Un 7 de febrero de 1822 muere en su pueblo natal de El Picazo el artista Pedro Fernández. Debió ser un personaje muy relevante en su época, sin embargo, su recuerdo fue desapareciendo de la memoria de sus vecinos y vecinas hasta olvidarse por completo. Debe ser cierto aquello de que nadie es profeta en su tierra.
Pedro Alonso Fernández Martínez nace el 12 de octubre de 1750 en El Picazo, de padre de Villamalea y madre picaceña. Es parte de una familia humilde de nueve hermanos. Su padre, un sirviente para la labor, solo era propietario de dos jumentos de carga.
A pesar de esto está emparentado con una de las familias nobles más importantes de esta aldea dependiente de la villa de Alarcón. Su tía Rosa María se casa en 1753 con Domingo Pérez Carrillo, uno de los herederos de la familia Carrillo.
Poco sabemos de los inicios en la pintura de Pedro, pudo haber aprendido el oficio de otros pintores picaceños de la época como Juan Muñoz o Juan Ruiz. Incluso pudo haber coincido con el taller del valenciano Felipe Navarro, famoso pintor instalado en la diócesis de Cuenca que dejó sus pinturas en Garaballa, Sisante, Campillo de Altobuey y Villanueva de la Jara entre otros.
Algo más sabemos de su vida privada. A sus 24 años se casa con la picaceña Benita Jiménez López, con la que tiene cuatro hijos y una hija. Sin embargo, Benita muere unos años después, seguramente por complicaciones de su quinto parto.
En 1785, Pedro se casa nuevamente con otra picaceña, María Martina Escudero López, con la que tiene siete hijos más. Coincidiendo con este segundo matrimonio, Pedro empieza a ejercer como Maestro Pintor y Dorador.
Las primeras obras que conocemos del pintor las realiza entre 1788 y 1797 en la Capilla del Rosario y la Capilla de San Martín de la Iglesia de la Asunción de Villanueva de la Jara. Se trata de trabajos menores como jaspear y dorar las mesas de altar, un retablo, las rejas y el órgano.
En 1795 y 1796, viaja a Jorquera, donde pinta el Altar Mayor y el retablo de la Iglesia Parroquial de la Asunción. Es en un recibo de esta obra donde descubrimos por primera vez la firma del pintor.
Parece que en estos años Pedro ya gozaba de un importante papel social en El Picazo. En 1794 firma junto a un grupo de vecinos, que incluye importantes nobles y terratenientes, un documento en el que pide la creación de una cofradía en honor a la Virgen del Rosario, patrona de su pueblo. Además, Pedro Nolasco, uno de los hijos de su primer matrimonio, será nombrado Mayordomo de esta cofradía algunos años después.
Sus obras más importantes las realiza a comienzos del siglo XIX. En primer lugar, decora la Ermita de Santa Ana en Cenizate entre 1802 y 1804; en la actualidad no se han encontrado documentos o firmas que demuestre la autoría de la obra, sin embargo, la similitud con otros trabajos de Pedro es innegable.
La última obra de la que tenemos constancia y una de las más importantes se encuentra en la Ermita de San Lorenzo de Alcalá del Júcar. Juan Manuel Pérez González, restaurador de las pinturas de este templo, encontró en la parte alta del altar una inscripción a lápiz que dice: “Se pintó todo por Pedro Alonso Fernández y sus hijos, vecino del Picazo jurisdicción de Alarcón en el año dicho al Frente (1804) el mismo en que vale esta la cosecha de trigo a 120 reales la fanega y a proporción los demás comestibles por cuya causa han muerto muchos infelices, el Sº S Lorenzo nos ayude con su poderoso influjo, librándonos del infierno y tales calamidades, amén”.
Un año después, Pedro completa esta inscripción diciendo: “El 1805 se continuó la pintura por los mismos. Siguió la carestía hasta 140 reales la fanega y mayores epidemias”. Esto indicaría que las pinturas pudieron ser una ofrenda al santo para que interviniese ante esta situación.
La obra se ve interrumpida con la Guerra de Independencia y, según los libros de cuentas, continua cuando Pedro vuelve en 1815. Sin embargo, seguramente debido a la avanzada edad del pintor, la obra la termina su hijo Pedro Nolasco solo tres años después.
En estas dos últimas obras se puede observar el característico estilo que desarrollaron Pedro y su taller, y que los diferenciaba de otros autores contemporáneos. La decoración de los templos se asemeja más a la de un palacio que a la de un lugar de culto, ya que predominan los elementos arquitectónicos sobre la representación de figuras religiosas; incorpora arquitecturas fingidas y ornamentos planos, imitación de mármol y jaspe, usando colores suaves y apastelados predominando el rojo, rosa, azul, beis y amarillo; destaca la representación de emblemas o símbolos como el anagrama de María y objetos con valor simbólico como martillos, tenazas, clavos, coronas de espinas y espadas. Es muy llamativa también la alusión a elementos propios de la fiesta de la soldadesca.
Un elemento muy particular es la estructura y decoración de las cúpulas, que siempre aparecen divididas en gajos por arquitecturas fingidas. Se representa un rompimiento de gloria con nubes alargadas y cabezas de angelitos alados volando sobre un coro de ángeles músicos. Este ornato se complementa con cuatro medallones en cada una de las pechinas en los que pinta a los evangelistas u otros santos.
Gracias a este particular estilo algunos autores como Isidro Martínez García, José Sánchez Ferrer o Sinforiano González Lozano atribuyen a Pedro las pinturas de la Iglesia Parroquial de Alborea, el Convento y la Ermita de Nuestra Señora de Gracia en Mahora, la Ermita de Bellavista en Tarazona de la Mancha, la Ermita de la Consolación de Iniesta, el Santuario de la Virgen de los Remedios en Fuensanta y el Santuario del Cristo de la Vida en Villa de Ves.
En El Picazo queremos rendir un homenaje a este artista ilustre en el segundo centenario de su muerte, recordando su vida y obra mediante una serie de actividades como rutas, exposiciones y charlas, y así evitar que su nombre se vuelva a perder en el tiempo.
Muy interesante! Gracias por dar difusión a artistas menos conocidos de nuestra provincia!