El breve espacio imperecedero del río Gritos

El breve espacio imperecedero del río Gritos

El Júcar, tras el Ebro, es el gran río mediterráneo de la Península Ibérica. Desde que abre sus ojos en la Serranía conquense anda despeinando los aires manchegos y besando huertas para morir entre las naranjas garras de sal de Cullera. Mientras tanto, en su corazón, un pequeño río vierte imperceptible, necesario, íntimo,  rítmico, como una pequeña arteria, sus palpitantes aguas. Allá donde la escarpada dureza de la alta sierra se va esfumando y comienza la suavidad de la llanura. Es el río Gritos. Nombre sonoro para tan poco caudal ruidoso. Sin embargo, sin querer, su eco retumba y retumba en los afilados desfiladeros del tiempo. El río Gritos parece soñar ser el Júcar y sin saberlo, atesora despierto los mismos sueños. ¿Cómo es esto posible con un curso de 35 km comparado con otro de 500 km?

Pues porque sus aguas nacen con las últimas nanas serranas y amamantan la fértil vega. Después abre una escarpada e indomable hoz sobre la que se erigió la primitiva Cuenca y las primeras casas colgadas, allá en la época del Imperio Romano. Y, por último, porque tiene la llave, como columnas de Hércules, de la puerta de la mitológica Mancha de Don Quijote. En un breve espacio, el agua del río Gritos dibuja la idiosincrasia de nuestra tierra.

Figura 1. Vega del río Gritos en el límite con el término de Chumillas cercano a su nacimiento. Fuente: Autor

Entre dos suaves sierras, en el hondo de una vega que las aguas han ido labrando durante millones de años nace como la mayoría de ríos: tímido, pobre y cauteloso, el río Gritos. Poco que ver con lo que se espera de su nombre. Sucede esto en el paraje de Malpaso, entre los términos de Chumillas y Olmeda del Rey. Será en dirección a este último municipio hacia donde se dirija y será esta su primera parada. Salvado por dos puentes, el del Canto y el Canaleja, podríamos afirmar que el río Gritos confirma su existencia, como un niño que se hace adolescente y contempla la cruda seriedad de la vida, en Olmeda del Rey. Ahí se viste del color de los trigales, azafranales, nogales, huertas… Con y junto a él, sus vecinos han traspasado los campos del tiempo. Alrededor de esta vega y como una suave muralla verde, los montes serranos de pino, encina, roble, sabina y enebro complementan esta riqueza agrícola y esconden rincones de prados, frescura de fuentes y montaraces vallejos. También se ligan con los arroyos que brotan de la piedra caliza. 

Figura 2. Vistas de la ribera del río Gritos a su paso por el municipio de Olmeda del Rey. Fuente: Autor

La fértil vega del Gritos es como un escondite entre las bajas sierras. Sin pena ni gloria, entre carrizos, cultivos y sauces dispersos, el río llega a Valeria. Y es aquí donde se hace grandioso e imperecedero. Lo que antes eran canciones de labranza, ahora son cantos imperiales; lo que antes tragaba la tierra, ahora lo engrandece la piedra; lo que antes era olvido, ahora es historia. El Río Gritos abre una de las hoces más admirables e imponentes de nuestra región: la hoz de Valeria. Esta vertiginosa hoz de apenas siete kilómetros, con serpenteantes meandros, representa majestuosamente esta formación kárstica y atesora una riqueza natural de incalculable valor. Contar sus maravillas merece palabras aparte. En lo alto de la hoz, cambian las sierras por los abiertos páramos. Estas tierras ásperas, de severa climatología, han sido labor del pastor y el valiente campesino. Y si altura tienen sus cortados, más altura tiene la ciudad que sobre ella se encuentra: Valeria. Entre el río Gritos y el arroyo Zahorras se levanta la histórica ciudad de Valeria, germen de la ciudad de Cuenca. Fundada en el siglo I a.C fue junto a Ercávica y Segóbriga una de las tres principales ciudades romanas de la actual provincia de Cuenca. Siglos después, durante la época visigoda, fue sede episcopal y tuvo gran influencia en el reino. 

Siguiendo el rumbo del Gritos, entre molinos harineros y batanes, también encontramos el antiguo poblado fortificado del Pico de la Muela, un escenario de magia literaria que alberga numerosos elementos arqueológicos. Los restos encontrados datan, en su mayoría, de época medieval, islámica y cristiana, aunque parece que comenzó a ocuparse ya en la Edad de Bronce.  Dicen algunas fuentes que el nombre de Gritos debe su origen al étimo latino quiritare que quiere decirllamar en auxilio” y que se traduciría como llamada o invocación para los romanos. Valeria y sus alrededores se hicieron imperecederos por su etapa romana y parece que estas llamadas en auxilio quisieron perdurar en el tiempo en el curso de este río.

Figura 3. Aguas del río Gritos cruzando la imponente Hoz de Valeria. Fuente: Autor

Pero por si no fuera suficiente, aún encubre el río Gritos otro maravilloso secreto. Tras abrochar la cremallera de la hoz de Valeria, el cauce bordea el municipio de Valera de Abajo y con cierto disimulo, tras saltear un collado, abre una de las primeras puertas a la Mancha. En estas llanuras se unen sus dos afluentes más importantes, río Piqueras y Albaladejo, comienzan aquí los pinos piñoneros y abundan los almendros, viñas y olivos. Puerta de la Mancha quijotesca e inmemorial, el Gritos muere en el municipio de Valverde del Júcar. Hoy en día, debido a la construcción del embalse de Alarcón, inaugurado en 1955, su muerte se apresura y lo hace justo a la altura del mismo pueblo. Ocultan estas aguas el viejo pueblo de Gascas, un municipio anegado por las aguas del embalse y ahogado en el olvido. Hoy recorren sus calles como denso viento, la calmada agua, sus paseantes son las carpas y su pavimento, las algas. Retumba calmado el eco del último grito del Gritos.

Figura 4. Embalse de Alarcón junto a Valverde del Júcar donde desemboca el río Gritos. Fuente: Autor

Voces que se apagan y que en sus aguas aún parece querer gritar para no hundirse en el olvido. Naturaleza, historia y modos de vida que hoy en día se agarran a los desfiladeros del tiempo. Las tierras fértiles, los pastoriles prados, la quebrada hoz, la ancestral Cuenca, la llave que abre la puerta del altanero mar de la Mancha… Bajo la sombra de un nogal y envuelto en aroma de espliego y romero, uno aún parece sentir todo ello en el planeo de un buitre, en el trompeteo de una grulla, en el canto de la totovía o en la silueta de un roquero solitario. El breve espacio del río Gritos aglutina los elementos que puede tener el lánguido Júcar e incluso nuestra tierra. Al Gritos sólo le falta besar el mar.

El Gritos es un minúsculo Júcar. Valeria es una minúscula Cuenca. Hoy son historias, un día fueron Historia.  

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