En la actualidad, es indiscutible la presencia de la coeducación en todas las etapas de la educación. Así lo han constatado la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE, en adelante) y la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE, en adelante).
Más concretamente, en las etapas de Educación Infantil y Educación Primaria, se apuesta por elaborar diferentes actividades y propuestas que promuevan la igualdad de oportunidades en ambos géneros. Porque desde las primeras edades del desarrollo humano (desde los 3 hasta los 12 años) es cuando se establece una educación en valores, que permiten forjar la personalidad adulta.
Además, el tratamiento de estos valores se debe realizar de una manera transversal en nuestras actividades escolares. Según establece la Ley 7/2010, de 20 de julio, de Educación de Castilla-La Mancha, que incluye en el artículo 36, la educación en valores, destacando:
La educación en valores personales, sociales y ambientales será la referencia para las programaciones didácticas en cuanto a sus objetivos, contenidos, actividades y materiales, para la organización del aula como un espacio dinámico de enseñanza y aprendizaje en el que el respeto, la comunicación y el diálogo, y la educación entre iguales sean prácticas permanentes, y para la organización de la vida del centro. (P. 15).
Este marco curricular, dentro de un espacio rural, es un modelo de referencia que nos sitúa como agentes externos a la vida vecinal y familiar en la que se sumerge nuestro alumnado. Por lo que consideramos que puede ser más importante establecer una educación en valores que fomente una educación basada en el respeto, compañerismo, igualdad y equidad, desde una perspectiva feminista que nos permita crear una sociedad más justa y necesaria para las futuras generaciones. Siguiendo a Espinosa (2006):
Para poder cambiar esta situación y eliminar las graves desigualdades a las que, todavía, muchas mujeres tienen que enfrentarse –en el mundo educativo, laboral, de la política, etc.- es necesario intervenir sobre las familias y, más concretamente, sobre los modelos de roles femenino y masculino que en ellas se presentan a sus componentes más jóvenes. Así como implantar un modelo verdaderamente coeducativo en las aulas. (P. 9).
Para poder implantar este modelo desde la escuela rural, apostamos por un papel docente, que rompa los estereotipos sexistas. Según afirma Rebolledo (2009):
Aunque los patrones de comportamiento se buscan en personas del mismo sexo, esto no significa que personas educadoras de otro sexo no puedan realizar valoraciones positivas hacia actitudes y comportamientos tradicionalmente clasificados como del “sexo contrario”. Así será muy valiosa su aportación cuando ensalcen manifestaciones realizadas por los niños, de ternura, de sensibilidad, de tacto o de preocupación hacia compañeros y compañeras, etc. Fomentar nuevas capacidades psicológicas, manuales, físicas e intelectuales no sólo favorecerá la convivencia entre sexos sino que además enriquecerá a las niñas y a los niños como personas. (P. 46).
Por lo tanto, consideramos importante poder desligar los roles impuestos por la sociedad y acercar las actividades no solo al alumnado, sino a toda la comunidad educativa. Ya que el colegio, como institución educativa, es uno de los pocos recursos culturales que existen en estos núcleos rurales para poder participar en actividades socio-comunitarias. Ofreciendo información y recursos a todas aquellas personas que se involucran en la participación de la vida escolar.
Además, la educación en estas zonas rurales es básica y primordial a la hora de equiparar, no solo en cuestión de género entre hombres y mujeres, sino también entre habitantes del medio rural con los del medio urbano.
Son muchas las diferencias entre ambos ambientes en cuanto a estilos de vida, economía, modos de relación, lenguaje y formas de comunicación, costumbres… Pero lo que sí han compartido ambos ambientes a lo largo de los años es el nivel superior de analfabetismo de la mujer respecto al hombre, poniendo en evidencia que la norma ha sido educar en la ignorancia, acentuando la desigualdad y la subordinación.
