Acacia Uceta no es solo la poeta que canta a Cuenca, la esposa de Enrique Domínguez, el periodista conquense impulsor de la vida cultural de la ciudad. La obra de Acacia tiene calidad y altura poética sobrada para figurar en los libros de texto, historias de la literatura y antologías de la poesía de su época, la generación de los años cincuenta, de la que también se suelen olvidar incluir a sus contemporáneas y amigas Ángela Figueras, Gloria Fuertes y algunas más. El porqué de ese olvido es evidente, son mujeres y por eso no cuentan con ellas. Y, si lo hacen, las ridiculizan o las olvidan, aunque ellas se unieran para apoyarse en aquel grupo pionero de mujeres poetas que se llamó, creo que, sin mucho acierto, “Versos con faldas”.
Adentrarse en su obra es ir encontrando una poesía universal y profunda, incluso en los temas más locales, Cuenca está en la inspiración de muchos poemas suyos. Aunque naciera en Madrid en 1925, Acacia Uceta tuvo una gran vinculación con esta ciudad, por su matrimonio con el escritor conquense Enrique Domínguez, y vivió en la calle San Pedro, en una casa con balcones que dan a la hoz del Huécar, hoy propiedad de su hija Acacia, también escritora.

Pasó su infancia en un Madrid asediado, bajo bombardeos constantes. El dolor y el miedo a la muerte, el hambre y las penurias que sufrió la población durante este periodo de la guerra civil fueron tema recurrente de su poesía, pero en casa, luego, nunca habló de esto. Dejó aquel dolor para transmutarlo en su poesía. Cuenta su hija Acacia, en una entrevista, que se enteró de que hubo una guerra fuera, cuando ya tenía once años. Nuestra poeta estudió dibujo en la Escuela Central de Artes y Oficios y tras la Guerra Civil ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Esta formación artística se refleja en la visión pictórica, el aprecio de paisajes y belleza de la ciudad en que vive, que trasladará a sus versos.
Comenzó a escribir muy joven y a participar en tertulias poéticas madrileñas, en la de Versos a medianoche del Café Varela de Madrid, en la de Versos con faldas, exclusiva de mujeres, en Adelfos, en la de la Asociación de Escritores de Castilla La Mancha, asociación de la que fue socia fundadora y vicepresidenta, en el Ateneo madrileño, donde dirigió la sección de Literatura durante doce años, etc.
La presencia de Cuenca se deja ver tanto en sus versos como en su prosa. Empezó a publicar en los sesenta, la mayoría de sus obras en la editorial conquense de su amigo Carlos de la Rica, El toro de barro. A su primer libro El corro de las horas, de 1961, le siguió seis años después Detrás de cada noche, fruto de una beca de creación, concedida en 1967 por la Fundación Juan March. Más tarde, en 1981, conseguiría otra ayuda económica del Ministerio de Cultura para la creación de su obra Íntima dimensión.
También cultivó la narrativa, el ensayo y la crítica literaria. Publicó dos novelas: Quince años y Una hormiga tan solo, y el ensayo Ernestina de Champourcin, la voz femenina del 27, publicado en la revista El Ateneo en 2002. En 2014, doce años después de su fallecimiento, su marido publicó su Poesía completa, con siete poemarios publicados en vida de la autora y dos póstumos: Calendario de Cuenca y Memorial de afectos.
Mantuvo programas de poesía en Radio Nacional de España y ayudó a muchos poetas a darse a conocer. Su feminismo se refleja en la creación del Premio Fémina en España.
Su marido y ella, recuerda su hija, recorrieron juntos medio mundo. Uno de estos viajes, que me contó Enrique Domínguez, en una comida de la AECLM, fue a la Unión Soviética. Lo hicieron con un grupo de personas de Cuenca, entre las que se contaba el poeta y sacerdote Carlos de la Rica. Era de los primeros viajes que se hacían desde España a aquel país, promovida por el sacerdote, de quien eran muy amigos. Iban con la expectativa de ver la justicia y fraternidad evangélica puesta en práctica y se llevaron una gran decepción al ver la falta de libertad y el descontento existente.
Poesía social
Como ocurre con otros escritores coetáneos, al no limitarse a una corriente poética, no se la adscribe a ninguna de ellas. Podría incluirse en la Poesía social de los 50, junto a sus compañeras Gloria Fuertes y Ángela Figueras. El que los manuales de literatura se ocupen exclusivamente de algunos poetas, todos ellos hombres, Gabriel Celaya, Blas de Otero, etc., refleja la discriminación que han sufrido las mujeres. Su poesía trata temas propios de la poesía social: el hambre en el Madrid de postguerra, la injusticia de las desigualdades sociales, el abandono en que viven los niños gitanos, la pobreza, etc.
