Vamos a conocer la riqueza micológica que nos ofrece el Monte de Utilidad Pública 151, a través de un paseo por las cuatro estaciones que nos llevará a descubrir parajes de ensueño y los grandes tesoros ambientales que alberga este monte situado en el corazón del Parque Natural de la Serranía de Cuenca.
Además de los importantes valores faunísticos, florísticos y geológicos, el MUP 151 nos brinda la oportunidad de conocer una gran variedad de setas y hongos dignos de mencionar y conservar. Se trata de un lugar de referencia para todos los aficionados al apasionante mundo de la micología y el aprovechamiento de este recurso debe realizarse de forma sostenible y en equilibrio con su correcto desarrollo.
Caminaremos por la ribera del río Júcar, el arroyo del Rincón y la Laguna de Uña, entre los extensos pinares que cubren las laderas de la Muela de Valdecabras y los robledales que se deslizan bajo la Muela de la Madera, además de visitar los prados y pastos que antaño sirvieron como alimento para el ganado, todo ello, acompañados de una gran diversidad biológica y viajando por las diferentes estaciones del año.
En este paseo, vamos a recorrer e interpretar los diferentes ambientes que podemos observar en Uña, con el fin de conocer las setas y plantas asociadas a cada hábitat que, a su vez, dependerán del tipo de suelo en el que nos encontremos. La Serranía de Cuenca se caracteriza por la roca caliza y un clima de montaña que le otorga una riqueza natural incalculable, pero también encontraremos afloramientos silíceos con una vegetación diferente, y es que la diversidad geológica de la que hablamos sustenta una gran variedad de plantas que nos ayudarán a interpretar nuestro entorno y predecir las especies micológicas que podemos encontrar en cada hábitat.
La micología es una buena manera de aprender a observar la naturaleza y descubrir todos los secretos que aguarda, ya que en el mundo de las setas y hongos se unen varios factores determinantes como son geología, botánica y las condiciones climatológicas de un espacio determinado, dando como resultado una experiencia única para el visitante, un importante recurso para la población local y un elemento fundamental para mantener un ecosistema saludable.
Primavera
El MUP 151 renace y viene acompañado de sus campos cargados de vida, multitud de flores y plantas que servirán de alimento para los insectos polinizadores y otros habitantes de nuestros bosques, bajo ellas y si las lluvias son agradecidas, una gran variedad de setas y hongos harán disfrutar a todos los amantes de la naturaleza.
En los hábitats de ribera, pinares, robledales y zonas de arrastre de madera, podemos localizar diferentes especies del género Morchella, conocidas popularmente como colmenillas o cagarrias que, a pesar de su extraordinaria fama, serán comestibles bajo previo tratamiento, para ello se aconseja deshidratar y hervir las setas antes de su consumo. Tendremos especial precaución de no confundirlas con los bonetes (Gyromitra esculenta), especie muy tóxica localizada en las zonas de pinar y que su aspecto cerebeloso nos da que pensar.
Pero además de las Morchellas, también veremos otras setas muy apreciadas como las senderuelas (Marasmius oreades) siempre protegidas entre los corros de brujas que atraen con su encanto hechizante, o el champiñón campestre (Agaricus campestris), especies que se extienden en los prados y pastos de montaña.
Y la reina de las setas de primavera es el perrechico, perrochico o Seta de San Jorge (Calocybe gambosa) en honor a su época de aparición, una especie considerada excelente comestible y muy buscada por todos los seteros que recorren las zonas herbosas y más húmedas de los prados y pastos que podemos localizar en el MUP 151, sobre suelos básicos y bajo endrinos, espinos y otras rosáceas, formando esos corros de brujas tan característicos que destacan entre el manto verde que los rodea.
Verano
Llega la época estival con temperaturas más altas y algunas tormentas vespertinas, ideales para la fructificación de especies termófilas de gran valor culinario, como son el boleto negro (Boletus aereus) o el boleto de verano (Boletus reticulatus) que se esconden bajo los robledales de carácter silíceo, acompañados de jaras y cantuesos que nos indicarán que estamos sobre el terreno adecuado para su búsqueda, en la que también encontraremos de manera muy puntual alguna Amanita caesarea, considerada la reina de las setas.
Otoño
Los bosques visten sus mejores galas y podemos disfrutar de una amplia gama de colores y aromas, viviremos una experiencia sensorial gracias al colorido de los árboles caducifolios, los frutos y bayas de algunos arbustos y por supuesto, las setas. La estación otoñal es la temporada en la que podemos observar un mayor número de especies, siendo el momento del año más esperado por todos los aficionados a la micología.
Aunque no solo hay setas en el suelo, si levantamos la cabeza para admirar el paisaje, escuchar el canto de las aves y alzar la vista a los árboles de nuestro entorno, podremos observar algunos hongos yesqueros como Fomitopsis pinicola en los pinos o Fomes fomentarius en los chopos, no comestibles, pero cumpliendo su función de hongos saprófitos que se alimentan y descomponen la materia orgánica muerta, convirtiéndola en nutrientes para el terreno, además de servir en otros tiempos como yesca para mantener el fuego. A los pies de algunos árboles, podemos encontrar lengua de buey (Fistulina hepatica), especie interesante por sus propiedades medicinales, o la admirada seta de ostra (Pleurotus ostreatus) que recubre la madera de sauces y chopos. Los bosques de ribera albergan otra seta que se refugia entre los tocones y hojas caídas de los chopos, árbol que le otorga la vida y su nombre popular, estamos hablando de la seta de chopo (Ciclocybe aegerita).
