Retablo, un sueño. Obra multimedia de creación conquense en el Auditorio.

Retablo, un sueño. Obra multimedia de creación conquense en el Auditorio.

No es la primera vez que el patrimonio artístico de Villaescusa de Haro, fruto del mecenazgo de Diego Ramírez de Villaescusa, el más señalado de los doce obispos que nacieron en este pueblo, es objeto de un espectáculo multidisciplinar de gran calidad artística. En la iglesia que alberga la capilla con el retablo de la Asunción, ya tuvo lugar el estreno de una ópera, un acontecimiento memorable para un pueblo de 500 habitantes como tiene el nuestro. La ópera del compositor conquense Jose Luis Tierno, Las Moradas, tuvo un lleno total. A la representación vino gente de otros lugares, sorprendidos al mismo tiempo de la belleza del espectáculo y la del escenario, que no necesitó más atrezzo que el existente, la obra de arte que don Diego encargó crear allá por 1507.

Poco más de una década después, otro espectáculo multimedia trae a la palestra el retablo de Villaescusa, esta vez en el Auditorio de la capital,

En el anuncio de la obra, titulada “Retablo, un sueño”, se dice: “Un proyecto sencillamente espectacular donde música, danza, interpretación y audiovisuales crearán una atmósfera distinta, especial y original para contarte una historia de pasiones que comienza así: En 1507…”

Y lo anunciado no ha defraudado, al contrario. Creo que ha ido más allá de las expectativas que el anuncio pudiera crear. Porque no es solo una historia de pasiones, sino también una recreación histórica, a la manera en que el arte recrea la verdad de la historia, a través de la selección de los hechos, del uso de metáforas y símbolos. 

Ha debido ser complicado combinar elementos de las distintas artes, música, danza, teatro y audiovisuales.  La música renacentista interpretada por Ensamble y el Coro de Cámara Alonso Lobo, y las composiciones propias de Luis Carlos Ortiz han sonado maravillosamente. La idea de esta compositor y director de orquesta conquense, la puesta en escena de Patricia González, directora de la Escuela de Música y Artes Escénicas, y de Miguel Mula, profesor de la Escuela de Arte Cruz Novillo, combinando épocas, me ha parecido un gran acierto. Como también lo han sido los movimientos esquemáticos de la danza, las figuras blancas a modo de espectros o espíritus en un escenario desnudo, en el que una gasa transparente ocultaba orquesta y coro, y el uso de los audiovisuales, bajo la dirección de Cristina López.

Las libertades que se ha tomado el autor de la trama, Miguel Mula, están plenamente justificadas al comienzo de la obra en las palabras que pone en boca de los personajes, que discuten sobre la naturaleza del arte. Juan de Haro, personaje ficticio, ayudante del histórico imaginero de Borgoña, Felipe Bigarny, al que se atribuye la creación del retablo, lo expresa muy claro: el arte distorsiona la realidad para hacerla más auténtica. Lo que vemos de la realidad son solo apariencias, por eso el artista tiene que distorsionar esa apariencia para mostrarnos lo que es en profundidad.

 Al crear una historia de amor entre la judía Ruth y Juan, un cristiano, se muestra el conflicto de la época. Un conflicto en el que Diego Ramírez, el artífice del retablo, fue llamado a intervenir. Su maestro y protector Fray Hernando de Talavera, lo llamó para convertir a los moriscos de Granada con el ejemplo y las buenas obras, antes de que los Reyes Católicos llamasen al cardenal Cisneros para secundar la tarea con métodos inquisitoriales que resultaron más rápidos por su contundencia: conversión o cárcel. El retrato de Fray Hernando, procesado también él por el Santo Oficio, está en el retablo, precisamente detrás de la del propio obispo Diego Ramírez, en actitud protectora.