Una muestra de esta poesía social es el poema que dedica al sindicalista Agustín Rueda, asesinado en la cárcel de Carabanchel. La pobreza y el sufrimiento infantil puede verse en los dos niños gitanos del siguiente poema, titulado “Primer ensayo”:
“Hombres para el mañana
borrados de la ciencia y de la gloria,
afiliados sin tregua a la derrota,
militantes del hambre y la fatiga.”
Pacifismo
Otra adjetivación que podría recibir Acacia, por este y otros poemas, sería el de pacifista. A propósito de su pacifismo, transcribo un párrafo del artículo que apareció en el periódico El País, el 8 de enero de 2003, unos días después de su fallecimiento, escrito por José María Alonso Martínez: “¿Hemos superado la guerra? No. El mundo del poder no escucha a los poetas ni al pueblo. Por ello la recuerdo cuando estuvimos con decenas de miles de personas en Madrid denunciando e intentando ingenuamente parar la guerra. Ella amaba la paz, el progreso, la convivencia, el sentido común, la libertad y la democracia sin ninguna ortopedia salvadora. Siempre estaba dispuesta a colaborar en pro del diálogo y la razón. Y así lo hizo con el programa de Solidaridad con Argentina de escritores y artistas españoles. Fue un acto donde intervino junto a otros poetas, y el también inolvidable Paco Rabal, con su repertorio, leyó sus poemas.”
Su Canto por la paz, es un verdadero alegato antibelicista, con la guerra del Golfo como trasfondo y una llamada hacia los jóvenes para levantarse con “sus armas” contra el negocio de la guerra.
“¡Uníos a sus pasos y avanzad presurosos!
Vosotros, que sois siembra de amapolas.
¡Negaos a ser sangre derramada!”
Más adelante, en este mismo poema, en este mismo Canto, anima a la juventud a ser optimistas: “Hay un mundo futuro/que espera vuestro esfuerzo/para sembrar el orbe de alegría”.
En otro poema habla de convertir en polvo las espadas y aspirar a la fraternidad con la que nacemos, todos del mismo padre, al que tutea en esa forma verbal de segunda persona “nos hiciste”:
“Cuando, después del ruido pasajero,/ al fin sean de polvo las espadas,/ cuando mueran el grito y el sollozo,/ la humillación, el odio y la venganza,/ en la fraternidad que nos hiciste…(Poema III de Belleza)

Influencias
Memorial de afectos trata de los poetas admirados que le han influido: Jorge Manrique, Teresa de Jesús, Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Miguel Hernández, León Felipe, Blas de Otero, Ángela Figuera, Ángel Crespo y Carlos de la Rica. Con Ángela Figuera tiene concomitancias, temas comunes y experiencias compartidas, no solo las tertulias del grupo Versos con faldas. El grito de angustia y la indignación por la injusticia del poema No quiero, de la poeta asturiana, se repite en otros de la poeta “conquense”.
Influencias variadas a las que se podrían sumar muchas más, sin que reste originalidad ni valor a su obra. La influencia de Santa Teresa se refleja en sus alusiones al Absoluto, un dios personal, al que se dirige con símbolos sacados de la terminología cristiana y de la poesía universal: el mar en el que desembocan las gotas de agua que es la vida de cada uno, la fuente de donde mana toda vida, etc.
Feminismo
Su feminismo es evidente en su biografía. Los muchos obstáculos que tuvo que salvar para ser ella misma, poderse labrar una carrera de escritora, la llevó a asociarse con otras mujeres; y a denunciar la injusticia de la sociedad con las mujeres, en su Carta a Carmen Conde, primera mujer que entro en la Real Academia de la Lengua:
“Hoy contesto a un mensaje que escribiste
a todas las mujeres de la Historia
ofreciendo tu voz, casi tu grito,
a sus gargantas rotas y humilladas.
Porque tú fuiste alzando con tu verbo
apasionadamente esta derrota de tanta sumisión
y tanto llanto por todas repetido
en la terrible copa del silencio”.
Otros rasgos feministas de su biografía se muestran en que fue pionera en conseguir el acceso a ciertos puestos de poder en el mundo de la cultura: cargos en la AECLM, en el Ateneo de Madrid, etc. Fue también la primera mujer en la Real Academia Conquense de las Letras. Su discurso de ingreso trata sobre nuestra ciudad, lo titula Equilibrio y asimetría en Cuenca.
Bibliografía y referencias
- Alonso Martínez, José María. En recuerdo de Acacia Uceta, poeta con memoria histórica. El País, el 8 de enero de 2003.
- Domínguez Millán, Enrique (ed.). Prólogo de Tundidor, H (2014). Acacia Uceta. Poesía completa. Madrid: Vitruvio.
*Todos los versos citados están sacados de esta obra Acacia Uceta. Poesía Completa, de la editorial Vitrubio.