Una de las cosas que hace único al MUP 151 es la inmensa cantidad de ambientes diferentes que posee, labrados por el agua y la roca. Pequeños microclimas que han dado lugar a un amplio abanico de ecosistemas. Con una superficie aproximada de 2,300 ha podemos encontrar desde plantas que no son propias de ambientes mediterráneos hasta aquellas que son capaces de subsistir con muy pocas exigencias hídricas y un elevado grado de insolación.
Haciendo un viaje entre rocas, encontramos desde las altas parameras con esos pedregosos parajes bajando por las abruptas hoces hasta llegar al ambiente de ribera que recubre la Laguna de Uña, el arroyo del Rincón o el río Júcar. Así como podemos disfrutar de densos pinares, bosques relictos de ambientes más septentrionales o los pastos donde dejar al ganado. Todo un abanico de ecosistemas donde el ser humano estaba completamente integrado. Antiguamente éramos muy conscientes del tesoro que rodea al MUP 151 sacando buen provecho de ello sin romper los lazos que nos unían a él. Obteníamos infinidad de recursos de la naturaleza, ya sea para alimentarnos, cuidar nuestra salud o la gran cantidad de usos etnobotánicos que nos abastecía el MUP 151.
Al recordar la Serranía de Cuenca no podemos evitar pensar en una de sus señas de identidad, los densos pinares que la caracterizan. El Monte de Utilidad Pública 151 destaca por los ejemplares de pino negral o salgareño (Pinus nigra subsp. salzmanii) enmarcado entre dos enormes muelas. Estos pinares han sido el motor económico de la zona durante siglos gracias a la gran calidad de su madera. Compañero de estos pinares tenemos al boj o buje (Buxus sempervirens), cuyo nombre científico ya nos da pistas sobre sus condiciones de “siempre viva”, que viene a chivarnos que permanece verde durante todo el año. Antiguamente utilizados para construir cubiertos, mangos e incluso instrumentos, así como era empleado en el Día del Señor o del Corpus para engalanar las calles y altares o sustituían las escasas ramas de olivo de la serranía durante el Domingo de Ramos.
En el sotobosque de estos pinares encontramos herbáceas típicas de sustratos calizos como la aliaga (Genista scorpius), que pasa desapercibida e incluso es menospreciada por sus profundas espinas para luego estallar en un colorido manto de flores amarillas muy apreciadas por las abejas melíferas. Antiguamente era muy valorada, ya que genera una fuerte llamarada que se utilizaba para eliminar el pelo de los cerdos durante las matanzas. Del mismo modo es un planta enriquecedora de nuestros pobres suelos calizos mediante la fijación nitrógeno, cualidad de la familia de las leguminosas a la que pertenece.
Un buen ejemplo de estos pinares los podemos observar en la Hoz de Garcielligeros, que ocupa parte del MUP 151. Esta preciosa hoz destaca por sus muelas calizas que forman unas bellas y marcadas capas estratigráficas que ocultan la historia de lo que antes era un mar tropical, ahora integrado por estos densos pinares que se pierden al horizonte. No obstante, la frescura que se acantona al fondo de esta hoz esconde especies de lo más singulares propias de ambientes más septentrionales, como tilos centenarios de extraordinaria belleza dignos de preservar.
En primavera podemos apreciar entre estos pinares prados de gamones5 (Asphodelus albus), que se caracterizan por tener un tubérculo como raíz, un buen mecanismo que les permite protegerse de los incendios y rebrotar rápidamente. Caracterizado por tener unas preciosas flores blancas, era el alimento favorito de los muertos en la mitología griega. Llamado por los romanos y griegos como campos de asfódelos, eran el lugar para los héroes muertos, aquellos que no eran ni virtuosos ni malvados y que deambulaban eternamente por estos campos. Por ello, era usual enterrar a los muertos con gamones o entre los prados de estos para que tuvieran alimento en su viaje al más allá.
En estos pinares calizos también encontramos aromáticas como el tomillo4 (Thymus sp.), cuyo nombre científico (Thym) hace alusión a su agradable aroma. Popularmente conocido como especia para enriquecer nuestros platos, pero también tiene propiedades antisépticas y expectorantes, útil contra afecciones respiratorias y digestivas. Asimismo, en zonas umbrosas es muy común encontrar al eléboro1 fétido o hierba de los ballesteros (Helleborus foetidus), una planta tóxica de la cual se utilizaba su savia para impregnar las puntas de las flechas e infringir mayor daño al enemigo. Sin embargo, en zonas más soleadas podemos encontrar otras plantas medicinales como el marrubio2 (Marrubium vulgare), conocido popularmente por sus propiedades expectorantes y diuréticas.
Sin embargo, estos pinares son sustituidos en zonas más húmedas por quejigares de Quercus faginea. Hábitats de profunda belleza, podemos disfrutar del quejigar que enfrente del mirador de la Laguna de Uña hasta la llegada al Rincón. Se encuentra sobre un pequeño intruso afloramiento silíceo, donde podemos encontrar especies propias de sustratos ácidos como la jara (Cistus laurifolius), la brecina (Calluna vulgaris) y disfrutar del agradable aroma del cantueso (Lavandula stoechas), muy apreciada por las abejas melíferas, cuya esencia es cicatrizante.