Zeus visita Cuenca (III)

Zeus visita Cuenca (III)

La fiesta arreciaba en todas las estancias del Bar Tu Rincón. La exuberante exhibición de puntería de Zeus desencadenó una avalancha de mensajes y llamadas de los presentes a sus amigos para que acudieran raudos a contemplar el espectáculo. A su vez, la aparición de Dioniso y su anuncio de bebida gratis convenció a todos de quedarse tanto como fuera necesario. Así pues, el Teo se encontraba lleno a reventar de gente animada. En la sala del futbolín, Dioniso apuraba su cuarta jarra de vino de Quíos. Sus gallardos contendientes le iban a la par con la cerveza.
  • ¡Eh, Dioniso! Alardeas de que puedes beber mucho –dijo retador Millanis, el joven de cuidado peinado y chupa de cuero–, pero ¿a que no me ganas en velocidad?
  • ¡Cómo! –respondió divertido Dioniso– ¿Acaso no sabes que uno de mis epítetos es “el de ancha garganta”? Rellena esa jarra y dime… ¿Qué apuestas por tu victoria?
  • Millanis, ten cuidado –terció Barrena, el segundo rival de Dioniso en el duelo–. Yo no me pasaría de listo con una persona que trae a una fiesta un odre de vino inagotable.
Pero este acertado consejo bien podría haberse dado a un jarrón, porque el desafío de Millanis no solo había sido aceptado, sino aumentado, lo que instaló en su rostro una ancha sonrisa que obnubilaba todo lo demás. Mientras tanto, Zeus bregaba con decenas de humanos que le pedían que continuara sus hazañas. Pero el soberano de los dioses no estaba interesado en seguir deleitándoles, habiendo derivado sus pensamientos hacia otras latitudes más cálidas. “Solo tengo dos opciones para librarme de este asedio”, pensó Zeus. “O fulmino a estos mequetrefes o consigo pasar desapercibido.” Consideró seriamente desatar una destructiva tormenta en el interior del bar, aunque finalmente se decantó por la segunda opción. Entonces puso en marcha un plan para librarse de sus mortales admiradores. Agarró del brazo a Teo, que constantemente revoloteaba en torno a Zeus, y le susurró unas palabras al oído. El tabernero asintió y desapareció de la sala para volver poco después con sendas bandejas en las manos.
  • ¡Traigo aperitivos! Mis famosos bocaditos de sardinas con pan y tomate y jamón con queso. ¡Que vaya cogiendo quien quiera!
Los concurrentes demostraron poco entusiasmo ante el anuncio, pero la distracción causada por el respetable Teo reclamando atención fue suficiente para que Zeus pudiera escaquearse a los baños. Una vez encerrado en ellos se percató de que, en su apresuramiento, no había tomado un modelo al que imitar, así que examinó el servicio en busca de inspiración. Los malolientes mamotretos blancos que pendían de las paredes no le servían para nada; tampoco el lavamanos, aunque le fascinó que accionar una manija plateada produjera un abundante manantial de agua dulce. Después de escrutar cuidadosamente cada rincón, descubrió ilustraciones repartidas por las paredes. Eran pegatinas que contenían nombres, como “Mr. Trazo” o “Kaos”, o que anunciaban prometedores eventos, como las “Peleas de Gallos”. Una de ellas, pegada en el centro del espejo, le proporcionó la solución perfecta. Cuando Zeus salió del servicio, vestía un elegante traje de tres piezas negro, con corbata a juego y relucientes zapatos.
“Ha sido una suerte encontrar una figura humana en esos dibujos. No sé qué significará Anonymous, pero me ha servido bien.” Con ánimos renovados y la indumentaria adecuada, Zeus decidió que era el momento de intentar conquistar a una dama. No tuvo que esperar demasiado para tener su primer contacto, pues la puerta del baño de mujeres se abrió a sus espaldas y una voz impaciente se alzó para decirle:
  • ¿Me dejas pasar, por favor?
Zeus se dio la vuelta y se topó con una joven con los brazos en jarras, que lo miraba con gesto altanero.
  • Te dejaré pasar cuando me digas tu nombre –respondió el dios sin moverse del sitio–.
  • Aquí todo el mundo me llama Disco –respondió–. Y ya veo por donde vas, viejo, pero yo no soy lo que buscas. Sin embargo, has deslumbrado a mis amigas, que no han parado de hablar maravillas de ti toda la noche. Quizás estén interesadas en conocerte. ¿Cuál es tu nombre, si puede saberse?
Y Zeus se lo dijo mientras se retiraba para que Disco pasara. Salieron juntos de la zona de los servicios y se aproximaron a la barra, donde tres mujeres ocupaban el mismo número de taburetes.
