El pasado 12 de noviembre tuvimos el lujo de escuchar en Cuenca a la Catedrática Mercedes Bengoechea Bartolomé (UAH), una de las referentes españolas obligatorias si se trata de hablar del lenguaje inclusivo y la discriminación lingüística, autora de biblias como Lenguaje y género [1]. A pesar de llevar ya tiempo en la agenda feminista y cada vez más gente se dé cuenta del poder del lenguaje en la creación y la perpetuación del sexismo en nuestra sociedad, esta vez Mercedes nos habló de la raíz, del origen de este falocentrismo sociolingüístico que queremos derrotar, además de traernos una amplísima lista de argumentos para tumbar todos los discursos perezrevertianos e informes Bosque (cállense, señoros). Y, no sé si lo más importante pero sí algo que toda buena ponencia debería conseguir: removió conciencias e hizo brotar reflexiones en la audiencia que, a su vez, a mí me han hecho volver a coger el teclado hoy y ponerme a escribir sobre este tema pendiente.
Al terminar la intervención, preguntaba una compañera entre la audiencia: “¿Y qué pasa con la -e? ¿Por qué ahora que estamos aún avanzando en la lucha feminista y encontrando el hueco que merecemos las mujeres en el discurso y en la sociedad también se nos carga la responsabilidad de añadir una vocal y acabar diciendo todos, todas y todes los alumnos, alumnas y alumnes interesados, interesadas e interesades…?”; varias cabezas en la sala asentían, aparentemente en pro de, si no ignorar, al menos posponer la lucha que las personas no-binarias (es decir, quien no se identifica como mujer ni hombre o está en un periodo de transición) también tienen para que se las incluya en ese mismo discurso y en esa misma sociedad. Porque, claro, “ya bastante tenemos con conseguir nuestro lugar por el que tanto llevamos luchando, como para que ahora venga la -e a comerse a la -a y volvamos a desaparecer”. Con el debate hemos topao’, y esa pregunta de hecho abre al menos dos, así que vamos por partes.
¿Qué pasa con la -e y por qué molesta tanto?
Todo el revuelo con nuestra tercera vocal no es algo nuevo ni se lo ha inventado Montero para hacer rabiar al lado derecho del hemiciclo. El uso alternativo de la -e como morfema de género inclusivo nació allá por los 70, aunque no haya sido hasta finales de la década pasada cuando resurgió como alternativa a los morfemas -x y -@ por una evidente imposibilidad de pronunciarlas que las abocaba al fracaso y empezó a calar calles, aulas, discurso y sociedad en países como Argentina y Chile, donde hoy en día ya está más que normalizada e incluso se acepta en instituciones y universidades.
Mientras, en España, no solo tenemos la reticencia externa y enemiga del feminismo que rechaza la -e, la -a y básicamente cualquier propuesta que les saque de su cómoda -o universal, y tenemos y tendremos que seguir escuchando cuando rumian con tono burlón y dicen que al final hablaremos con la -i o con la -u (de nuevo, señoros, hágannos el favor: cállense e innoven). Su rechazo no me preocupa, pero sí lo hace la resistencia intrafeminista, la que viene de compañeras en la lucha con las que comparto, me parece, casi todo.
Primera parte del debate entre feministas a raíz de la duda lanzada: ¿lo que nos molesta es la -e como supuesto nuevo morfema genérico o que se incluya en el discurso, junto con la -a y la -o, para representar a las identidades no binarias?
Si es lo primero, lo compro. Lo compro porque al decir frases como “todes les profesores del departamento” no conceptualizamos, ni como hablantes ni como oyentes, un grupo en el que haya hombres, mujeres e identidades no binarias. En estos casos, la -e sí sustituye a la -o como genérico con todo lo que eso conlleva: nuestro sistema cognitivo androcentrista por naturaleza vuelve a jugárnosla y así desaparecen elles, desaparecemos nosotras y son ellos de nuevo el sujeto protagonista. No hay ningún estudio hasta la fecha que demuestre que el uso de la -e como genérico conlleve una inclusión igualitaria de todos los géneros y, por tanto, con este tipo de uso se nos deja de incluir, de nuevo. No estoy diciendo con esto que la situación no pueda evolucionar y acabe siendo así, la evolución lingüística y social hablarán y quizás sí pueda llegar a haber una vocal universal en nuestro idioma que no discrimine a nadie. Pero, por el momento, ni la compro, ni la uso, ni la comparto.
