Los Gamones (Asphodelus sp.)

Los Gamones (Asphodelus sp.)

El gamón era para mí, en mi infancia, una planta prosaica, vulgar, una especie de patata alargada o boniato escuálido, muy valorada, eso sí, como forraje para los gorrinos que, por entonces, se criaban y mataban en casa. “Del gamón el buen jamón”, se oía decir. Era tan buscado que en algunos pueblos conquenses se llegó a establecer vedas, para preservar su conservación.

Pero aquel gamón familiar, cuyos tubérculos del color de la tierra se cocían para los cerdos, se me trasfiguró, cuando lo vi florido, en una joya impresionante. Quien lo ve por vez primera en el momento culminante de su floración, acompañado de cientos o miles de congéneres en un extenso gamonal, se queda boquiabierto.

Las hojas largas, grandes, puntiagudas, parecidas a espadas curvadas, brotan y caen como un rico surtidor de chorros verdes en el suelo pobre y pedregoso. En el centro de esta rosa de los vientos surge una espiga alta, como un tallo sin hojas, que a veces supera la altura de un hombre. Es una columna verde, a lo largo de la cual se distribuyen flores y frutos. Grandes flores de seis pétalos blancos con una venita de canela en medio. En el centro de la flor, emparejándose con los pétalos, destacan los hermosos estambres, airoso candelabro de seis brazos, de un blanco vivo y gruesas cabecitas o anteras del color del tabaco.

A medida que las flores, por escala de edad, de abajo hacia arriba, son paulatinamente fecundadas se van convirtiendo en frutos redondos. Unas y otros conviven. Los pétalos no caen, sino que se cierran como un capuz sobre el frutillo. Y a medida que la bola frutal engorda y engorda ese capuz se queda más pequeño y, antes de desprenderse definitivamente, queda adherido levemente en su extremo esférico.

Hojas, tallos y frutos están recubiertos de una pátina de cera blanca que hace opaco el verdor. Simplemente con que los toques aparece bajo tus dedos un verde vivo y brillante antes oculto.

Hay un momento en que, en el mismo tallo, conviven grandes frutos maduros color del cuero, más arriba los frutillos recientes cubiertos por el capuz residual y en el extremo las últimas flores que pronto serán fecundadas.  Y entonces los tallos, antes enhiestos y airosos, se doblan y abaten, incapaces de sostener el peso de la fructificación.

Es una hierba vivaz. Lo que vemos es sólo su efímera parte floral. Su parte vegetativa, perenne, está enterrada, oculta a nuestros ojos. Sus verdaderos tallos son subterráneos, los llamados rizomas, que crecen y crecen horizontalmente colonizando nuevos espacios. A veces nos confundimos y pensamos que son raíces, pero no lo son, son tallos que en vez de desarrollarse en vertical sobre el suelo y hacia el cielo, lo hacen tumbados bajo tierra protegiéndose dentro de ella de las heladas del invierno y del tórrido sol en verano. De estos rizomas nacen las verdaderas raíces, los tubérculos, las hojas y los tallos florales. Gracias a las reservas nutritivas de sus tubérculos puede tener el gamón un desarrollo aéreo tan espléndido en unos suelos tan pobres y secos.

Este dato biológico del gamón no quedó oculto a los griegos que lo incorporaron a su mitología. Como Perséfone, pertenece al mundo subterráneo, pero en primavera resucita a la luz. El Campo de Asfódelos (nombre griego y latino de los gamones) representaba un sugestivo lugar sin sol regido por Hades donde las almas de los héroes muertos y de aquellos que no merecían ni premio ni castigo, deambulaban eternamente.

Dice Robert Graves en “Los mitos griegos” [1] :

“La primera región del Tártaro contiene los sombríos Gamonales, donde las almas de los héroes vagan sin rumbo entre la multitud de muertos menos distinguidos que se agitan como murciélagos. Su única alegría es las que les proporcionan las libaciones de sangre que les ofrecen los vivos: cuando beben vuelven a sentirse casi hombres. Más allá de estos campos se encuentran el Érebo y el palacio de Hades y Perséfone. Cerca de allí, los espíritus recién llegados son juzgados diariamente por Minos, Radamantis y Éaco, en el cruce de tres caminos. A medida que se van dando los veredictos, los espíritus reciben instrucciones de tomar uno de los tres caminos: el que lleva de regreso a los Gamonales, si no son virtuosos ni malvados; el que conduce al campo de castigos del Tártaro, si son malvados, o el que lleva a las huertas del Elíseo, si son virtuosos”.

Sus propiedades y usos son innumerables.  Recogemos, a modo de resumen, el siguiente texto [2] :

“Como alimento se pueden comer sus tubérculos, tras haberlos humedecido y frito previamente para eliminar los compuestos astringentes, y el tallo joven, las hojas y las semillas tostados. Además, tras la fermentación de sus tubérculos se extrae alcohol para combustible, colorantes amarillos y pardos para teñir la lana (Egipto), y de su pulverizado, una vez secos, se obtiene una sustancia adhesiva útil para varios fines. Como medicinal se usa para el tratamiento de eccemas de la piel mediante el frotamiento con los tubérculos cortados, las cenizas de las raíces contra la alopecia, el agua de decocción de hojas y tallos para el tratamiento de parálisis y el jugo de sus cápsulas frescas contra el dolor de oídos”.

Pertenecen a la familia de las Liliáceas, en la que se incluyen, a pesar de sus diferencias morfológicas, especies comestibles tan conocidas como los ajos, los puerros, las cebollas y los espárragos, y otras ornamentales como azucenas, fritilarias, tulipanes, jacintos y hasta los famosos dragos de Canarias.

En la Serranía tenemos gamonales en abundancia. Los podemos ver por los montes de los alrededores de la capital. Los hay espléndidos en la subida a la Fuente del Arenazo desde Uña, en los altos antes de llegar desde Cuenca a Buenache de la Sierra y a Las Majadas, por la Ciudad Encantada o en la Dehesa de Cotillas. Pertenecen a la especie más abundante entre nosotros, el Asphodelus cerasiferus, el de los frutos gordos y redondos, adaptado preferentemente a suelos calizos. Pero tenemos otro, el Asphodelus serotinus, más escaso, de terrenos arenosos, de flores y cápsulas más pequeñas en forma de huevecillo. Los gamones son hierbas propias del Mediterráneo. En la Península Ibérica y el Noroeste de África es donde más especies se pueden observar y donde se encuentran sus hábitats preferidos.

Quien no los conozca ¿A qué espera?

Bibliografía

[1] Graves, R. (2015).  Los mitos griegos (pp. 51-52). Editorial Ariel. (Trabajo original publicado en 1985).

[2] Castroviejo, S. (2013). Flora Ibérica. Vol. XX, Liliaceae-Agavaceae (p. 278). Editorial Real Jardín Botánico; Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Para saber más

Font i Quer, P. (1960). Botánica pintoresca. Ramón Sopena.

Font Quer, P. (1953). Diccionario de botánica. Labor. Barcelona.

Núñez, D. R., & Castro, C. O. (1991). La Guia de Incafo de las Plantas Utiles y Venenosas de la Peninsula Iberica y Baleares.

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