El agua y Lillo

El agua y Lillo

El agua dulce es esencial en cualquier asentamiento humano. No hay población que no haya buscado un río o un manantial para instalarse. La Mancha es escasa en ríos y fuentes. Los romanos la incluyeron en el Campo Espartario y los árabes la bautizaron con el nombre actual que es traducido como Tierra Seca. Las poblaciones manchegas tuvieron que perforar la tierra, ya desde la cultura prehistórica de las Motillas, en busca del agua subterránea. Por aquel entonces, sobre un pozo se fundaba una fortaleza.

    Por el término municipal de Lillo no corre ni un río, ni un arroyo. Los cauces más próximos discurren lejos y son de escaso e irregular caudal: el Cigüela, nacido en las cercanías de Cuenca, dista más de dieciocho kilómetros y su afluente el Riánsares, procedente de la Sierra de Altomira, unos cinco. Según el mapa del IGN, el Tajo se sitúa a más de cuarenta kilómetros en línea recta. El Algodor, afluente del Tajo, nacido en los Montes de Toledo, cerca de treinta.

Río Riánsares en el límite sur de Lillo, al fondo a la izquierda el Cerro de San Antón. Fuente: Autor

Las Relaciones Topográficas de 1576 dejan bien claro las dificultades que Lillo tenía ya en aquel siglo con el agua: “Al veinteno capítulo se responde que por sus términos de esta villa no pasa ningún río; está el río de Tajo seis leguas de esta villa a la parte del norte; y al oriente tiene una legua al río de Ansares, corre a temporadas; el río de Xiguela, cae al oriente a las tres leguas, corre a temporadas ansí mismo.”   

 

 “Al vigésimo tercio capítulo se responde que de aguas dulces para la gente se provee de ciertos pozos media legua de esta villa, y de esta no hay mucha abundancia, hay en el pueblo y cercano de él muchos pozos de agua y muy someros que no es dulce. Vase a moler el pan a los ríos sobre- dichos, a los más cercanos, y traen agua y en todo tiempo al río de Tajo”.

 

   Había que recurrir sin más remedio al agua subterránea y con frecuencia a la de lluvia. Fue tradicional que, en algunas casas, sobre todo las que disponían de más recursos, se construyeran aljibes para almacenar la que caía del cielo. El agua era imprescindible para la vida. Y había que perforar la tierra. Y había que extraerla. Para beber y cocinar bastaba con un pozal o un zaque, pero el riego precisaba mayor caudal instantáneo. De esta necesidad nació la noria.

Fondo del Pozo de la Guijosa. Fuente: Autor

 La noria es un ingenio para elevar el agua de un río o de un pozo de manera cuantiosa y continua. Cuando se instalaba en un río la propia corriente movía la rueda con sus cangilones y el agua ascendía sola hasta el caz de las acequias. En un pozo era necesaria una fuerza motriz externa. En estas tierras, normalmente un burro. De ahí que este tipo de noria la denominen “noria de sangre”. Fueron los árabes, al parecer, quienes la trajeron a Al Ándalus. Y en La Mancha han sido habituales hasta la llegada de la mecanización. ¡Menos mal que por entonces el nivel freático estaba mucho más elevado que ahora!

   El Catastro de la Ensenada deja escrito que con norias de pozo se regaban en Lillo unas 160 fanegas de tierra, algo más de 100 hectáreas.  “A la cuarta pregunta dijeron que en el término de esta villa se hayan de dos especies de tierra, una que se riega con agua de noria, y ésta se reduce a 160 fanegas, poco más o menos, las cuales llevan fruto de barrilla un año, y otro se suelen sembrar de cebada, y cuando los años vienen escaso de granos se suelen sembrar de zanahorias para mantener el ganado de la labor…

Representación de una noria tradicional con la Ermita de Monroy y el Cerro de San Antón al fondo. Fuente: Autor

La barrilla era imprescindible para la industria del vidrio y para la elaboración de jabones. En cercana Ocaña residía uno de los principales centros jaboneros de España. Y las zanahorias, como forraje, dieron fama a Lillo en el siglo XIX.