  • Lo prometido es deuda. Chicas, he conseguido traer a… –Disco titubeó, en parte debido al esfuerzo por contener la risa– Zeus, el domador del rayo. En primer lugar, te presento a Minerva.
  • Saludos, Zeus –dijo Minerva envarándose–. Las probabilidades de que tuviéramos oportunidad de charlar eran minúsculas, tal es el furor que has causado. Sin embargo, hay que reconocerle a Disco la gran habilidad desarrollada para traerte hasta aquí. Has de saber que me ha impresionado poderosamente tu exhibición. Dominar una disciplina a ese nivel solo está al alcance de algunos seres excepcionales con una determinación infinita. Por ello, amablemente te solicito que acudamos a un lugar más tranquilo donde me puedas narrar tu historia.
Una vez que hubo terminado, prosiguió Disco con las presentaciones:
  • La segunda de mis amigas se llama Andreíta.
  • ¡Hola Zeus! –saludó alegremente Andreíta– Oye, tienes que tomarte una copa conmigo y contarme por qué tiras tan bien. ¡Vaya pasada! Por cierto, ¿de dónde has sacado el traje? Te queda genial. Aunque claro, con esa figura cualquier cosa que te pongas te queda perfecta. A mí me pasa lo mismo con la ropa. Como mi cuerpo parece un reloj de arena, todos los vestidos que me pongo se ajustan maravillosamente –concluyó guiñándole un ojo al dios.
  • Sí, sí, claro… Bueno, te presento a la última de mis amigas. Se llama Tera.
  • Mira, te lo voy a poner fácil: si no quieres aburrirte, más te vale venir conmigo. Yo soy una persona sensata, centrada, que tiene claras las cosas en la vida y de la que podrías aprender algo. Cuando me conozcas te darás cuenta que soy una mujer con la que merece la pena estar. Además, y esto está feo que lo diga, pero las cosas como son: mis amigas no valen un pimiento comparadas conmigo. Vámonos juntos echando leches de este antro, ¿qué opinas?
Una vez concluida la presentación de cada una de las mujeres, Disco se dirigió nuevamente a Zeus:
  • Ya has escuchado a mis amigas, viejo. Como ves, cada una tiene una manera de ser, pero las tres coinciden en que quieren conocerte mejor. Así pues… ¿A qué afortunada damisela concederás el honor de tu compañía, oh domador del rayo?
  • He elegido ya, pero no pronunciaré su nombre frente a las otras. En cambio, lo que haré será entregarte algo a ti, Disco –dijo Zeus, al tiempo que introducía su mano en la chaqueta y materializaba una reluciente manzana dorada–. Cómela y, cuando llegues al corazón, cuenta las semillas. El número resultante coincidirá con la posición en la que ha hablado la elegida.
Tras anunciar esto, el dios se encaminó hacia la puerta y salió al frío de la madrugada. Sin embargo, su sorpresa fue grande cuando descubrió que, en contra de lo que creía –esto es, que había estado dentro del bar muchas horas– todavía era noche cerrada. No parecía que hubiera pasado ni un minuto desde que accediera al local. “Qué extraño”, se dijo Zeus, confuso. “Mi intuición me decía que ya debería estar amaneciendo, y yo jamás me equivoco, pero parece que no ha pasado ni un segundo desde que he accedido a este lugar. ¿Habrá pasado un día entero? Es verdaderamente extraño. No me confundía así desde que…” Sus cábalas fueron interrumpidas cuando los brazos de Andreíta lo rodearon desde atrás.
  • ¡Sabía que me elegirías a mí! –gorjeó alegremente la muchacha– Me alegro mucho, porque estaba cansada de tanto ruido. ¿Qué te parece si vamos a mi casa y te invito a esa copa? Está aquí al lado, en el Camino Cañete.
Y Zeus la acompañó hasta su casa. Pero aquí nos detenemos, en el umbral de la noche de alcoba, donde un sátiro, sonriendo, vela para que nada moleste a los amantes. La mañana llegó y, absteniéndose de darse a la fuga como hacía siempre que cometía adulterio con una mortal, Zeus despertó suavemente a Andreíta. La muchacha irradiaba vitalidad, ya fuera porque la velada fue excelente o porque parte del poder del trueno se había transferido a su ser. Fuera lo que fuese estaba pletórica, y en un arrebato le hizo la siguiente propuesta a Zeus:
  • Resulta que hoy voy a comer a la finca de mi familia. Sé que nos conocemos desde anoche, pero…¿Te apetece venir? Mi abuela hará morteruelo en la lumbre y después tomaremos resoli. ¿Lo has probado?
Zeus no lo había probado, pero contestó que estaba deseando hacerlo.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Juan Antonio

    Supongo que la narracion no ha terminado, pero intuyo que el resoli es el nectar de los dioses.Seguire esperando

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