Como cada domingo último de mes, de 12 a 13 pm, Mujeres de Negro contra la guerra nos concentramos en la plaza Mayor de Madrid para decir ‘No’ a la guerra. Este último mes de mayo, lo hicimos también para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme. En 1982, en el mismo día, mujeres antimilitaristas instalaron el primer campamento de Paz de las Mujeres en Greenham Common (Reino Unido), para protestar contra las armas nucleares y la carrera armamentista que, liderada por la OTAN, se estaba llevando a cabo en el mundo. Diez años después, el 18 de mayo de 1992, esa base militar fue declarada ilegal por el Tribunal Supremo.
Somos herederas del movimiento de oposición a la Primera Guerra Mundial, pues seguimos utilizando hoy en día la gran mayoría de las herramientas de protesta llevadas a cabo en ese tiempo: manifestaciones, encadenamientos, huelgas de hambre, huelgas de alquileres, señalamiento de criminales de guerra, apoyo a la deserción, apoyo a personas refugiadas de todos los bandos, etc. En 1915 también organizamos el Congreso Mundial de la Haya, donde se reunieron más de mil mujeres para reivindicar una sociedad más justa, digna y libre de enfrentamientos bélicos y guerras.
A pesar de las condiciones adversas y los peligros a los que se exponen, mujeres de todo el mundo trabajan cada día a favor de la paz y contra la guerra, desde territorios inmersos en conflictos armados o guerras. También lo hacen en zonas sin conflictos declarados, denunciando a los gobiernos y los actores armados implicados en el desarrollo, el tráfico y la exhibición de armamento destinado a la destrucción y/o la muerte. Hoy nos unimos a las Mujeres de Negro contra la Guerra de todos los países y hacemos nuestro su discurso.
En estos momentos existen 56 guerras en activo, destacan por su crueldad las de Gaza, Ucrania y Sudán. Especial atención merece Palestina, con más de 35.000 víctimas mortales en menos de un año, el 70% mujeres y niños, además de un número incalculable de desaparecidos y casi dos millones de desplazados. Más que una guerra es un genocidio.
Consideramos las guerras como el mayor exponente de todas las violencias contra las mujeres, la sociedad y el ecosistema. Las guerras son un crimen contra la humanidad que perjudica de manera especial y mayoritaria a las mujeres.
Aunque la violencia sexual haya sido reconocida a nivel internacional como crimen de guerra, las víctimas pocas veces llegan a encontrar justicia y reparación. Otras violencias que sufren las mujeres no se incluyen en los procesos de paz como efectos de las guerras, no hay reparación ni indemnizaciones para estos daños menos nombrados: miedo, estigmatización, separación de familias, frustración de expectativas de vida, empobrecimiento, soledad, traumas psicológicos de quienes regresan del frente, obligación de cuidar, pérdida de la casa y la comunidad, pérdida de infraestructuras civiles y servicios públicos básicos, deterioro de valores, desconfianza, exaltación de la fuerza y la violencia, etc. Además, después de las guerras, la recuperación del tejido social, los valores y los cuidados suele recaer sobre las mujeres.
Las mujeres objetamos al militarismo desde múltiples aspectos:
♀ Objeción al reclutamiento del ejército, tanto en tiempo de paz como de guerra.
♀ Objeción al armamentismo, desde la objeción para no contribuir con sus impuestos –objeción fiscal a los gastos militares-, hasta la objeción laboral a colaborar con empresas de armamento.
- Objeción a la intervención armada en otros países.
- Objeción a la militarización de la vida cotidiana, de la cultura, de la sociedad…
- Objeción al patriarcado y sus jerarquías.
Estamos en contra de las guerras y de todo militarismo, porque éste se sostiene en el orden patriarcal establecido, un sistema de dominación e injusticia que no garantiza un desarrollo humano justo y sostenible; no creemos en la lucha armada porque perpetúa la ley del más fuerte. El militarismo es transmisor y exaltador de valores machistas que en nada favorecen la equidad y la igualdad de oportunidades. Alimenta la normalización de la violencia y devalúa el cuidado de la vida en toda su integridad; mantiene una visión dicotómica del mundo, la división del mismo entre amigos/ enemigos; nosotros/ ellos; morir/matar; conmigo/contra mí. El ejército y su armamentismo son una apología de la muerte frente al valor de la vida.
Para nosotras ningún ejército defiende la Paz, las mal llamadas guerras humanitarias son un engaño más en el nuevo modelo de Defensa que impone el miedo.
Es urgente y necesario fortalecer el trabajo de Educación para la Paz con perspectiva de género, que tiene como finalidad la formación de una persona “noviolenta”, que pueda alcanzar su pleno desarrollo y aprenda a resolver los conflictos de forma negociada. La educación para la Paz, la resolución noviolenta de conflictos en ámbitos privados y públicos, la cultura del cuidado (cuidado de personas, cuidado del Planeta) son herramientas mucho más útiles para defender la vida.
Queremos que se tomen medidas urgentes encaminadas a la erradicación de la investigación, fabricación y venta de armas, para acabar con este comercio que alimenta la violencia y los conflictos que asolan hoy a la humanidad.
Propugnamos una salida negociada de los conflictos porque es más estable y segura. Para que sea efectiva debe contemplar las necesidades de la población civil y de las mujeres en particular. Las causas de los conflictos suelen estar relacionadas con la apropiación de recursos por parte de entidades poderosas. Por eso siempre salen perdiendo la población civil y el medio ambiente.
DEFENDEMOS la construcción de una sociedad verdaderamente democrática, igualitaria, basada en una cultura de paz, intercultural, dialógica, es decir basada en el diálogo, la resolución de los conflictos de forma negociada, la cultura del cuidado tanto de las personas como del Planeta.
NOS DECLARAMOS DEFENSORAS DE LA VIDA.
Terminamos con una cita de Mujeres de Negro contra las guerras: “Si la guerra es el principal enemigo de las mujeres, estaremos más seguras si consiguiéramos concienciar a la sociedad de que ningún gobierno tuviera autoridad para declarar una guerra”.