La sencilla y humilde taina, a pesar de su aparente simpleza, es una entidad compleja y repleta de vida, un rico y milenario mundo de convergencias. Historia, cultura y naturaleza confluyen en un variado y humanizado ecosistema pecuario. En este corral de piedra primigenia, nacida del mismo suelo sobre el que se sustenta, yacen muchos misterios. Es la construcción más importante en el ancestral arte de la ganadería, base primigenia de la economía y la cultura humana. Entrar en la taina, aspirar el agrio olor que ha alimentado a la humanidad primera es volver al origen de los tiempos, cuando los pastores eran príncipes y dioses. La misma sensación olfativa, cálida y nutricia que acompañaba a los pastores bíblicos hijos de Adán y a los príncipes de Troya que guardaban los ganados de su padre. No son ya nuestras narices esterilizadas del siglo XXI aptas para entender lo que significa ese “hedor perfumado” para las sociedades pastoriles de nuestros padres y abuelos. Todo nos huele mal ahora. La corte del gorrino o la mano impregnada de gallinaza podrían oler mal en todo caso, pero nunca la cuadra de la mulas o la taina.
El ganado, que fundamentalmente se sustentaba en el campo abierto, pasaba las noches de invierno en la taina y allí esperaban a sus madres los corderos lactantes durante la primavera y el verano. Allí se esquilaba el ganado y se rabotaban las corderas. Y todo ello eran motivos de fiesta. La cálida taina y sus alrededores no solo era el espacio de guardar el ganado, de ordenar y distribuir las ovejas y los corderos, de protegerlos de las inclemencias del tiempo o de los depredadores, sino que también era un hábitat natural, un humanizado ecosistema en sí mismo.
La cagarruta de la oveja y de muchos otros herbívoros parece un fruto. Nadie diría que es mierda. Lleva mucha materia vegetal todavía a medio digerir. Y no es maloliente. La oveja no busca lugares apartados para defecar sino que lo hace continuamente en el mismo lugar donde se encuentre. En el suelo de la parte cubierta de la taina el pastor deposita una cubierta o cama de paja sobre la que dormirá el ganado. Dormirá y cagará, por supuesto. La mezcla de la paja y los excremento sólidos y líquidos fermentará y conllevará un proceso biológico en el que intervienen bacterias y hongos, larvas de moscas y escarabajos e infinidad de seres visibles e invisibles hasta convertir esta masa, en su mayor parte vegetal, en sirle. El sirle es el estiércol de cabras y ovejas. El estiércol es un tesoro en el mundo agrario tradicional y ecológico. (1) Es la materia con la que el agricultor devuelve a la tierra lo que le roba al cultivarla. Por eso en Olmeda del Rey y Las Valeras los labradores eran también ganaderos de ovejas. Y aunque en la antigüedad, incluso en la Castilla de la Mesta, agricultura y ganadería se consideraban actividades contrapuestas y hubo choques de intereses, recordemos al labrador Caín asesinando a su hermano Abel, el pastor, la realidad es que son actividades complementarias en una economía agropecuaria sostenible y verde.
La taina es, pues, un espacio de concentración de materia orgánica, base de la que surgía una pirámide ecológica. Esta abundante materia orgánica generada por el ganado dentro y fuera de la taina es caldo de cultivo para muchas especies de plantas y animalillos.
Ahí proliferan moscas y mosquitos, saltamontes, milpies, arácnidos y escarabajos con sus larvas que se alimentan directamente del estiércol. Sin olvidar los molestos parásitos como la pulga o la garrapata. El escarabajo pelotero, uno de los insectos más curiosos de la fauna de las tainas, siente predilección por las heces de oveja. Abundaba extraordinariamente y era habitual verle caminar hacia atrás dándole vueltas y moldeando con sus patas traseras una bola de excremento. Elegía un lugar donde enterrarla, con frecuencia dentro de la misma taina, y en su interior depositaba los huevos. Dentro de la bola, como en un útero, nacía, se alimentaba y se metamorfoseaba la larva. ¡Qué magia no habrá en el escarabajo para que los antiguos egipcios lo elevaran a símbolo de la eternidad y de la resurrección, asociándolo al dios del Sol! Gira el gran astro por el cielo guiado por el dios solar como gira la bola de estiércol por el suelo, guiada por el sagrado escarabajo.
Las lombrices no viven directamente en el estiércol, sino en la tierra que hay debajo, siempre y cuando haya humedad suficiente; son las mayores artífices del suelo fértil.
