UNA BLANCA NAVIDAD POSTPANDEMIA

UNA BLANCA NAVIDAD POSTPANDEMIA

La Navidad pasada fue única. La Navidad pasada fue inolvidable para todos. La Navidad pasada no hubo grandes encuentros. La Navidad pasada fue protagonista el toque de queda. La Navidad pasada nunca se nos olvidará, pero también debemos recordar que fue un pasito hacia una futura Navidad postpandemia en la que los villancicos vuelvan a inundar las calles, las panderetas suenen a través de las paredes de casa de la abuela y las risas de todos los vecinos retruenen en el bloque enterito. La pasada Navidad fue postpandemia, como también fue la Navidad de hace 400 años.

A veces, la diferencia de 400 años es un suspiro y las experiencias de vida no son tan diferentes. Entonces, ¿cómo se vivió la Navidad en Cuenca en 1621 y cuál fue su paisaje sonoro?

Los colegialillos de San José, Virgilio Vera, 1919. Museo de Cuenca

Estamos imbuidos en una situación extraordinaria que ha hecho que no paremos de oír términos que hace dos años ni en el cine se oían tales odiados fonemas: tasas de incidencias, contagiados, restricciones y cuarentenas con todo el cansancio que ello conlleva. Pero hay una época del año donde todo problema da un paso al lado y ese cansancio se transforma en un continuo hilo musical de esperanza y unión, reencuentros e ilusión. Esta Navidad de 2021 vamos a oír muchos de esos términos que tan fatigados y hartos nos tienen pero Navidad también significa música en muchos sentidos. Ahora también empezamos a oír otros sonidos típicos de la Navidad española, se nos vienen muchos momentos a la cabeza: los villancicos que le cantaba el abuelo al nieto o los que se oían desde la calle procedentes de decenas de casas anónimas o de iglesias en la Misa del Gallo, Raphael y su ‘’nanananana’’ o ese hilo que te anima las compras de turrón y atormenta a los trabajadores de las tiendas durante toda la jornada laboral.

En 1621 la situación no era muy diferente a la que actualmente vivimos. Durante 23 años (1591-1614) [1] la ciudad vivió una epidemia de peste bubónica asoladora. La peste era una pandemia en la que se tomaron medidas parecidas a las actuales como la cuarentena o distanciamiento social. Todo esto caló en la población y en los músicos de la capilla catedralicia, pese a haber pasado ya 7 años, pues la mayoría de miembros de la capilla vivió esta plaga; a la que hay que sumar la terrible cantidad de muertes, lo que provocó mucha penitencia y recuerdo en tiempos litúrgicos fuertes, especialmente en tiempos como el Tempus Adventi.

Die Brücke von Cuenca, Carl Wilhem von Heidick, 1825. Museum d.bild.Künste, Leipzig.

El foco musical más importante de la ciudad en esta época es la capilla musical de la Catedral que contaba con una gran agrupación a la que se unía un importante número de “moços del coro” que ayudaban al servicio.

Con la llegada del nuevo año litúrgico en diciembre con el Adviento, los libros de actas de la Catedral de Cuenca recogen todas las asignaciones, cargos y labores de los racioneros y sacerdotes del entorno de la catedral. En este reparto aparecen dos nombres que ostentarán el título de “Examinadores de la música y ‘’Cantos que se han de cantar” encargados de la adecuación de los libros comprados o de estar en tribunales de oposiciones o aceptación de músicos, o de encargar música. Estos dos examinadores son Alonso del Pozo y Manuel de Ledesma y, según se inicia el Adviento tal y como el escribano recoge en las actas del día 3 de diciembre, son las encargadas de elegir a los mozos que van a cantar en el coro. Esto, que puede pasar desapercibido, nos lleva a destacar varios puntos: existe una intencionalidad clara de confiar en un número concreto de los “moços del coro” para unirse a los cantores durante estas fechas, por lo que es de suponer una mayor magnificencia de la música al necesitar más músicos, así como la pulcritud y minuciosidad en la preparación de los ritos festivos en Navidad que, el por entonces Maestro de Ceremonias Diego Mazo, querría que saliesen perfectos. No obstante, ni Alonso ni Manuel eran los encargados del tutelaje y dirección de los niños, de ello se encargaba Juan (Palma). También es muy entrañable y digno de destacar que al llegar a Navidad tanto los acólitos como los “moços del coro” recibían un aguinaldo, como el que reza el villancico popular [2], de 400 reales para los primeros y 300 para los segundos.

La Capilla Musical estaba bajo la “dirección” de un célebre Maestro de Capilla de origen conquense, Juan de Castro de Mallagaray (desde 1600 a 1631). Para hacernos una idea de su nivel musical fue el único discípulo español del gran Felipe Rogier [3] (ca. 1561-1596). Esta figura es importantísima para el contexto navideño pues consta en muchas ocasiones de numerosos encargos de villancicos [4], incluidos navideños, hasta en su periodo carcelario de 1612, [5] así como de muchos motetes para festividades principales. Las piedras de la catedral escucharon mucha música del gran maestro conquense que hoy en día se ha perdido como motetes, misas y villancicos navideños que quizá nunca se volverán a oír.