   No todas las aguas de los pozos eran potables. De hecho, en Lillo la mayoría resultaban salobres. Para criar barrilla no había problema, pero para beber ya era otra cosa. En las respuestas al cuestionario de Tomás López de 1788 ya se habla del pozo más famoso de Lillo. “A la legua se halla el llamado pozo del Indiano, agua buena, aunque algo gorda, con cuatro brocales.”

Depósito donde se impulsó el agua del Pozo del Indiano desde principios del siglo XX. Fuente: Autor

En el tomo X de Madoz, de 1847, leemos: “Se surte de agua potable de dos pozos bastante distantes, porque esta villa es verdaderamente un pueblo de La Mancha por la aridez de su terreno, sin arbolado y sin aguas”. Uno de estos es, sin ninguna duda, el del Indiano. El otro debe ser el de la Hijosa o Guijosa. Durante siglos, Lillo ha estado bebiendo de ellos. Las gentes tenían que desplazarse en carros y en caballerías con aguaderas o serones y traerla en cubas, tinajas o cántaros. En los años veinte se instala una bomba en el de Indiano, se construye un depósito elevado y desde éste, por su pie, corre el agua hasta la fuente de la plaza.  Así se describe en los comentarios a la hoja 659 del mapa geológico minero de 1951: “La población de Lillo se surte de un pozo, llamado del Indiano, situado  a unos 5 km al SE del mencionado lugar. El agua se eleva por medio de un motor eléctrico de 3 a 4  HP a un depósito cilíndrico de cemento, construido sobre un castillete de 10 m. de altura, desde donde es conducida mediante  tubería cubierta a la fuente pública de la plaza. El motor suele funcionar unas seis horas al día y saca un caudal de alrededor de 50 m3 diarios.”

     Parte de esta infraestructura todavía puede verse hoy en día junto a la carretera de la Villa de Don Fadrique.

Foto histórica de la Puerta de la Guardia donde se llevó el agua en los años 60. Fuente: Memoria de Lillo

El agua subterránea resultó insuficiente y de mala calidad para las necesidades modernas como ya se apuntaba en el siglo XVI y demostraron los análisis en el  XX. Y no sólo en Lillo sino en toda la comarca. El aumento de consumo que conlleva el desarrollo social y económico del país deja insuficientes los pozos de los que se abastecen las diferentes poblaciones. En los años setenta se constituye la Mancomunidad del río Algodor y en  este río se levanta la presa del embalse de Finisterre para abastecimiento del sudeste toledano. Actualmente integra a 45 pueblos, entre ellos Lillo, y unos 180.000 habitantes. El embalse con una capacidad de 133 Hm3 es  demasiado grande para los recursos hídricos que la naturaleza es capaz de reponer, pues ni en el mejor de los años ha llegado al 50%. Y frecuentemente, incluido el actual, no ha pasado de un sólo y triste hectómetro cúbico. Hubo que recurrir al embalse de Almoguera en el río Tajo guadalajareño, respaldado por los embalses de Buendía y Entrepeñas,  para poder suplir la deficiencia.

Foto aérea del Embalse de Finisterre y Montes de Toledo. Fuente: Cacahuet.es

 La Mancha es la más extensa llanura y de las más secas de toda la península. Y aunque para algunos despistados estos llanos no tienen más interés que el agrícola, la realidad es otra. Existe sorprendentemente una Mancha Húmeda de la que Lillo es parte.  Es el humedal interior más amplio e importante. Abarca territorio de tres provincias. Las lagunas de Lillo son las más norteñas de todo el conjunto. No es la cantidad de agua lo que les confiere interés a estas lagunas que son la quintaesencia del agua manchega: escasa y salobre. Su importancia es de orden natural y biológico. El endorreísmo salino de la Mancha parece más norteafricano que europeo. En Europa las lagunas estacionales endorreicas y salinas son una valiosa rareza. Parientes de los chotts norteafricanos de Argelia, Marruecos y Túnez, en los que hay más evaporación que aportes. Lagunas secas gran parte del año y blancas de sal. Lagunas estacionales con diferentes periodos de inundabilidad. Unas se secan cada verano, otras cada equis años, otras sólo tienen agua en periodos de lluvias extraordinarias. Y algunas pocas se han convertido en permanentes debido a los aportes de las depuradoras municipales.

