Mercedes es otra de las conquenses ilustres que permanecen olvidadas a pesar de que su nombre figure en el callejero. Nació en 1888 en Valdeganga (Cuenca) donde su padre, natural de San Lorenzo de la Parrilla, ejercía de médico en el balneario de aguas termales. Durante su infancia alternó su residencia entre este pueblo y Cuenca, donde asistió a las Escuelas Palafox, hasta que murió su madre y la ingresaron en un internado de monjas Mercedarias, en Madrid. En esta ciudad realizó sus estudios en la Escuela Superior de Magisterio, donde entabló relación con Carmen de Burgos, amiga y prologuista de una de sus obras.
Se casó con un compañero de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio, Valentín Aranda, después inspector de enseñanza primaria, de quien fue compañera de promoción entre los años 1911 y 1914. Su vocación le habría llevado a estudiar Medicina, pero tuvo que enfrentarse a la oposición familiar, en este caso, la de su propio padre, hombre de izquierdas, original y aventurero, pero reticente a que su única hija pudiera seguir sus pasos. Para cumplir el objetivo de matricularse en la universidad, tuvo que posponer sus planes y dedicarse un par de años a hacer de mujer de su casa y ama de llaves en las sucesivas viviendas de su padre, médico rural viudo que cambiaba frecuentemente de destino. Los planes del padre, como comenta en sus memorias, eran casarla con uno de sus pretendientes, pero ella se negó, aduciendo que lo suyo era seguir estudios superiores, que tuvo que sufragarse ella misma y que empezó cuando tenía 19 años.
En 1915 consiguió trabajo en Burgos como profesora de Geografía e Historia en la Escuela Normal Superior de Maestras, de la que fue directora. Cinco años después, pudo venirse a vivir a Cuenca, a su casa de la plaza del Jardincillo, al conseguir la plaza de profesora numeraria de Lengua Castellana y Literatura en la Escuela Normal Superior de Maestras; más tarde será catedrática de Geografía e Historia y directora de la Escuela. Durante la guerra permaneció en Cuenca y, una vez terminada, su marido y ella fueron inhabilitados para el ejercicio de la enseñanza.
En 1942, una vez resuelto el expediente de depuración, tuvo que dejar Cuenca, por traslado forzoso a Ciudad Real, donde trabajó en la Escuela de Magisterio Isabel la Católica hasta que se jubiló en 1957. Murió al año siguiente en Madrid.
Sus ideas renovadoras de la enseñanza y de la formación de la mujer la impulsaron a escribir artículos en la prensa, con el seudónimo de Una Mujer. También aparecieron por entonces algunos de sus cuentos, en los que muestra el trabajo femenino fuera del hogar como una liberación para la mujer.
Además del seudónimo que utiliza en algunas publicaciones, otra manera bajo la que esconde la autoría de sus escritos es firmarlas con dos letras, M.A. las iniciales de su nombre, Mercedes, y el apellido de su marido, Aranda. Con estas siglas firma en La Razón, periódico fundado y dirigido por el conservador Fanjul, y en la revista Magister. La acusaron de haber escrito el artículo Los niños de Rusia, publicado en esta revista que perteneció al sindicato de la enseñanza (Muñoz, 2008: 87).
Dejó algunas obras inéditas: dos tomos de poesía, numerosas narraciones y cuentos infantiles y una novela corta titulada Candelaria, la historia de una maestra rural que termina en aquel pueblo, embarazada del marido republicano que ha sido asesinado. En la novela se denuncian abusos y robos de gente de ambos bandos durante la guerra, pero deja claro que han sido los que se han sublevado contra el Gobierno legal de la República los causantes de que se desencadenara el conflicto bélico.
Esta novela epistolar, según su biógrafa Carmen Muñoz, es el más autobiográfico de sus escritos. En la primera parte refleja su experiencia docente y su preocupación por el aprendizaje y la salud de los niños. Al final de la novela, la narradora protagonista ve que la amiga a quien iban dirigidas las cartas, es ya una extraña para ella y no las envía. La guerra ha separado a las dos amigas.
También señalan las fuentes su participación en cursos de perfeccionamiento de los maestros, conferencias, seminarios y en la famosa Semana Pedagógica de Cuenca, de 1932, tan importante para la reforma educativa de la República. Además, dirigió el ropero infantil de la Escuela Normal de Cuenca, en el que facilitaban ayuda a los alumnos sin recursos, y puso en marcha el programa “La Gota de Leche” en la provincia, que daba leche y papillas a los recién nacidos. También aconsejaban a las madres para que amamantaran a sus hijos, siempre que fuera posible, y les enseñaba a mantener una higiene y alimentación adecuadas.
