La fiesta arreciaba en todas las estancias del Bar Tu Rincón. La exuberante exhibición de puntería de Zeus desencadenó una avalancha de mensajes y llamadas de los presentes a sus amigos para que acudieran raudos a contemplar el espectáculo. A su vez, la aparición de Dioniso y su anuncio de bebida gratis convenció a todos de quedarse tanto como fuera necesario. Así pues, el Teo se encontraba lleno a reventar de gente animada.
En la sala del futbolín, Dioniso apuraba su cuarta jarra de vino de Quíos. Sus gallardos contendientes le iban a la par con la cerveza.
- ¡Eh, Dioniso! Alardeas de que puedes beber mucho –dijo retador Millanis, el joven de cuidado peinado y chupa de cuero–, pero ¿a que no me ganas en velocidad?
- ¡Cómo! –respondió divertido Dioniso– ¿Acaso no sabes que uno de mis epítetos es “el de ancha garganta”? Rellena esa jarra y dime… ¿Qué apuestas por tu victoria?
- Millanis, ten cuidado –terció Barrena, el segundo rival de Dioniso en el duelo–. Yo no me pasaría de listo con una persona que trae a una fiesta un odre de vino inagotable.
- ¡Traigo aperitivos! Mis famosos bocaditos de sardinas con pan y tomate y jamón con queso. ¡Que vaya cogiendo quien quiera!
“Ha sido una suerte encontrar una figura humana en esos dibujos. No sé qué significará Anonymous, pero me ha servido bien.”
Con ánimos renovados y la indumentaria adecuada, Zeus decidió que era el momento de intentar conquistar a una dama. No tuvo que esperar demasiado para tener su primer contacto, pues la puerta del baño de mujeres se abrió a sus espaldas y una voz impaciente se alzó para decirle:
- ¿Me dejas pasar, por favor?
- Te dejaré pasar cuando me digas tu nombre –respondió el dios sin moverse del sitio–.
- Aquí todo el mundo me llama Disco –respondió–. Y ya veo por donde vas, viejo, pero yo no soy lo que buscas. Sin embargo, has deslumbrado a mis amigas, que no han parado de hablar maravillas de ti toda la noche. Quizás estén interesadas en conocerte. ¿Cuál es tu nombre, si puede saberse?
- Lo prometido es deuda. Chicas, he conseguido traer a… –Disco titubeó, en parte debido al esfuerzo por contener la risa– Zeus, el domador del rayo. En primer lugar, te presento a Minerva.
- Saludos, Zeus –dijo Minerva envarándose–. Las probabilidades de que tuviéramos oportunidad de charlar eran minúsculas, tal es el furor que has causado. Sin embargo, hay que reconocerle a Disco la gran habilidad desarrollada para traerte hasta aquí. Has de saber que me ha impresionado poderosamente tu exhibición. Dominar una disciplina a ese nivel solo está al alcance de algunos seres excepcionales con una determinación infinita. Por ello, amablemente te solicito que acudamos a un lugar más tranquilo donde me puedas narrar tu historia.
- La segunda de mis amigas se llama Andreíta.
- ¡Hola Zeus! –saludó alegremente Andreíta– Oye, tienes que tomarte una copa conmigo y contarme por qué tiras tan bien. ¡Vaya pasada! Por cierto, ¿de dónde has sacado el traje? Te queda genial. Aunque claro, con esa figura cualquier cosa que te pongas te queda perfecta. A mí me pasa lo mismo con la ropa. Como mi cuerpo parece un reloj de arena, todos los vestidos que me pongo se ajustan maravillosamente –concluyó guiñándole un ojo al dios.
- Sí, sí, claro… Bueno, te presento a la última de mis amigas. Se llama Tera.
- Mira, te lo voy a poner fácil: si no quieres aburrirte, más te vale venir conmigo. Yo soy una persona sensata, centrada, que tiene claras las cosas en la vida y de la que podrías aprender algo. Cuando me conozcas te darás cuenta que soy una mujer con la que merece la pena estar. Además, y esto está feo que lo diga, pero las cosas como son: mis amigas no valen un pimiento comparadas conmigo. Vámonos juntos echando leches de este antro, ¿qué opinas?
- Ya has escuchado a mis amigas, viejo. Como ves, cada una tiene una manera de ser, pero las tres coinciden en que quieren conocerte mejor. Así pues… ¿A qué afortunada damisela concederás el honor de tu compañía, oh domador del rayo?
- He elegido ya, pero no pronunciaré su nombre frente a las otras. En cambio, lo que haré será entregarte algo a ti, Disco –dijo Zeus, al tiempo que introducía su mano en la chaqueta y materializaba una reluciente manzana dorada–. Cómela y, cuando llegues al corazón, cuenta las semillas. El número resultante coincidirá con la posición en la que ha hablado la elegida.
- ¡Sabía que me elegirías a mí! –gorjeó alegremente la muchacha– Me alegro mucho, porque estaba cansada de tanto ruido. ¿Qué te parece si vamos a mi casa y te invito a esa copa? Está aquí al lado, en el Camino Cañete.
- Resulta que hoy voy a comer a la finca de mi familia. Sé que nos conocemos desde anoche, pero…¿Te apetece venir? Mi abuela hará morteruelo en la lumbre y después tomaremos resoli. ¿Lo has probado?
Supongo que la narracion no ha terminado, pero intuyo que el resoli es el nectar de los dioses.Seguire esperando