El maestro Castro de Mallagaray no estaba solo en la capilla, la cual destacaba por su gran número de músicos y cantantes. Creo que es importante recordar los nombres de estos músicos para poder personificar e imaginar quiénes eran los que deleitaban (o no tanto) el oído de los conquenses de 1621. En el coro, encontramos a Agustín de Castro, Juan de la Torre y Pedro López como tiplistas [6], ayudados por los niños; como contraltos estaban Lope García, Bartolomé Ramírez, Julián de Huete, Pedro Romeo, Juan Duarte y Francisco Pedro Roldán; cantando la voz de tenores estaban Pedro Sánchez y Cristóbal Medrano. En los ministriles tocaban Pedro de Madrid el cornetto, Francisco Sáiz el bajón, Jurybe Santos el sacabuche y el violín, Juan García era sacabuchista y Juan García Ramírez como ministril. Por otra parte, los salmistas eran Juan Aparicio, Cristóbal López Nuncibay, Domingo García, Juan de Canarias y Francisco Peláez; todos ellos liderados por el organista Francisco Marqués. Un total de 22 personas (sin contar con el sochantre [7]) que harían retumbar los muros de la catedral con una enorme potencia sonora. Las glosas de los villancicos volarían por todos los espacios y se entremezclarían como ruiseñores, los bajos proyectarían el sonido tan lejos como la imaginación nos puede otorgar… Un grupo de 22 personas que, al igual que sucede hoy en día, tendrían momentos inolvidables ese año: fallos garrafales, anécdotas y mil historias. Y como una torre de jenga, cuando falla el sonido o el propio ministril, todo se descompensa y eso sucedió. El 17 de diciembre, a 7 días de la Misa del Gallo, es decir, a una semana para la sesión de recordatio y la última sesión preparatoria de la Misa de Gallo y las cuatro misas correspondientes, uno de los contraltos falla y le es imposible desempeñar su función. Juan de Castro “suplica” [8] que hagan llamar de urgencia a un digno suplente como es el contralto de Salamanca Ginés Abarca. Por tanto, hubo un contralto que llegó de última hora sin formar parte de un bloque que llevaba años tocando, lo que podría implicar sutiles fallos o imperfecciones, casi imperceptibles por la acústica de la catedral.

Los músicos bajan camino a la misa de Navidad. Foto: Javier Caruda Ortiz

Pero aparte de las obras del maestro de Capilla ¿qué se pudo haber escuchado ese día? El libro de cuentas y fábrica nos muestra la compra en 1621 de libros de canciones para los ministriles, así como varios libros de polifonía y de canto llano; por tanto, tocarían todas las novedades traídas ese mismo año, así como otros villancicos. No se sabe qué libros se compraron exactamente, pero del s. XVII nos encontramos un antifonario miniado que va del domingo Gaudete al tercero del tiempo de Epifanía, así como otro manuscrito con canto para navidad de 175 folios (Officium Nativitatis). Respecto a motetes nos encontramos una misa de Prenestino para adviento, también había música sacra de Tomás Luis de Victoria, hoy desaparecida del archivo, pero que se encontraba en la Catedral de Cuenca y que seguro contenía piezas navideñas. Respecto a villancicos, nos encontramos a autores que son posteriores y tonales, pero el alumno de Felipe Rogier abogaba por la música de su maestro, de la prima prattica.

El invierno de 1621 fue casi un 10% más frío que los últimos vividos [9], por tanto, es de esperar que los instrumentos (y todos sus sonadores) estuvieran muy fríos lo que haría que la afinación bajase sustancialmente respecto a meses de verano, incluido el órgano, mucho más trabajoso de afinar. Por tanto, estaríamos escuchando música mucho más grave que los habituales 415hZ, por lo que los cantantes tendrían problemas, obligando a transportar más de una obra.

La Catedral de Cuenca pero coronada con la nieve actual. Foto: Javier Caruda Ortiz.

Este grupo eran personas como tú y como yo: les gustaría estar en Navidad con sus familias, cenar lo que pudiesen y subir a trabajar. En la subida a la Catedral Agustín se encontraría con Francisco y comentarían el frío que hace, la nevada, lo imposible que va a ser afinar el bajón, en como el moço ya apunta maneras, o como Pedro casi se le cae el cornetto en el oficio de ayer porque se despistó. Al llegar se juntarían, se intentarían calentar y empezarían a tocar, se mirarían, se guiñarían algún ojo, se reirían, se equivocarían, sufrirían por ese pasaje traicionero o porque no ven al maestro Castro. Y cuando acabaran, los instrumentistas se irían a la plaza o a alguna fiesta privada a tocar, como cuentan las numerosas quejas tras la celebración de la Navidad en la Catedral por no cumplir la exclusividad de tocar en la misma. No obstante, el vino, la música profana, los niños jugando y el baile les inundaría el alma y no pensarían en la pandemia pasada, solo en que hoy es Navidad.

[1] Prieto Prieto, J. A. “La “peste atlántica” de 1600 en el Obispado de Cuenca: Estudio de caso, Palomares del Campo y San Clemente” ADEH, noviembre de 2020.

[2] https://www.youtube.com/watch?v=QQ–2mTAc50 Ya viene la vieja, villancico popular.

[3] Fue uno de los últimos grandes compositores de la escuela franco-flamenca renacentista. Fue el maestro de capilla de la Capilla Real de Felipe II.

[4] Martínez Millán, Historia musical de la Catedral de Cuenca. Diputación Provincial de Cuenca, 1988. p.106-115.

Villancico en este caso hace referencia a una pieza renacentista en español con letra religiosa que no necesariamente tenía que ser navideña, hay villancicos para el Corpus Christie, San Julián o Pentecostés.

[5] Martínez Millán (1988) p. 108.

[6] Lo que serían ahora sopranos.

[7] Canónigo encargado de dirigir y ayudar con el coro.

[8] Es el verbo utilizado en el acta. Expresa la desesperación del Maestro de Capilla por encontrar a alguien con nivel para sustituirlo. Así lo dice en el Libro de Actas de 1621 de la Catedral de Cuenca.

[9] https://foro.tiempo.com/el-clima-en-espana-a-traves-de-los-siglos-t1415.0.html

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