Cuenca… No sé definirte.
Tu romance limpio, fijo, esplendoroso,
tu fonética varada en el tiempo,
tu gramática sin reglas, sistemas ni gobierno,
tu ortografía tan incorrecta para tu exquisitez,
tu etimología de roca viva y agua bendita.
Cuenca… No sé dibujarte.
Sobre un caballete kárstico y con un pincel delirante
maquillas la cara de una ciudad descendiente de las nubes.
Tu ingenio a vuelapluma
y tu forma de vivir en la vanguardia,
hacen cuadro abstracto de la sencillez.
Cuenca…No sé describirte.
La vida comienza en cataratas de menta
que llevan a los albores de un abrupto precipicio
de hombros calizos y pecho descubierto.
Recorrido por dos vasos fluviales intravenosos,
el esqueleto de un señorial castillo
y las ruinas de una memoria molida a trabucazos.
En el eco de Mangana, las serranillas dan la hora
y no hay más orden, más paraíso, más ecuación.
Cuenca… No sé interpretarte.
La reina de la república gravitatoria
esculpe un pentagrama y dibuja el anarquismo
de callejuelas cuerdas, de casas colgadas.
Folías a tus excelsos balcones,
de una rondalla que canta en tu pecho
pulsando las voces, espartando las púas.
Cuenta historias de ignominia y traiciones,
de tactos que se graban en la piedra,
de fuentes que abanican al engaño,
de cristos que guardan promesas en pasadizos.
Arría la bandera del orgullo frente a las leyes físicas,
de tu perfección dispuesta en cuadernas vías,
de tu ordenación alejandrina,
de tu mester culto, gallardo, castellano.
Sobre la omnisciente cima de tu descaro,
el pendón de un cerro que socorre
al corazón sagrado que late en el horizonte.
Bajo hoces recortadas por el embate,
huertas que siembran frutos de alcurnia,
sobre desfiladeros inhumados
un puente desafiante que intimida al vértigo.
Tiradores altos y bajos, tintes en ríos velados,
y arrabal bendito de encuevada virgen.
Hay milagros explicables, parábolas en curvas cerradas,
y cuestas a ras de cielo donde encontrarse con San Pedro.
Nuestro Dios es masculino, individual, concreto.
Cuenca… tú eres femenina, eres colectiva, eres abstracta.
Juan Ignacio Cantero de Julián
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