Con la multitud de actividades programadas para las fiestas de San Mateo casi ha pasado desapercibido el espectáculo que tuvo lugar en el Auditorio el mismo día 17, cuando casi todos los conquenses estaban pendientes de las vaquillas en el casco antiguo de la ciudad.
El título de la obra representada era Todas las noches, con la que se quiso celebrar el cincuenta aniversario de la Convención Patrimonio Mundial, en la que la UNESCO elige las ciudades que entrarán a formar parte de ese grupo selecto de Ciudades Patrimonio de la Humanidad. Grupo en el que Cuenca entró a formar parte desde hace cinco años.
Antes de traer esta obra a nuestra ciudad, fue llevada al Festival Flamenco de Dusseldorf, al Corral de Comedias de Alcalá de Henares y a los Teatros del Canal de Madrid, con gran éxito de crítica y público.
La Noche del Patrimonio se celebró el sábado, 17 de septiembre, en cada una de las quince ciudades españolas que han recibido esa denominación con la finalidad de reflexionar sobre su pasado, presente y futuro. Con ese fin, los actos aúnan tradición con vanguardia, lo local con lo internacional, y a reconocidos artistas con creadores emergentes.
Todo esto se lograba en Todas las noches, espectáculo creado por tres mujeres, tres grandes artistas, dos bailarinas que comunican con sus cuerpos y una tercera creadora que acompaña la danza con su voz y su guitarra. Las tres tienen un recorrido internacional y al mismo tiempo anclan su arte en las tradiciones de su tierra, unos lo llaman flamenco fusión, danza conceptual, o bien danza contemporánea con raíces flamencas. Puede llamarse así o simplemente arte auténtico y, como tal, obra abierta a múltiples interpretaciones.
La escenografía, la iluminación, la música, todo contribuye a crear significados. El título ya predispone al espectador a entrar en el espacio mágico de la noche. Es lo que aparece al subir el telón, un escenario vacío y oscuro, con lucecitas dispersas a modo de estrellas, un sonido tenue como el ritmo de un vientre materno al que se va sumando la respiración de las bailarinas, cuyas siluetas entrelazadas se van dejando ver muy poco a poco.
En ese clima de misterio surge la canción de una tercera mujer, oculta. “Y en la noche callada/ hay movimiento/ eternos los sonidos/ del firmamento…” La estrofa del cante flamenco nos trae a la memoria a otras cantantes flamencas que han cantado a la noche, Estrella Morente y más cercana en el tiempo, por la actualidad que le da la fama, la voz de Rosalía interpretando la misma canción, Aunque es de noche, sobre el poema de San Juan de la Cruz. El oyente tiene los versos del santo en la memoria, el oxímoron de la música callada, el sonido de la fuente que mana y corre, aunque es de noche…Todo un plus de significación para el espectáculo que ayuda a leer los movimientos de las bailarinas. Es difícil buscar un hilo narrativo en la danza, como en la poesía pura, y esta obra está llena poesía, pero la apoyatura de las palabras y sus resonancias de la poesía mística nos dan algunas claves para cierta interpretación. Claves que se ven confirmadas por el currículum de las personas que intervienen en esta creación artística, como veremos.
Las bailarinas buscan la unión en la horizontalidad, una se une a la otra en abrazo, se separan insatisfechas, con movimientos bruscos, buscan la solidaridad apoyándose una en la otra para elevarse a las alturas y ascender, por turnos, buscando la luz que se viene de lo alto, un foco de luz difusa como una niebla, en el centro del escenario, que parece la entrada o salida de la caverna de Platón, luz que ilumina, de la que las mujeres buscan el origen, sujetando una a la otra para que esté más cerca de la fuente. Fraternidad y trascendencia del ser humano, simbolizadas en esos movimientos horizontales y verticales, sin lo primero no puede llegarse a lo segundo, es el mensaje. El deseo de unión no se colma en el otro, pero necesita del otro para buscar darle alcance, las bailarinas se alternan para servir de soporte una a la otra y subir a indagar de dónde viene la iluminación, dónde está el origen de ese foco de luz.
Esa aspiración a trascender los límites de lo humano, de lo que se ve, se busca en las miradas hacia arriba y también en el giro sobre uno mismo. Las bailarinas giran como los derviches giróvagos, con una mano alzada y la otra inclinada hacia abajo para unir el cielo a la tierra, para bajar lo divino a lo humano y comunicar lo terrestre con lo que está por encima de sus cabezas y de las nuestras. Al final, calla la guitarra y habla la voz, una canción del flamenco que habla de la soledad del alma, “Soledad de alma mía”.
En la danza no solo se ha visto influencias del flamenco y de los derviches, también ha habido movimientos marcados, geométricos, de las dos bailarinas que recuerdan a la diosa Kali, la deidad hindú de múltiples brazos con los que abraza a la humanidad. Otras veces, las figuras que forman las dos mujeres son seres de cuatro patas, o de cuatro brazos articulados como las patas de un insecto, ¿las metamorfosis en escarabajo? ¿O los de una araña que se alimenta de las moscas que atrapa? Connotaciones literarias y símbolos en una danza que muestra la multiculturalidad del arte contemporáneo. Una obra compleja en la que han intervenido varias personas, además de las tres mujeres que vemos en el escenario, de las que vamos a hacer un resumen de su currículo.
La bailarina Sara Cano, graduada en Coreografía e Interpretación de Danza Contemporánea, que dirige su propia compañía desde 2014. En su obra A Palo Seco, establece una forma propia de expresión que une flamenco y danza contemporánea. Otra obras suyas son Sintempo, La espera y Vengo! , con la que ganó en 2020 el premio Max de teatro a la mejor coreografía.
La otra bailarina es Vanesa Aibares, titulada en Danza Española y Flamenco que ha colaborado con artistas como Carmen Linares y Mayte Martín. En sus obras Mujer en azul y El espejo, Sierpe, Liminal y Áspid, combina su fascinación por el folklore español con una reflexión sobre la feminidad desde los mitos. Su última creación individual, de 2021 fue La reina del metal.
La adaptación de letras, guitarra y voz se debe a María Marín, formada en los Conservatorios de Sevilla, La Haya y en la Universidad de las Artes de Rotterdam. Ha colaborado en proyectos de flamenco, jazz y world music realizando giras de conciertos, además de por Holanda y España, por Alemania, Bélgica, Reino Unido, Korea, República Checa, Polonia y Francia.
Detrás de estas tres mujeres protagonistas, hay un trabajo de más personas. El equipo técnico está formado por Gabriel Paré y María de la Cámara, que han trabajado antes con la cantante Rosalía y el grupo teatral Fura del Bauss. A ellos se debe el espacio escénico y diseño de iluminación.
En el equipo artístico, la dramaturgia es de Francisco Sarabia Marchirán, y el acompañamiento artístico de J. Carlos Lérida, comisario del Festival Flamenco de Dusserldorf, con proyectos artísticos destacados como El Arte de la guerra, La liturgia de las horas, La hora del sacrificio o El monte de los olivos.