Vuelos bajo el agua – El somormujo lavanco

Vuelos bajo el agua – El somormujo lavanco

Un pestañeo y ya no está. Como por arte de magia el somormujo lavanco que teníamos enfrente de nuestros ojos, que portaba esa tranquila elegancia y ese caminar sosegado sobre el agua, acaba de desaparecer. Intentamos desesperadamente buscarlo a lo largo de la superficie del embalse de Alarcón, pero es en vano. Sólo queda el reflejo triste de este sol, casi otoñal, de septiembre.

El somormujo lavanco (Podiceps cristatus) es un ave acuática que a simple vista llama la atención por su silueta elegante y sus atractivos colores. Sus movimientos y su figura parecen estar a medio camino entre un estilizado pato y un famélico cisne. Un cuello alargado, continuado por una afilada cabeza, termina en un poderoso y puntiagudo pico. Es el representante más grande y atractivo de la familia de los zampullines y somormujos (Podicipedidae), caracterizada por sus habilidades buceadoras y sus llamativos plumajes de cortejo. En la provincia de Cuenca tenemos la suerte de poder compartir tiempo con nuestro amigo no solo en el embalse de Alarcón, también en el de Buendía, Entrepeñas o la Toba y, además, en cualquier época del año.

Dibujo de un somormujo con acuarela

El agua del embalse sigue inmóvil como si de un óleo sobre lienzo se tratara. Numerosas y apiladas motas negras, como leves pinceladas, rompen la cromática del azul: son fochas. Un poco más lejos, más: son ánades reales. Y en medio de todo el inmenso lago artificial, una silueta nace del agua: solitaria, perdida y con un pez en el pico. Y es que nuestro compañero pasa gran parte del tiempo buceando en busca de pequeños peces los cuales constituyen su dieta. ¡Es capaz de permanecer más de medio minuto bajo el agua sin bombona de oxígeno ni traje de neopreno! Sin embargo, esta prodigiosa habilidad le pasa factura fuera del agua, convirtiéndose en un ave torpe e incompetente en tierra, y no muy buena voladora. No todo podía ser maravilloso dentro de las exigentes leyes de la naturaleza. Nada es perfecto.

Respecto a su plumaje, sus estivales diseños faciales con ojos rojos brillantes, extensiones bermejas y negras en sus mejillas y una cresta “punky” se entremezclan sobre un pecho y cuello blancos. Estas características vienen acertadamente señaladas en sus nombres en gallego (Mergullón cristado), catalán (Cabusó emplomallet) e inglés (Great Crested Grebe). Sin embargo, estos coloridos diseños se pierden en invierno y su plumaje se transforma en un aburrido y triste traje blanquinegro.

Dentro de su vida a medio camino entre el aire y el agua, existe un acontecimiento crucial que marca el transcurso del año. Su cortejo nupcial. Entre los meses de abril y junio, con objetivo de sacar adelante nuevos pequeños buceadores, la pareja de somormujos realizan una actuación digna de ser llevada a los mejores escenarios de teatro. Posturas osadas de carácter erótico, plumas hinchadas, miradas penetrantes y ningún paso en falso para culminar en un éxtasis con ambos individuos levantados sobre el agua uno enfrente del otro casi por arte de magia. Quien ha podido disfrutar esta danza acuática y ancestral no puede quedarse indiferente ni puede volver a mirar con los mismos ojos a estos locos enamorados.

El sol de septiembre se hunde entre los cerros del poniente y el aroma del pinar cercano junto a las intermitentes ráfagas a cieno envuelven este paisaje artificial creado unas décadas atrás. Caminando por estas polvorientas sendas junto al embalse se cuestiona uno la abrasadora capacidad del ser humano de moldear la milenaria naturaleza en un segundo. Sin embargo, el somormujo lavanco, amante fiel durante milenios a las lagunas de aguas profundas, ha sabido adaptarse y ha encontrado en estos embalses su nuevo hogar.  Observar cómo aparece y desaparece otorga un carácter mágico, un halo de invisibilidad eterna y ocultas historias bajo el agua donde el ser humano sólo puede bucear con sus pensamientos. El somormujo lavanco juega con nuestra percepción, dentro de una atmósfera entre lo natural y lo ficticio, entre el agua y el cielo, como si de la misma vida se tratara.

Te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
te mataré mañana poco antes del alba
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños
y será como cópula o semen en los labios
como beso o abrazo, o como acción de gracias

te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra
y en el pico me traiga la orden de tu muerte
que será como beso o como acción de gracias
o como una oración porque el día no salga
te mataré mañana cuando la luna salga

(…)

te mataré mañana y amaré tu fantasma
y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo
los ensueños del sexo, los misterios del semen
y será así tu lápida para mí el primer lecho
para soñar con dioses, y árboles, y madres
para jugar también con los dados de noche
te mataré mañana cuando la luna salga
y el primer somormujo me diga su palabra.

Leopolodo María Panero (1984)

Esta entrada tiene un comentario

  1. Laura

    ¡Me encanta! Tirso, me encanta cómo te expresas y cómo describes la ecología del somormujo. Gran trabajo, con este y más artículos tuyos que he leído.

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