Si avanzamos a las zonas de pradera, la reina es la seta de cardo (Pleurotus eryngii), con el permiso de las senderuelas y champiñones campestres, es una de las especies más apreciadas y consumidas en la zona, que acompañan al cardo corredor en su viaje.
Los pinares nos ofrecen un abanico de variedades, algunas excelentes comestibles como la angula de monte (Craterellus lutescens) que tapiza los mugos con su intenso color amarillo, los Boletus edulis sobre sustrato silíceo y en las zonas de pino albar, o el Suillus granulatus también conocido como boleto anillado, muy común y nada despreciable si lo sabemos tratar. Pero también veremos otras especies no comestibles o incluso tóxicas del género Clitocybe, Tricholoma o Cortinarius que cumplen su función en el ecosistema.
Mención especial a la seta protagonista de los pinares del MUP 151, el níscalo o mizclo, Lactarius deliciosus que encontraremos en zonas de pino albar o pino rodeno sobre suelos ácidos y, Lactarius sanguifluus asociado al pino negral o albar en terrenos básicos, ambos considerados excelentes comestibles y que expulsan un látex de color anaranjado que los delata, buen detalle para diferenciarlos del tóxico falso níscalo (Lactarius chrysorrheus) que observamos asociado al roble y su látex es de color blanco.
Invierno
La estación invernal es dura en estos montes, nos trae una bajada importante de las temperaturas y las típicas heladas que se mantienen durante días, además de copiosas nevadas y un número de horas de luz muy reducido. A pesar de estos factores, se trata de una época con un encanto especial que nos ofrece algunas setas muy resistentes a estas condiciones tan adversas y hongos muy apreciados que requieren de ese frío.
Resguardados entre los herbazales y zonas arbustivas, encontraremos el pie azul (Lepista nuda) y el pie violeta (Lepista personata) que nos atraen con sus intensos colores y tonos morados, además de las negrillas (Tricholoma terreum) que nos reciben en grupos números bajo los pinares calizos y otra especie, la seta platera (Infundibulicybe geotropa) en la que el nombre común nos indica el tamaño que puede alcanzar su sombrero.
En los terrenos calizos, veremos a los truferos titulares del aprovechamiento de trufas del MUP 151 trabajando con sus perros en busca de trufa negra (Tuber melanosporum), una joya natural y gastronómica. Estos parajes guardan un preciado tesoro bajo sus bosques, la composición del suelo y su climatología convierten los terrenos de Uña en un lugar privilegiado para el desarrollo de diferentes hongos hipogeos. La tradición trufera se ha basado en la recolección de trufa negra por su gran valor culinario, siendo su temporada de diciembre a marzo, pero no olvidemos el interés científico, incluso gastronómico, de otras tantas especies que podemos encontrar.
Vamos a destacar algunos requisitos para su búsqueda y recolección, puesto que se trata de un aprovechamiento forestal regulado y debemos hacerlo siendo titulares de dicho aprovechamiento. Otro requisito será nuestro fiel compañero de trabajo, el perro, el increíble olfato de estos animales nos ayudará a localizar las trufas maduras. Y por último, necesitamos la herramienta reglamentaria, el machete trufero, cuya hoja de hierro o acero inoxidable no es cortante y de esta manera evitamos dañar las raíces del árbol asociado.
Las zonas de producción de Tuber melanosporum se sitúan en terrenos calizos, viviendo en simbiosis con robles, encinas o avellanos, formando los famosos “quemados” a su alrededor. Esto es algo muy característico de las trufas, que no permiten el crecimiento de otras plantas o arbustos en el lugar donde se desarrolla el hongo, absorbiendo una gran cantidad de nutrientes. Es habitual observar cómo están escarbados por animales salvajes, principalmente el jabalí, pero también por tejones, conejos o zorros.
Cada vez podemos encontrar más información sobre la micología y la truficultura, a través de cursos especializados, ferias o actividades medioambientales de carácter divulgativo. Las setas y trufas suponen para el municipio un impulso económico con los ingresos que generan sus aprovechamientos y el turismo asociado, el valor ecológico gracias al mantenimiento de los montes truferos y social por combatir la despoblación en el medio rural.
Pese a la fama popular, el mejor setero o trufero no es el que más recolecta, sino el que mejor interpreta la naturaleza, sabiendo aprovechar los recursos que nos ofrece y cuidándola para su desarrollo óptimo. El monte nos habla, solo tenemos que observarlo con detenimiento, aplicar los cinco sentidos e interpretar lo que nos dice. Con mirar al frente y observar algunos detalles, ese paraje nos está orientando sobre que especies micológicas podemos encontrar, y así disfrutaremos al completo de una buena jornada de campo en el Monte de Utilidad Pública 151, bajo la atenta mirada de un futuro incierto para las setas y hongos, debido a los efectos del cambio climático y algunas prácticas de recolección que afectan a su correcto desarrollo, algo que podemos corregir si aplicamos algunas acciones enmarcadas dentro de la educación ambiental y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.