La mala hora
Arde el instante en el momento que escribo sus 8 letras abatidas en el comienzo de este poema.
Este poema nace con sus palabras quebradas, el aliento en cabestrillo, para ser devorado por una jauría de alimañas.
Te duelen hoy los semáforos, los dedos, los brotes sin flor de la azalea, el ruido, la casa, los sintagmas, las calles, el aire mordido de niebla, el llanto del niño aquel, los remiendos de la muñeca de trapo:
ha venido el día con una luz tan susurrada…
Te doy mi corazón, su latido sin alas, su compás sucio, su desafinado diapasón: la música vacía de los vencidos y los tristes, de los impostores y los mercenarios;
te doy mi corazón para que lo flageles sin piedad en tus sueños, para que muerda el polvo y cuelgues luego sus despojos de una web pornográfica o de un gancho;
te doy mi corazón y el hueco donde estuvo como un ingrato huésped durante muchos años, extraviado y en fuga, huyendo de sí mismo, queriéndote a chorros, muriéndose de ti segundo a segundo;
te doy mi corazón, abolido y sin nadie, como el amargo fruto de un árbol enfermo;
te doy mi corazón para que tú le laves las tripas con detergente y esparto y le des duro con un palo, lo domestiques y, cilicio escarmentado, aprenda de ti la alegría, ese saber estar, tan tuyo, de este lado de la vida;
te doy mi corazón para que ya limpio, oliendo a blanco, lo entregues sin temor a quien pudiera necesitarlo:
al mendigo de cartón y lluvia y lentes de alambre que agacha la cabeza y susurra masticando las palabras: «una limosna, por caridad: medio tetrabrik de vino»,
a la mujer desposeída, incluso de sí misma, que creyó entregarse al amor y le abrieron una puerta al infierno con derecho a retrete y soga fría,
al hombre perdido en su laberinto, abrumado de horarios, corbatas y clichés, que malvende sus horas al salario del miedo y es carne de patíbulo,
al muchacho y a la muchacha que aún no saben si van o tal vez vuelven por una senda que otros trazaron con las cartas marcadas,
al niño que se muere de moscas, pellejos y desierto y ya ni puede gritar: ¡soy hambre!,
al viejo de pasos minutísimos y frente cana que camina solo conversando consigo mismo: en su mirada líquida se oculta el manantial del tiempo, el envés de la trama de la vida, el barro dulce de todo lo creado.
Te doy mi corazón, amor mío, para que en ti se eleve y se consuma
hoy que dejo testimonio de este día de luz tan susurrada, hoy que me duele el hombre que siempre va conmigo fingiéndome otro
te doy mi corazón
porque nunca he sabido mentirte que te quiero,
porque es locura de amor, amor tan alto a ti debido.
Francisco Mora
Plutón
El hombre estaba gritando
Nadie me quiere en ningún sitio
Nadie me quiere en ningún sitio
Para qué
Me voy a suicidar
Alaridos en el eco
Era yo en otra dimensión
En un mundo paralelo de sufrimiento
y depresión.
Era yo, eso creo.
Era yo, del otro lado del espejo
En otro espacio
Donde mi alma vomitaba petróleo y benzeno
Y mi sangre era tan roja como la de las moscas verdes
devoradoras de carne
Que acudían por millones a poner huevos en mi miseria,
frenéticas de hambre.
Quiero morir, gritó el hombre.
Y el bloque se sumió en la oscuridad
De nubes de primavera cruzaron el cielo.
Y quedé solo en la ciudad.
En el silencio.
Noldo Cash, Instituto Indigenista Internacional
Mariposas
Para soñar el futuro
escribimos el presente
-gas volátil e inflamable-
en un pasado insolente.
Una semilla con letras:
mariposas color verde
que liban en rojas flores
a la orilla de la fuente.
Mil razones esta noche:
Canta, baila, huele, miente
al firmamento de tus ojos
y Orión, el guión se invente.
Licores de hoja caduca
murmuran duelos alegres.
Entre riendo y llorando:
¿habrá algo que nos recuerde?
Tirso Moreno Ortega
Amarnos (dedicado a Lima)
Conocernos está siendo fascinante
y tengo miedo de perder tu compañía.
A tu lado me desborda la alegría
y soy felíz siempre que tú estás delante.
Me acompañas, y eres la mejor amante
que he podido conocer mientras vivía;
una pandemia mundial nos retaría
a luchar por nuestros sueños expectantes.
Por eso es que decidimos ser valientes,
disfrutando de risas y barbacoas,
navegando cada día las corrientes
de estas vidas que pudieran ser canoas,
trabajando cada noche en nuestras frentes
para amarnos desde la popa a la proa.
José Antonio García Vera
Un trago para Delibes y mis huesos
Recuerdo el terreno en el que crece el maizal que alimenta a las gallinas
o las zanahorias que alimentan a los cerdos
o lo que que alimente a las cabras.
Me recuerdo a eso, el terreno donde crece la comida
que es tragada por otros,
y en tantas estaciones.
A veces pueden crecer nuevas cosas
aunque ya sea tierra baldía.
Quizá algún día se quede una monda olvidada.
Existe un corazón bajo la tierra
rezuma y palpita provocando terremotos
yo lo noto, soy suelo y tiemblo con su movimiento.
Si te hablo de sentimientos
se mueve el corazón del mundo entero
asoma por las cañadas donde viven las ratas
siendo roído sin consuelo,
y sobre todo se te esconde de mí,
muy adentro.
Javier Barreda Planelló
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
Un ecosistema innovador de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración.