Caía la tarde sobre la Tierra y Zeus, repantigado en su imponente trono negro de mármol pulido egipcio, observaba aburrido los jardines del Olimpo. En él retozaban diversos animales sagrados en perfecta compañía, a pesar de que algunos eran presas naturales de otros: había leones, ciervos, tigres, jabalíes, serpientes, ratones, tortugas… Sin embargo, dado que eran alimentados con ambrosía dos veces al día y que llevaban conviviendo juntos milenios, sus instintos depredadores y de huida se habían atrofiado, siendo sustituidos por otros más propicios a su estilo de vida, como el de la holgazanería y la glotonería.
- ¡Rayos y centellas! –exclamó Zeus– ¡Cómo me aburro! ¿Es que yo, Zeus, rey de los dioses, no tengo derecho a algo de diversión? Llamaré a mi sirviente. Confío en que a él se le ocurra alguna idea para divertirme.
- ¿Qué desea, mi señor? –preguntó solícito.
- Ganímedes, necesito algo de distracción. Paso los días sentado en este trono, sin hacer nada aparte de observar cómo estos animalejos se pasean y duermen, duermen y pasean, sin siquiera molestarse en pelear unos con otros. Así pues, dime: ¿Qué puedo hacer para entretenerme?
- Bueno, señor, ya sabe usted que, aparte de escanciar su vino como nadie, tengo otras… virtudes que siempre le han agradado y que, si no me equivoco, son las causantes de que me raptara para traerme a su lado –respondió, mirando de soslayo a Zeus.
- No, ahora no estoy de humor para eso. A ver, dime otra cosa.
- Pues bien, puede ir a charlar con las tres parcas. Seguramente tengan información interesante acerca de su futuro.
- Olvídalo. Esas viejas me dan repelús, siempre tan atareadas con el hilo, la rueca y las tijeras. ¡Imagina que al hablar con ellas cortasen el hilo de mi vida por error! No, gracias.
- De acuerdo entonces. ¿Y qué le parece si se acerca a los aposentos de Hera, su mujer, a ver qué está haciendo? –propuso Ganímedes, esbozando una sonrisa inocente, sabiendo sobradamente que Zeus y Hera no se soportaban.
- ¡Ni hablar, Ganímedes! ¿Es que quieres que te fulmine ahora mismo? ¡Más te vale que la próxima propuesta que hagas sea buena, porque si no…!
- Señor, le ruego que me disculpe, pues no era mi intención ofenderle. Escuche, tengo una última propuesta que seguro le agradará y, si no lo hace, puede alimentar conmigo a Cerbero.
- No dudes ni por un instante en que lo haré. Habla.
- ¿Por qué no baja a la Tierra? Hace tiempo que no pasea por allí y, según cuenta Hermes, los seres humanos han cambiado muchísimo desde los tiempos de Troya. Por lo visto, ahora todos llevan el fuego allá donde quieren sin temor a quemarse ni apagarlo, y también son capaces de comunicarse a miles de estadios de distancia sin necesidad de alzar la voz.
- Buena idea, copero. Es cierto que ya no disfruto de la Tierra como antaño, cuando era más joven y tenía el vigor de un toro. ¡Está decidido! Bajaré nuevamente, a ver si son ciertas las historias que cuentas.
- ¡Por todos los titanes! –exclamó– Ese sí que es un extraño artificio. Pero no sólo eso es raro: ¿Dónde están las murallas de esta ciudad? ¿Cómo es que nadie va armado ni hay patrullas por las calles? Desde luego, estas gentes no parecen preocupadas por un asalto… En fin, hay mucho que debo conocer y mejor será que lo haga desde cerca.
- ¡Pero si está aquí la entrada al Tártaro! –dijo sorprendido– Pasaré a conocer al barquero Caronte. Él me podrá contar si las almas de los muertos han cambiado tanto como lo han hecho sus portadores en la superficie.
- ¡Larga vida, portero del inframundo! Soy Zeus, dios de dioses, y solicito tu guía para descender a los dominios de Hades.
- ¿Eh? –respondió el individuo.
- Vaya, este mortal padece de sordera –dijo para sí Zeus que, alzando la voz, continuó– ¡Yo te saludo, Vigilante! Guíame hasta el Tártaro, donde tu padre Caronte deberá cruzarme al otro lado.
- ¿Qué dices? ¿Qué Tártaro? –y añadió, apuntando con un dedo al padre de dioses y hombres– A vacilar te vas a tu casa, ¿eh? Esto no es la entrada al inframundo. Aquí se sirven bebidas y, si quieres, puedo ponerte una jarra de cerveza.
Zeus es un borrachin.
Espero la segunda a ver que le ofrezcan al Dios Supremo. Un buen morteruelo sería lo más adecuado.
Mi tía Angustias es la que mejor lo hace. !!
El sabor es mitológico.
La idea me parece original. Espero el desenlace
A ver por donde sale TEODORO………..
Muy bueno