De insectos se alimentaban muchas aves: colirrojos, mochuelos, abubillas, tarabillas, alcaudones, golondrinas y vencejos. Mamíferos como roedores y murciélagos, Y reptiles como lagartos y lagartijas. La taina es el paraíso de las lagartijas. Con piedras, solana y condumio abundante, qué más podían pedir.
Entre los huecos de los muros de la taina y su techumbre criaba el mochuelo, el colirrojo tizón y la abubilla. Tanto abundaban las aves que era frecuente tener en casa pollos de mochuelo que los cazadores, pastores y jornaleros llevaban a sus niños, junto con las imprescindibles codornices y perdigones. A nadie se le ocurría, sin embargo, capturar un pollo de abubilla. Y es que cuando el hermoso pájaro crestado presentía la amenaza lanzaba por el culo un chorro de líquido fétido que ahuyentaba al más aguerrido. De ahí el dicho “Oler peor que una abubilla”.
Siguen los pasos del ganado las lavanderas y las bisbitas y en verano abejarucos y chotacabras. Tan amigo del ganado es el chotacabras que al pobre le cayó encima el sambenito de beberse, de ahí su nombre, la leche de cabras y ovejas, cuando lo único que hace el ave, cazadora empedernida de insectos, es diezmar la población de los que tanto las molestan. Chotar es mamar. El “mamacabras” (perdón por el neologismo), ave crepuscular, se acercaría en las cálidas noches de verano, cuando se pastoreaba con la fresca, y se introduciría entre las patas de las reses donde pululaba un gran cortejo de bichejos voladores. Los antiguos pastores temerosos de que alguien les robara la preciada leche no pensarían en otra cosa y así los romanos le dieron ya el nombre de “Capri mulgus”, ordeñador de cabras.
Los murciélagos también eran habitantes asiduos de las tainas. Se decía que les gustaba fumar. Y nos lo creíamos. Para demostrarlo siempre había algún lugareño de broma cruel que, ante el asombro de los chavales, capturaba al morceguillo dormido o al vuelo y le daba de fumar. Le introducía un cigarro en el hocico y el animalejo, nervioso, falto de aire, movía las mandíbulas como si fumase cuando en realidad lo único que quería era poder respirar porque el cigarro incrustado en su boca y humeante se lo impedía.
La taina es visitada por los que cazan a los cazadores de insectos: fuinas y comadrejas, zorros y gatos monteses junto con aves rapaces nocturnas y diurnas como lechuzas, búhos, ratoneros, milanos, etc
Los cadáveres del propio ganado sustentaban a buitres leonados y alimoches todavía presentes en Olmeda del Rey y Las Valeras. Una importante colonia de buitre leonado habita y anida aún en la Hoz de Valeria y campea por todo el entorno del rio Gritos. Los quebrantahuesos y buitres negros nos acompañaron hasta mediados el siglo XX y siguen vivos en la memoria.
El lobo era el gran depredador del ganado, el terror del pastor. La existencia de las propias tainas, junto con el uso de mastines, se justificaba en gran parte por la defensa contra él. El lobo vivió aquí en la provincia de Cuenca hasta bien entrado el siglo XX y algún ejemplar aislado se pudo observar hace pocos años por la Serranía Alta. Es quizás el animal salvaje más temido, odiado y mitificado, a pesar de ser considerado por los zoólogos bastante tímido y huidizo. Es el protagonista de muchos de nuestros inolvidables cuentos infantiles (Los siete cabritillos, Caperucita Roja, El pastorcillo mentiroso).
El ganado es una abonadora y una cortacésped, allí por donde transita va enriqueciendo el suelo y segando los brotes vegetales lo que permite el mantenimiento del pasto formado principalmente de gramíneas y leguminosas. Gramíneas del género Hordeum, Lolium, Avenula, Avena, Poa, etc; leguminosas como Medicago (mielgas), Trifolium (trébol), Vicia (arvejas y vezas). Y también de la familia botánica de las compuestas como los brotes de achicorias (Cichorium intybus) y cardillos (Scolymus hispanicus).
Al pie de los muros de la taina encontramos ortigas (Urtica dioica) y parietarias (Parietaria officinalis), malvas (Malva sylvestris) y marrubios (Marrubium vulgare). No lejos podemos observar el cardo marianos (Silybum marianum), la colleja (Silene vulgaris), el gordolobo (Verbascum thapsus) y la ruda (Ruta sp) junto con pies aislados o en grupillos de sabinas negrales y enebros , robles , carrascas, aliagas y escaramujos.