La actividad pedagógica de Mercedes se inscribe en el movimiento de renovación pedagógica, que cambia el viejo sistema de enseñanza memorística por métodos más activos que dan protagonismo al alumnado, siguiendo los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Estos nuevos métodos fueron impulsados en Cuenca por Rodolfo Llopis, catedrático de Geografía e Historia en la Escuela de Magisterio, que después sería nombrado, durante la República, director general de Enseñanza Primaria.
Mercedes fue una de las organizadoras de aquella Primera Semana Pedagógica Conquense, en la que participaron destacados pedagogos de la Institución Libre de Enseñanza, procedentes de Madrid y de diversos lugares de la geografía española. Fue inaugurada por el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, con un discurso del que se hicieron eco los periódicos conquenses.
La investigadora Mª Dolores Avía, en un artículo para una revista científica de educación, aporta valiosos datos biográficos sobre la que fue su abuela, dice: “Durante todos estos años, compartió su trabajo profesional con la casa (fue madre de cinco hijos), si bien en este segundo aspecto delegó a menudo en su cuñada y su suegra, con lo cual sacó un buen partido de una situación familiar que, aunque bien aceptada, le venía en cierto modo impuesta (2013: 3).
Con el riesgo de sobrepasarme en las citas, me hago eco de las conclusiones de este artículo, que tan bien describen la discriminación que sufrió su abuela por el hecho de ser mujer. Primero, por los obstáculos que le puso su padre a seguir su vocación: como era propio de las hijas de entonces, priorizó los cuidados familiares, atender al padre, a realizar una carrera y formarse en el extranjero, y cuando pudo liberarse de esta circunstancia familiar por la muerte del padre, fue la presencia del marido la que invisibilizó la suya. Aunque ambos tenían la misma categoría profesional, era él el que gozaba de mayor prestigio social: “Vemos, pues, un caso más de mujer singular que, frente a las pautas frecuentes entre sus contemporáneas, se esforzó por realizar sus deseos de autonomía y crecimiento personal, llevando a cabo un trabajo intelectual riguroso que, si bien limitado a un ámbito local, ejerció una amplia influencia en ámbitos profesionales. …Fue «invisibilizada» por la fuerte personalidad de su marido, que recibió más reconocimiento, aunque con frecuencia su trabajo fuera fruto del esfuerzo de ambos (2013: 5).
Sin embargo, hubo una red femenina que ayudó a Mercedes Escribano en su esfuerzo. Como esta misma autora ha señalado antes, de no ser por la ayuda prestada en la casa familiar por la suegra y la cuñada que se ocupaban de las tareas del hogar, ella no hubiera podido retirarse a escribir a su estudio. Fue la solidaridad de estas mujeres de la familia lo que la liberó de las tareas domésticas y la ayudó en la crianza de sus cinco hijos.
Es lamentable que la influencia de Mercedes Escribano en la educación conquense no haya recibido el reconocimiento que merece, ni tampoco sus escritos. Sólo recientemente, ha sido recopilada y publicada su obra literaria, formada por una novela y los cuentos y los poemas para niños y adultos señalados más arriba: “Vemos, pues, un caso más de mujer singular que, frente a las pautas frecuentes entre sus contemporáneas, se esforzó por realizar sus deseos de autonomía y crecimiento personal, llevando a cabo un trabajo intelectual riguroso que, si bien limitado a un ámbito local, ejerció una amplia influencia en ámbitos profesionales” (Muñoz, 2008).
La novela inédita y muchos de sus cuentos y poesías pueden leerse en la antología de sus textos, editada por Carmen Muñoz. Entre los cuentos de escenarios conquenses están La torca del lobo, El lobo de los Palancares, La casa de la calle del Colmillo y Elegía retrógrada sentimental (el tren cuenca Valencia), este último de 1947.
Bibliografía
- Avia, M. Dolores (2013) Feminismo y libertad. Comentarios a los textos de Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría. Papers: Revista de Sociología. Universidad Complutense de Madrid.
- Muñoz Olivares, C. (2008). Mercedes Escribano Pérez. Volviendo páginas de mi vida. Diputación provincial de Cuenca, 2008.
- González Rubio, L. (2023). Mujeres en el callejero de Cuenca. Cuenca: Almud.