La otra libertad de la obra, la incorporación de imágenes de los desastres de la guerra, el sufrimiento de los inocentes o el lamento de las madres que pierden a sus hijos, me parece igualmente justificado por la verdad histórica, mostrada a través del arte. Aquí interviene la expresividad de la danza, el solo masculino del hombre que evoca al cristo crucificado, Jesús príncipe de la paz, que mandó poner la otra mejilla y obligó a Pedro a guardar la espada y volver a poner la oreja que le había cortado al soldado. Y no solo las escenas bíblicas del retablo justificarían ese pacifismo y rechazo de la violencia, también lo hace la biografía de don Diego Ramírez de Villaescusa, acusado de comunero por intervenir en negociaciones de paz entre estos y las tropas del emperador. Lo hizo en calidad de presidente de la Chancillería de Valladolid, cargo del que fue depuesto, y confesor de la reina Juana I de Castilla (encerrada en Tordesillas, acusada de loca, y liberada por los comuneros).

El público aplaudió los guiños a la actualidad conseguidos con la incorporación de las imágenes de dictadores actuales y de personajes históricos más o menos reconocibles, entre ellas la de Fernando el Católico.

La figura de este rey está representada en el retablo de Villaescusa en la escena de los Reyes Magos. Una representación muy peculiar de la que se hace eco la obra, la presencia de cuatro reyes, los tres Magos de pie y el rey Fernando de Aragón, de rodillas, adorando al Niño. Un gesto de humanidad, dice el texto, pero también deja que se interprete como el deseo de que la tiranía se postre y se humille ante la Buena Nueva, el mundo mejor que traerá el triunfo de la justicia y la paz.

En los tiempos convulsos que vivimos, con la presencia de la guerra, fruto de los autoritarismos, de la intolerancia y de la avaricia de los fabricantes de armas, obras como la que reseñamos, que, además de ayudar a mantener vivo el patrimonio y poner en valor a nuestros artistas, tiene una dimensión pacifista, sería estupendo que se cumpliera el deseo del presidente de la Diputación: “que esta producción sea solo el inicio de un proyecto mayor aún con segunda y tercera parte.”

Grandiosa también la interpretación del cuadro de la Piedad, la madre dolorosa con el hijo ajusticiado en su regazo, o los movimientos de danza que evocan la dormición de la virgen. El audiovisual que presenta bocetos y dibujos, que debieron de existir, para la representación de los apóstoles alrededor de la virgen dormida o en trance de la Asunción, momento central del retablo, nos da una idea solo aproximada del producto final conseguido en el Retablo. Es verdad que se habla de la riqueza de colores y del brillo conseguido, que en la época tildan de magia y hechicería. Tintes conseguidos por la conversa Juanela, colores envenenados por los que la acusan de bruja y la llevan a la hoguera. Sin embargo, creo que algunos espectadores hubiéramos agradecido que se nos presentara una imagen del retablo real en todo su esplendor, una foto del logro conseguido, en vez de hacerlo solamente de los esbozos en blanco y negro.

Desde luego, el Retablo de Villaescusa de Haro tiene para una segunda y tercera parte. Están las figuras femeninas con un libro en la mano, en una época, recién descubierta la imprenta, en la que los libros eran un lujo, mucho menos accesible para las mujeres en las que el analfabetismo era la norma. Y está la escena de la Visitación, en la que la policromía de los vestidos de las tres mujeres recuerda el movimiento del aire sobre las telas.

Está la escena del parto o nacimiento de la virgen, con parteras con un jarrón en las mano y toallas para atender a la parturienta, postrada en la cama. No solo son realista las vestimentas de hombres y mujeres, unos vestidos como judíos, otros, de clérigos y reyes, unos a la moda castellana y otros con tocados y sombreros a la moda de Flandes, como en la escena histórica del matrimonio de la reina Juana con Felipe el Hermoso, que ofició Diego Ramírez nada más llegar a la Corte flamenca acompañando a la que entonces era princesa.

En una sola representación no se podía abarcar toda la riqueza del Retablo, no obstante, lo conseguido es un gran acierto. El pueblo de Villaescusa tiene que agradecer a sus creadores, Coro de Cámara Alonso Lobo, profesores y alumnos de la Escuela Municipal de Música y Artes Escénicas, los de la Escuela de Arte Cruz Novillo, y a los patrocinadores: la Diputación y el ayuntamiento de Cuenca, la Junta de Castilla La Mancha y Globalcaja, y a todos los que han colaborado en esta obra, que seguro traerá visitantes al pueblo a ver el retablo original.

Cartel de la obra "Retablo, un sueño".

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