El óxido se adhiere a tus articulaciones.
El paso del tiempo se encarece
mientras vilanos blancos vuelan
inundando las comisuras de los parques.
Aunque has ido despacio
te das cuenta de que todo acaba por llegar.
Los chicles se pegan a tus zapatos.
Las razones siguen sin convencerte,
pero te sacuden en largas tardes
de perezosa espesura primaveral.
Sacas el brazo por la ventana,
todo sigue demasiado lejos.
Nada se esconde tras un umbral.
Pero sientes el frío atenazando las posibilidades,
el látigo infatigable de la sorda cuenta atrás.
Algo sigue ajenamente afectándote;
desde lejos, un miedo rumorea
palabras que no entiendes.
Se ha hecho tarde.
Como descender por empinadas callejuelas
donde pierdes el control de tus zancadas
y de golpe te ves lanzado sin remedio
sobre un denso charco de tiempo que te aplasta.