Ahora bien, si lo que nos molesta es lo segundo… ¡bandera roja! Como feminista y lingüista que pelea por ese lenguaje no sexista e inclusivo que nos nombre y así nos incluya en el marco visual, y tras chocarme con tantos muros que pretenden hacernos retroceder, me parece como poco incongruente e hipócrita negarle esa llamada de inclusión a otras personas e identidades oprimidas, sea cual sea el tiempo que lleven pidiéndolo. ¿Es que esto va de coger turno como en la pescadería y solo puede pedir la siguiente cuando yo le dé la vez y si es que he dejado algo de pescado por comprar? ¿Hay un orden protocolario de llegada en la cola de búsqueda de espacio y representación personal y/o colectivo?
Entramos en la segunda parte del debate: el “déjame que yo termine mi lucha y ya luego te pones con la tuya”. Claro, porque no puede haber dos luchas a la vez, porque ya sabemos que la guerra en Ucrania ha parado el resto de guerras en el mundo y que cuando hace casi dos años llegó la Covid-19, la gripe y el cáncer se reunieron y decidieron parar en seco porque no había hueco para todas. Perdonad mi ironía y mis comparaciones poco agradables, pero es que ese argumento no me deja de parecer otro más del manual de barra de bar de cuñado, solo que, esta vez, dado por la cuñada. Espero que se entienda el mensaje: nuestras luchas y demandas no son solo compatibles, sino complementarias, y es irrisorio exigir inclusión jugando a la exclusión.
¿Y si queremos evitar esa verborrea vocálica, qué hacemos?
Como propuso otra compañera y como hemos aprendido, se puede sortear esa incomodidad y hastío para hablante y oyente que supone el uso del desdoble continuo iniciando el discurso con un “Buenos días a todas las personas de la sala” y siguiendo con un “quienes estén de acuerdo que levanten la mano”. Sin a, e, ni o; asunto resuelto y todo el mundo contento. O no.
En la teoría, es muy socorrido (y necesario, que no se me malentienda, pero de esto ya escribí) acudir al uso de sustantivos colectivos como personas, alumnado, personal, ciudadanía o presidencia. En la práctica, veo al menos dos problemas: el primero es que la propia naturaleza discursiva nos va a acabar obligando a llegar a un sustantivo o a un adjetivo en los que vamos a tener que usar una marcación de género nos guste o no, a no ser que queramos ser Rajoy 3.0 (porque el 2 ya está cogido) y así nuestro mensaje acabe siendo un “Somos las personas las que votan a las personas de las personas y no sigo porque somos muchas personas”. El segundo es que, al decir personas, estamos dejando de nombrar abiertamente a quien integre ese conjunto y esto, nos hayamos dado cuenta o no, va en contra de lo que estamos peleando desde la lingüística feminista. De hecho, una de las citas que más usamos para derrotar al masculino (no)genérico es la famosa frase del filósofo George Steiner: “lo que no se nombra, no existe”. Exigimos, con toda nuestra razón, que se nos nombre, que si hay un -os, también haya un -as porque, si no, no existimos. Esta cita nos refuerza y nos interesa hasta que es otro colectivo el que pide que también se le nombre, que también existan. ¿Vemos ahora la inconsistencia? Lanzo pregunta: ¿quién somos nosotras para no nombrar cuando estamos exigiendo que se nos nombre?
Se me ocurren otras tantas preguntas que lanzar, pero se me va terminando el espacio, así que espero con este artículo haber invitado, al menos, a la reflexión. Termino diciendo que este no es un proceso fácil, que el uso del lenguaje inclusivo es un viaje de deconstrucción y aprendizaje constante y que incluso las que hacemos lo posible por usarlo nos tropezamos una y mil veces. Lo mismo con la -e: queda mucho por reflexionar, deconstruir, debatir, luchar y hacer. Por aprender. Podemos mirar hacia el norte, a la Academia de la Lengua en Suecia, que ya introdujo el nuevo artículo no-binario, hen, o al inglés, donde el pronombre they como identificador de esta identidad no solo está más que aceptado, sino que fue declarado palabra del año por el diccionario Merriam Webster en 2019. Me da a mí que lo que se está debatiendo no es cuestión de pronombres ni de vocales.
