Fuera de los museos también hay arte. En nuestra vida cotidiana hay actividades que pueden ser consideradas artísticas e incluso llegar a ocupar un espacio en los museos. Tenemos así un camino de ida y vuelta que rompe con los compartimentos estancos del enfoque tradicional. Hoy son museables objetos que en el pasado no lo eran, y no solo los objetos, sino que también son museables acciones o performances.
Un objeto nuevo que aparece en el panorama del arte contemporáneo es la revista ensamblada, de la que vamos a presentar una muestra. El nombre de la revista, Cafés y Vidas Desatentas, se presentó el 12 de diciembre en la Escuela de Arte Jose María Cruz Novillo en Cuenca. Las páginas no son de papel, sino vasos de café para llevar, uno por cada participante, que ha vertido su pequeña historia individual en él. Diecinueve páginas o vasos en un soporte que es una bandeja. La primera edición consta de treinta ejemplares y se titula “Recuerdos de vidas desatentas”.
La revista incluye un vídeo, al que se accede a través de un código QR contenido en su portada. El vídeo contiene una partitura de acción y otra sonora cuyo instrumento es la misma voz de cada una de las componentes.También incluye un catálogo complementario. En él se describe cada página, formada por los objetos que la directora de la revista, Gabriela Guerrero González, ha asignado a cada componente del grupo que interviene. A los que se suman recuerdos y una breve reflexión acerca de su intervención sobre ese objeto.
La revista surgió de reuniones habituales de café. Se propone como un juego que se desarrolla en el tablero del arte y responde a nociones interactivas, sociales y relacionales ( Borriaud, 2017) (1). Con el fin de experimentar con diferentes lenguajes artísticos y descubrir una faceta creativa en cada una, a partir de una simple reflexión.
Uno de los objetivos de la revista es construir una historia común partiendo del recuerdo y de historias individuales. La propuesta se adapta a los tiempos de cada participante cuya motivación principal será realizar una obra conjunta construyendo una historia a partir del recuerdo y la asociación con un objeto.
El juego pretende forzarnos a salir de nuestra individualidad, proponernos un reto, un pequeño espacio y tiempo de reflexión, fomentando nuestra creatividad, intercambiando experiencias, dudas, sugerencias y prestando atención a pequeñas cosas, aparentemente insignificantes.
Tan importante como el resultado es el proceso de elaboración colectiva de la revista, con el el que se va creando sentido y reforzándose vínculos afectivos a partir del diálogo e intercambio de experiencias.
Los objetos intervenidos remiten a recuerdos y sirven para contar las historias. Por ejemplo, las pinzas de depilar son instrumento de tortura para Rosa, un rito de crecimiento y de paso a la edad adulta que hoy le pueden servir para sacar espinas dolorosas de la vida; el punto de cruz, actividad que era exclusiva de mujeres, hoy lo enseñan y aprenden tanto hombre como mujeres, según Pilar; lo mismo que pasa con los moldes para hacer magdalenas con recetas heredadas de la abuela de Luisa; el pegamento de pestañas de Gabriela, convertido en una máscara pirata reciclada y frágil sirve para disimular lágrimas negras; bolsas con legumbres de Nuria, sabores del hogar asociados a la tierra, al calor del hogar y a la crianza ; botecitos para cremas que a Ana M. le recuerdan a su madre; hilos y agujas para remendar pantalones del abuelo, recuerdos con los que remienda Conchi las heridas; las agujas de ganchillo son para Ana G. un espacio de meditación y retiro, herencia ancestral de su abuela que le enseñó a tejer; cabelleras que recuerdan a Magda estereotipos culturales de Polonia; las medallas religiosas se transforman en pulseras de espinas en la intervención de Mamen, que le recuerdan el sometimiento católico de lo femenino; la cinta negra, color que recuerda el luto por los desastres de la guerra a Luz y el activismo de las mujeres que se oponen a ella; las pinzas de la ropa, que traen a la memoria de Sara el ritual de su abuela haciendo la colada y cómo se están diluyendo los roles de género en su casa; botes con brillos de uñas para Leire como juego de manicura que se aprende con amigas en la infancia; telas con las que Alicia vestía a sus muñecas; cigarrilos finos “slim” que en su día simbolizaron la liberación de la mujer, según Mónica; el uso del támpax que marcó cambios hormonales y emocionales de Elena; la reflexión de Ana P. sobre el hecho de que adjudiquemos género al brillo, a propósito de la purpurina; las pinzas para el pelo de Azucena que las mujeres usan para embellecerse desde la antigüedad y , por último, las uñas postizas, estética materna contra las que se rebela Ceci.
Instalación – performance.
Al entrar a la sala de exposiciones dónde se presentó la revista, inmediatamente se percibió un aroma de café que, desde el comienzo, añadía significado a la acción. Una vez que finalizó la proyección del vídeo, en el que se van hilando las historias construyendo un relato colectivo, se abrió la revista ensamblada, interactuando con el público, para descubrir en cada vaso o página las intervenciones individuales sobre los objetos que aparecen en el vídeo.
Esta presentación dio lugar a una performance colectiva en la que las participantes, vestidas de negro y con peluca rubia, van sacando de la bandeja sus objetos y mostrándolos al público explicando su intervención.
El uso de la peluca rubia representa una ficción en la que se muestra un estereotipo de lo femenino que se desmonta al final de la performance cuando todas a la vez se la quitan. La identidad múltiple del grupo desaparece y da paso a la individual.
Los encuentros se entremezclaban. El presente y el pasado se unian y se reconocian entre sí. La historia se iba construyendo en el video sucesivamente, de forma repetitiva, minimalista, generando historias paralelas entre madres, abuelas e hijas, deconstruyendo historias y revelando nuevos significados.
De esta manera se iba mostrando el significado de las cosas y los objetos de infinitas formas: aromas, acciones, gestos, detalles. Pinceladas aparentemente insignificantes para quien es observado e imitado, como sucede entre modelos de personas de una generación a otra que marcan nuestra vida. Asi ingenua o intencionadamente, se viaja al pasado, trayendolo al presente para construir nuestro futuro.
La performance invita al espectador a que interactúe como es propio del happening y la performance. Puede ser que el espectador identifique alguna de las historias con la suya propia, se convierta en parte de la obra, interactúe, participe, sienta, huela, observe, rechace, admire, experimente. Y todo a partir de simples recuerdos de vidas desatentas, nombre de ésta primera edición.
1) Nicolas Bourriaud, “Estética Relacional” (2017), Ed: Adriana Hidalgo, Buenos Aires, Argentina. Pág.6. 2Nicolas Borriaud, op. cit., p. 9