Podría inventar movimientos que enfanguen mareas
o encapoten huracanes, o ensombrezcan los faros,
movimientos literarios.
Engañarte diciendo que soy un rapsoda
y que este poema solo lo hago por mí.
Esto va, de dos puntos blancos y nocturnos
—como dos estrellas solitarias en dos universos distintos,
sean dioses ardiendo o esferas de vida—
que me enfocan o miran.
De mi cascarón vaciado, viciado, y ahora acariciado
por tus bondadosas manos.
De entenderme no siempre en lo malo.
Del avance, aunque a veces torpe, sincero.
Del comprendernos, descomponernos,
aunque el mar se caiga en el cielo,
o la lluvia rompa en el suelo.