¿Qué va a pasar? No lo sé. ¿Qué podemos hacer? Abrir la mente, seguir jugando con el español y viendo lo bonito y lo bien que evoluciona, y este usuario de Twitter no pudo resumirlo mejor. Recordad que las normas las dicta su Santidad la RAE, pero el idioma es de los, las y les hablantes.
[1] Bengoechea Bartolomé, M. (2015). Lenguaje y género. Madrid: Síntesis
María nos matan por ser mujeres, ganamos menos por lo mismo, hay feminización d ela pobreza, en Irán, ya ves, las matan por no llevar velo….el femnismo tiene prioridades: alcanzar la igualdad real de hombres y mujeres. Las mujeres no somos una minoría, somos más de la mitad de la humanidad y se nos considera inferiores a la otra mitad masculina. La homosexulaidad, la transexualidad no ha sido nunca unproblema enel feminismo, lo que sí es unproblema es que se nos imponga en la agenda los intereses de una minoría, asociada a una hipersexualización de los géneros contra lo qhe hemos luchad siempre: que cada persona vista como quiera, tenga la sexulaidad que quiera y la libertad de ejercerla sin encasillamientos ni sometimientos hormonales prematuros e irreversibles que le van a hacer depender de la industria farmacéutica toda la vida, por no hablar de intervenciones quirúrjicas a la carta en una edad temprana. En Inglaterra y otrospaíses occidentales,las feministas han conseguido para esas leyes que identifican sexo y género. sin embargo, como dices, en México y Argentina, donde hay feminicidio y más violencia mchista, se entretienen en introducir ese tercer género en el lenguaje, cuando sería más efectivo trabajar para que no exisitieran esas diferencias sociales por razones de género que solo hacen perpetuar el patriarcado.
María nos matan por ser mujeres, ganamos menos por lo mismo, hay feminización de la pobreza,… En Irán, ya ves, las matan por no llevar velo. El feminismo tiene prioridades: alcanzar la igualdad real de hombres y mujeres. Las mujeres no somos una minoría, somos más de la mitad de la humanidad y se nos considera inferiores a la otra mitad masculina. La homosexualidad, la transexualidad no ha sido nunca un problema en el feminismo, lo que sí es un problema es que se nos imponga en la agenda los intereses de una minoría, asociada a una hipersexualización de los géneros contra lo que hemos luchado siempre: que cada persona vista como quiera, tenga la sexualidad que quiera y la libertad de ejercerla sin encasillamientos ni sometimientos hormonales prematuros e irreversibles que le van a hacer depender de la industria farmacéutica toda la vida, por no hablar de intervenciones quirúrgicas a la carta, en una edad temprana. En Inglaterra y otros países occidentales, las feministas han conseguido para esas leyes que identifican sexo y género. sin embargo, como dices, en México y Argentina, donde hay feminicidio y más violencia machista, se entretienen en introducir ese tercer género en el lenguaje, cuando sería más efectivo trabajar para que no existieran esas diferencias sociales por razones de género que solo hacen perpetuar el patriarcado.
Creo que se está malinterpretando el debate que se ha querido expresar en este artículo.
La problemática de la -e, que es un quebradero de cabeza, creo que se ha argumentado muy bien en el artículo y se han intentado mostrar muchos puntos de vista diferentes bien justificados.
Los ejemplos que citas sobre Irán, los asesinatos… son aplicables también a esa minoría real que también sufren las consecuencias de tratar de vivir en libertad, que es lo mismo que queremos las mujeres.
El hecho de que en países como Reino Unido no triunfe ese uso lingüístico para diferenciar el género creo que se debe a que a esa lengua (el inglés así como otras lenguas sajonas y germanas) no hace diferenciaciones, algo que si sucede en el castellano.
Entretenerse en tratar de beneficiar a la población minoritaria chilena y argentina no me parece una pérdida de tiempo, pues creo que muestran una tremenda empatía. Quizás el hecho de que en países de América latina exista ese feminicidio (aquí abro debate) esté más relacionado con la pobreza, la inestabilidad económica y política o quizás, quien sabe, al estrecho lazo al catolicismo.
