En las zonas más elevadas se forman los páramos o “muelas”, lugares escarpados por los bordes rayos de sol. Allí encontramos bosques abiertos del pino negral que acabamos de describir, pero estos son más ralos y pequeños, debido a las duras condiciones climáticas. Estos bosquetes pueden ser alternados por sabinares de sabina albar (Juniperus thurifera), que se adaptan muy bien a este tipo de laderas pedregosas y escarpadas. Antiguamente muy populares en la industria maderera por su rico aroma y resistencia a la podredumbre pero que, a día de hoy, están protegidos por su uso descontrolado y lento crecimiento. Estas sabinas también eran muy conocidas por ser repelente de polillas y gorgojos, utilizando el corazón de su madera en armarios y cajones e incluso en cámaras de trigo y cebada.
Si seguimos descendiendo por la roca, la naturaleza se hace hueco entre las escarpadas hoces. Lugares inhóspitos sin sustrato suficiente para anclarse, sin embargo, hasta aquí podemos encontrar vegetación de lo más interesante. Como ejemplos de este tipo de vegetación rupícola podemos encontrar a los zapatitos de la virgen (Sarcocapnos enneaphylla), el protegido té de risca (Jasonia glutinosa) que nos ayuda hacer la digestión, y la preciosa pero tóxica dedalera negra (Digitalis obscura). También podemos encontrar al guillomo (Amelanchier ovalis) el cual fue rechazado por las abejas. Estas tuvieron una conversación con Dios que decía así:
“Flor del guillomo comeré y a quien pique mataré”
A lo que Dios le respondió:
“Flor del guillomo no comerás y a quien piques tú morirás”
Si seguimos nuestro viaje por la roca, al abrazo de las hoces, podemos trasladar nuestra mente a Centroeuropa sin tener que desplazarnos, y encontrar especies raras en nuestra zona. Verdaderos tesoros que nos ofrece la naturaleza. El mejor ejemplo de resiliencia lo tenemos en estos seres que luchan por sobrevivir en un clima que no es el suyo, aprovechando la humedad que se acantona al fondo de los valles y la profundidad de los suelos húmedos de los bordes de ríos y gargantas. Una de las mejores representaciones de estos bosques de elementos eurosiberianos la encontramos en el Rincón de Uña, donde podemos disfrutar de árboles como el avellano (Corylus avellana), de una belleza extraordinaria y hoja aterciopelada, cuya madera era utilizada por los gancheros para bajar los troncos por el río. Otros árboles característicos de estas zonas son los ahora preciosos por el otoño, con esas tonalidades ocráceas y doradas, el arce blanco (Acer pseudoplatanus) o el arce de Montpellier (Acer monspessulanum), el tilo (Tilia platyphyllos) cuyas flores se recolectan para hacer infusiones relajantes o el mostajo7 blanco (Sorbus aria) cuyo fruto tiene una doble peculiaridad, ya que si ingieres sus frutos inmaduros te estriñen, pero si te pasas de maduros, son laxantes. Hay que encontrar el término medio entre ellos.
Siguiendo nuestro viaje llegamos a las zonas de ribera que rodean la Laguna de Uña, el arroyo del Rincón y al río Júcar donde podemos apreciar las doradas choperas (Populus nigra) que guían la dirección del río seguido por las orlas de espinosas que lo protegen. Estas están formadas por arbustos como el majuelo (Crataegus monogyna), cuyas majuelas son muy apreciadas por las aves y es beneficioso para el aparato circulatorio. También podemos encontrar al rosal silvestre (Rosa canina), cuya esencia es ampliamente utilizada en cosmética y como cicatrizante, así como es muy conocido por su tapaculos ya que, como su nombre indica, tiene capacidad astringente. Estos dos últimos junto con otro compañero, el agracejo (Berberis vulgaris), son una verdadera fuente de vitamina C, que ni las más ricas naranjas pueden envidiar. También podemos encontrar al endrino (Prunus spinosa), del que se obtiene el pacharán.
Si nos seguimos adentrando en los ecosistemas acuáticos tenemos de camino al Rincón de Uña el arroyo que lleva su mismo nombre y que es acompañado por una larga sauceda de cuento. Esta es de sauce blanco (Salix alba) que, como otros sauces, contiene salicina, precursor del ácido salicílico o, de manera más mundana, la famosa aspirina. Entre los que se cuelan otras plantas como el aligustre (Ligustrum vulgare), de cuyas hojas secas se obtenía tinte y otras plantas herbáceas como el junco churrero (Scirpus holoschoenus) utilizado para sujetar los churros antiguamente. Otra planta muy curiosa que podemos encontrar en el interior del arroyo son los berros (Nasturtium officinale), indicadores de la buena calidad de las aguas.
Este arroyo nutre de forma natural la Laguna de Uña, enmarcada por la imponente Muela de la Madera. Además de que en sus inmediaciones le sigue la vegetación de ribera, en su interior encontramos una gran cantidad de carrizo (Phragmites australis), que arrebató el lugar a las huertas que rodeaban la laguna antes de la construcción del dique. Asimismo, cabe dar una mención especial a la única población del Parque Natural de pino acuático (Hippurus vulgaris) así como otras excelente especies acuáticas que le confieren un elevado valor botánico y paisajístico.
Podríamos hablar eternamente del amplio abanico de ecosistemas que confiere el MUP 151 y su rica biodiversidad vegetal como por ejemplo el gran número de orquídeas que podemos disfrutar allí. Así como seguiríamos impresionándonos de como la naturaleza es capaz de llegar a cualquier rincón y colonizarlo, por muy duras que sean las condiciones que le rodean.
Bibliografía:
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- Herbario Virtual del Mediterráneo Occidental. (s. f.). http://herbarivirtual.uib.es/
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- Moreno Valdeolivas, J. M. (2020). LOS GAMONES (ASPHODELUS SP.). Los Ojos del Júcar. https://losojos.es/ecologia/los-gamones-asphodelus-sp/
- Rodríguez, J. F. & Fajardo, J. (2007). Etnobotánica en la Serranía de Cuenca: las plantas y el hombre. Diputación Provincial de Cuenca – Sección de Publicaciones.
- Sorbus aria. Mostajo. (s. f.). Arbolapp. https://www.arbolapp.es/especies/ficha/sorbus-aria/