Laguna del Longar con Lillo y el Cerro de San Antón al fondo. Fuente: Autor

Las numerosas lagunas son una alucinación resplandeciente entre los cultivos. Aquí se concentran amplias poblaciones de aves de muchas especies fascinantes. Flamencos, tarros, garzas, cigüeñuelas, pagazas, chorlitejos, archibebes, anátidas diversas, limícolas, rapaces. Y junto a las lagunas, el contraste de las estepas donde habitan avutardas, sisones, alcaravanes y gangas. Acabamos de dejar los flamencos en los hondos lagunares y al instante nos topamos en las lomas con un gran bando de avutardas.

   Lillo nos regala cuatro lagunas: Longar, Altillo Grande, Altillo Chica y Albardiosa. La del Longar es una de las transformadas en permanente por lo ya dicho. Madoz habla de cinco. Es posible que incluya la que había en Dancos, a los pies de la ermita y que algunos años muy lluviosos puede volver a cargarse.

Laguna de la Albardiosa con Lillo y el Cerro de San Antón al fondo. Fuente: Autor

  El agua y sus cualidades configuran pasado y presente de Lillo, como uno más de tantos lugares manchegos. Su escasez y alta mineralización determinó vegetación y cultivos. La llanura facilita la agricultura. El clima, el suelo y el agua la califican y la condicionan. La necesidad ha obligado a tener que traer para abastecimiento humano aguas de muy lejos a través de infraestructuras costosas. Las modernas y potentes máquinas perforadoras han multiplicado los sondeos para riego por goteo de vides y otras leñosas de acuerdo con las exigencias actuales. Antaño bastaba un pozo hecho a mano de cinco metros y una noria, hoy hay que perforar más de cien o doscientos metros e instalar una potente bomba. El futuro del agua, tan necesaria para el desarrollo económico, es incierto y preocupante. Y las lagunas deben cuidarse y mejorarse porque son uno de los grandes valores de presente y de futuro que tiene Lillo y con él la llamada Mancha Húmeda. Y corren riesgo de perderse.

Bibliografía

 

  • Mi pueblo. Su gente. Juan Gómez Diaz.
  • Relaciones topográficas de Felipe II. Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los
  • pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino de Toledo., Universidad de Castilla la Mancha. http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/ceclm/Libros/Reltoledo/rel9.pdf
  • Catastro de Ensenada. https://pares.mcu.es/Catastro/
  • Cuestionario de Tomás López. Biblioteca Digital Hispánica / Biblioteca Nacional. https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000013269&page=1
  • Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Pascual Madoz. Tomo X. Madrid. 1847.
  • Mapa Geológico Minero. 1:50.000. Instituto Geológico y Minero de España. Explicación de la Hoja 659. Lillo (Toledo). Madrid, 1951.
  • Instituto Geográfico Nacional. Mapa 1:25.000.   www.ign.es
  • Atlas del medio hídrico de la provincia de Toledo. Fernando Diaz Blanco. Diputación Provincial de Toledo.
  • Confederación Hidrográfica del Guadiana.  https://www.chguadiana.es/
  • Confederación Hidrográfica del Tajo.  https://www.chtajo.es/
El proyecto Lillo: en busca del agua entre cuencas, financiado por el Ayuntamiento de Lillo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de los fondos de la Unión Europea-Next Generation UE, tiene como objetivo principal la puesta en valor de todo este patrimonio cultural, oficios y conocimientos ecológicos tradicionales asociados al ciclo del agua en el municipio de Lillo.
Logo_JCCM_Azul oficial
Logo_Financiado por la Unión Europea2
Logo_Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia
Escudo_Lillo

Deja una respuesta