El piojuelo (Veronica persica) es una hierbecilla muy frecuente asociada al prado que rodea la taina. Hay un dicho popular muy hermoso que expresa de manera alegórica y literaria en qué momento nace y madura esta familiar planta. Una manera de enseñar deleitando. “Cuando el piojuelo florece el cordero fenece, cuando el piojuelo grana hay oveja, cordero y lana”. Y es que esta pequeña hierba brota tempranamente en los duros días de invierno y cuando fructifica, en los largos y cálidos, ya nacieron los corderos y va llegando el momento propicio de esquilar el rebaño.
En los prados nitrogenados por el pastoreo se crían los exquisitos hongos blancos (Agaricus campestris). Prosperan incluso en el interior del sirle amontonado fuera de la taina y humedecido por las lluvias.
Y en pastizales, añojales o tierras de cultivo abandonados temporalmente donde se apacentan ovejas nace de las raíces del cardo setero (Eryngium campestre) la seta de cardo (Pleorotus eryngii), la más apreciada de las setas, la más buscada en esta Serranía Media.
Muchas de las plantas que nacen junto a la taina son medicinales o útiles en infinidad de aplicaciones. De las ortigas se hacían caldos y purés para diabéticos y artríticos. La ortiga, como verdura, es exquisita y rica en vitaminas y minerales. El cardillo se le daba a la oveja que padecía de diarrea y el marrubio a la que iba estreñida. Las tiernas hojillas basales del cardillo y las collejas tienen cada año su fiel legión de recolectores. Forman parte de la tradicional cocina conquense. Cuando alguna res se dañaba una pata o pezuña se le restregaba un paño empapado en jugo de malva cocida. Si se les inflamaban las ubres las sanaban con ruda. Y la roña o sarna era tratada con el alquitrán extraído de los enebros de la miera. La pez obtenida en las pegueras a partir de la madera resinosa del pino se aplicaba en el marcaje del ganado. “Poner la pega” era imprimir con un hierro candente impregnado en pez una marca o señal en el costado o lomo del animal.
Un mundo que existe desde hace miles de años está a punto de desaparecer. El atraso español respecto a Europa tras la guerra civil permitió que generaciones más jóvenes que en el resto del continente hayamos podido conocer estos usos antiguos hasta la segunda mitad del siglo XX y bien entrado el XXI. Todavía nos podemos hacer una idea de lo que fue el gran patrimonio rural moribundo pero digno de mayor consideración. Aún hoy se puede ofrecer a los caminantes de campo la observación ruinosa de tainas, bancales de hormas, pegueras y hornos de la miera, tejares y yesares, y en medio de quejigos y carrascas los negros y amplios círculos calcinados de las carboneras.
El olor del sirle y del ganado, el sonido de cencerros y campanillos, de los balidos roncos de las madres y los tiernos y delicados de los corderillos al reencontrase en la taina al atardecer, nos transportan a nuestra infancia y a la larga infancia de la humanidad, a la vida sufrida y amada por nuestros padres y abuelos, a la de todas las generaciones de antepasados que apacentando rebaños de cabras y ovejas fueron, mientras nacían y morían lenguas y religiones, transmitiendo sangre, saberes y vida perdurables hasta hoy, hasta nosotros.
(1) Ya lo dice el refrán castellano: “Quien tiene ovejas tiene un tesoro: comen hierba y cagan oro”.
BIBLIOGRAFÍA:
-Inventario español de los conocimientos tradicionales relativos a la biodiversidad. MITECO (Ministerio de la Transición ecológica y el reto demográfico). VVAA. Madrid, 2014.
-Etnobotánica de la Serranía de Cuenca. Las plantas y el hombre. José Fajardo, Alonso Verde, Diego Rivera y Concepción Obón. Dip. Prov. Cuenca. 2008
-Refranero General ideológico español. Compilado por Luis Martínez Kleiser. Ed. Hernando. Madrid, 1989.
-Plantas medicinales (El Dioscórides renovado). Pio Font Quer. Editorial Labor,S.A. 1985.
-Guía de las plantas medicinales de Castilla-La Mancha. VVAA. Altabán Ediciones. Albacete, 2008.
Amante de la naturaleza. Agente medioambiental de la CH Júcar