Es así como las mujeres de las últimas décadas han visto en su formación una vía de escape a esta situación. De ahí que la voluntad de proseguir sus estudios hacia niveles superiores es mayor entre el género femenino que el masculino, como mayores son las oportunidades que se le abren en su integración en el estilo de vida urbano (Comunidades Europeas, 2000).
Oportunidades laborales como una mayor oferta de empleo no precario y remunerado basado en la formación y aptitudes, no solo en los estereotipos de cuidado a los demás. Cuidado que además abarca el ámbito personal, ya que las mujeres se ven limitadas en su desarrollo integral cuando recae sobre ellas la “obligación” y dependencia del cuidado de sus familiares mayores, no tanto como el que se le exige al sexo opuesto.
En este sentido, desde el ámbito político y social se ha querido frenar este hecho, llevando a cabo actuaciones concretas. Es así como la Institución de la Mujer puso en marcha en 2009 una actividad formativa llamada La escuela rural de empoderamiento de la mujer, cuyo objetivo principal es la creación de un espacio de reflexión, formación y debate que fomente la participación económica, política y social de las mujeres en las zonas rurales de la provincia de Cuenca.
En consecuencia, el efecto indirecto que produce el sistema educativo en el medio rural es el de “a mayor formación, mayor huida al medio urbano”. La masculinización, entre otros motivos, se convierte en un indicador de las desigualdades de género que han impulsado a las mujeres a emigrar en busca de mejores condiciones de vida.
Esta emigración ha dado paso a lo que conocemos como la “España vaciada”, donde la despoblación rural va progresivamente en aumento junto con la desaparición de los servicios que se ofrecen en estos entornos. Con pocos niños no se pueden mantener las escuelas, una escuela que se erige como un referente de educación, cultura y oportunidades.
Esto nos lleva a pensar, que si estamos luchando por conseguir una igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres en un país donde la zona rural es más amplia y ha sido la base social, económica y política, ¿no deberíamos darle la importancia que se merece y actuar en el origen? ¿No es en las escuelas rurales donde podemos empezar, con pequeños actos, a transformar la situación ofreciendo nuevos modelos y posibilidades de desarrollarse integralmente en el medio que les rodea?
Debido a la situación de crisis sanitaria en la que estamos inmersos, hemos experimentado un mayor aumento de la ratio en las escuelas rurales. Sin embargo, la mayoría de las familias siguen trabajando en la urbe, sin producir ningún cambio en el entorno rural que rodea a sus hijos/as. Es aquí donde el papel docente ejerce una gran labor, pues junto con las instituciones sociales de estas zonas, debemos despertar desde las edades más tempranas el impulso por transformar y desarrollar su propio medio, ofreciendo alternativas y caminos para que los niños y las niñas sean lo que quieran ser en el entorno donde han crecido.
Hablamos y escribimos desde la empatía que sentimos dos jóvenes docentes cuya infancia se ha desarrollado en pueblos que nos definen y llevamos muy dentro. Empatía y sentimiento que nos mueve diariamente a vivir y educar como una oportunidad para la igualdad. Pues, tal y como decía Freinet, gran defensor e impulsor de la escuela rural, “la democracia de mañana se prepara en la democracia de la escuela”.
Referencias bibliográficas
- Comunidades Europeas. (2000). Participación de las mujeres en el desarrollo rural.
- Espinosa Bayal, M. A. (2006). La construcción del género desde el ámbito educativo: una estrategia preventiva. Bilbao: EMAKUNDE.
- Freinet, C. (1996). La escuela moderna francesa; Una pedagogía moderna de sentido común; Las invariantes pedagógicas. Madrid: Morata.
- Rebolledo, M. (2009). Juegos y juguetes para la Igualdad. Guía didáctica para una Educación No Sexista dirigida a madres y padres. Cantabria: Dirección General de la Mujer. Vicepresidencia. Gobierno de Cantabria.
Referencias legislativas
- Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa, que modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMCE-LOE).
- Ley 7/2010, de 20 de julio, de Educación de Castilla-La Mancha.