Está claro que jamás podremos estar de acuerdo todos y todas, pero creo que este tipo de debates está bien abrirlos para remover conciencias, como bien dice María Muelas en su artículo, y enfocarnos en la meta que todos queremos alcanzar y es que podamos vivir en paz.
Las primeras jornadas 123Educafem tituladas Educar desde la Raíz efectivamente fueron muy provechosas y a la vez reflexivas.
Tras la intervención de la gran Catedrática Mercedes Bengoechea surgió este debate iniciado por Maria Muelas que fue apoyado por parte de audiencia. Sin embargo, desde el seno de 123Educafem apoyamos la afirmación que Mercedes hizo con respecto a los comentarios que surgieron y con el que la asociación claramente coincide, sus palabras, se resumen asi:
“La agenda feminista está en marcha, dejad al feminismo que tenga la oportunidad de continuar y completar su agenda, vamos a generalizar el uso de la -a antes de que nos la oculten de nuevo.”
Así que, complementando las palabras de la compañera Luz en el comentario anterior, vamos a dejar claro que las mujeres no somos una mínoria, somos más de la mitad de la humanidad y nuestra lucha, podrá ser paralela a otras, pero la nuestra es la de alcanzar la igualdad real entre mujeres y hombres y efectivamente queremos que se nos nombre, porque lo que se no se nombra no existe y MÁS DE LA MITAD DE LA HUMANIDAD, EXISTE.
Creo que este tipo de debates son necesarios, especialmente cuando María Muelas, como lingüista, saca a la luz un debate necesario tanto desde el punto de vista del feminismo como desde el propio punto de vista de la lengua.
Es un debate en el que jamás se va a lograr un consenso, pero mostrar la exclusión que están sufriendo por parte de esa minoría es algo que debe hacerse visible y que se debe tratar, aunque no se consiga una opinión común.
Aún queda mucho por hacer en la lucha feminista y en alcanzar la igualdad real, pero considero que excluyendo a quienes buscan lo mismo que nosotras lo único que conseguimos es perder el punto común que tenemos y es que todos somos personas que quieren vivir su vida libremente.
Dicho esto, que cada uno hable con la -a, con la -o o con la -e, pero que el fin sea para sumar y no para dividir.
Un saludo compañeras
De acuerdo contigo, Clara, se trata de sumar y no dividir. Pero mira, ¡qué casualidad! que cuadno el feminsimo estaba logrando mayores éxitos, surja este tema ajeno a nuestra agenda, o al menos muy tangeical porque es el de una minoría, y s eimponga para dividirnos. como dice María es algo más que una -e lo que se discute, es un tema que pone en peligro las herramientas de acciónpositiva de las políticas de igualdad que tanto éxito han tenido, pone en peligro la extensión del feminismo en países dond ela mujer más lo necesita, pone en peligro, sobre todo, el voto que necesitamos para poder estar en los gobiernos y seguir apicando medidas contra el patriarcado, pone en eligro que lso lobbies farmacéuticos nos utilicen y quiten la libertad de desarrollarse libremnete en la opción sexual que quieran, sin hipersexualización ni discriminación por género, que es lo que queremos las feministas…Se trata de ver prioridades….Desde luego, se habría necistado un debate antes y más global. Todavía lo necesitamos. No se trata de restar derechos a una minoría, ni mucho menos, sino de ir contra el barrido de las mujeres que sutilmente se está haciendo.
Creo que el problema reside en que no se quiere ver que todas estas personas son feministas. En lugar de intentar lograr el beneficio de todos parece que se está anteponiendo a la mujer y solo a la mujer. El feminismo se supone que lucha contra el machismo y el patriarcado, algo que afecta a mujeres, hombres, homosexuales, personas no binarias, transexuales…
No se está haciendo un barrido a la mujer, al contrario, se están sumando fuerzas al objetivo en común que es que el machismo sea un cuento del pasado. Si vamos todos en la misma en la misma dirección, ¿para qué ir por diferentes caminos?
El movimiento feminista ha logrado muchas cosas en los últimos años, una de ellas considero que es que el colectivo LGTB+ tenga más fuerza que nunca. Si de verdad el pensamiento es que es una casualidad y que su objetivo es una imposición al movimiento feminista, creo que no se entiende la fuerza que tiene el hecho de que haya unidad contra el machismo sea cual sea la persona que lo haga.
Y como cuestión de prioridades, recordemos que la unión hace la fuerza.