como “It Ain´t Me Babe” de Bob Dylan que se convertiría en un himno para acompañar las protestas del Women Liberation Movement.
La llegada de la música pop ligada a la sociedad de consumo nos muestra un panel musical femenino basado en una buena capa de maquillaje, pestañas postizas y ropa sexy. Pioneras de este marco fueron por ejemplo The Supremes, un producto de Motown desmarcadas de asuntos sociales y políticos, menos aún feministas y reproduciendo patrones que la industria escribió para ellas. A pesar de sus grandes talentos vocales y fantásticas canciones, pocas mujeres de fuerte personalidad como Aretha Franklin supieron ver los cambios que reclamaban los nuevos tiempos en temas como “Respect”.
Avanzamos para cerrar el s.XX y comprender la situación que vivimos en el XXI donde el espectáculo se sobrepone a las ideas del pasado feminista. Autoras como Madonna y las plataformas audiovisuales como MTV se encargarán de elevar la provocación por el fin mediático y convertir los valores feministas centrados ahora en la estética y la sensualidad. Temas como “Like a Virgin” todavía son ambiguos, dejando de serlo en letras como “Material Girl”: “Algunos chicos me besan, pienso que está bien, pero si no me dan un crédito aceptable, ya no me vuelven a ver. Porque vivimos en un mundo material y yo soy una chica material”.
La industria musical actual con su diversidad está fuertemente representada por canciones misóginas y machistas, donde la sensualidad es el legado eterno de la mujer. Hay ejemplos muy positivos, por supuesto, y autoras que continúan mostrando el gran poder creativo musical del sexo femenino. Pero es interesante destacar como los más populares productos de las discográficas siguen reproduciendo el patrón de objeto sexual, como lo han hecho las últimas campañas publicitarias como la de Beyoncé, que más parece publicidad de lencería femenina que de obras musicales.
Si quieres profundizar más te recomiendo la lectura de “Músicas Contra el Poder” de Valentín Ladrero de donde he extraído la mayoría de la información de este artículo y te animo a apoyar el proyecto de Sakira Ventura que está visibilizando en un gran mapa a las compositoras de todas las épocas musicales.
Miguel Chumillas Motos
Docente y socio de 123EducaFem