La polémica conquense de las meninas

La polémica conquense de las meninas

   Puede ser que muchos lo ignoren, pero es posible que Cuenca esté representada en el cuadro de Las Meninas de Velázquez. Unos dicen que mediante la puerta entreabierta que aparece al fondo, otros que por el propio salón que cobija a los personajes del cuadro, y hay descreídos que lo niegan todo.

   Resulta un enigma imposible de resolver, como tantos otros que esconde esta obra magna de la pintura universal. Es tanto lo incomprensible que entraña el cuadro más visitado del Museo del Prado que la huella conquense sería solo uno de sus secretos, quizá el menos controvertido. Porque el mayor misterio reside en interpretar qué nos está contando Velázquez en esa extraña obra en la que “solo” vemos unos personajes, perro incluido, mirando lo que nosotros no vemos, es decir aquello que pinta el genio sevillano.

   Cientos de expertos se han devanado los sesos por saber lo que quiso decir el maestro con esa pintura que incluye autorretrato. Tal vez las meninas sean lo de menos, al fin y al cabo, el nombre solo alude a las damas de honor de la Infanta Margarita, es decir a sus lacayas: peccata minuta en una corte como aquella. Y aquí puede empezar la polémica porque el cuadro más emblemático del Siglo de Oro sitúa el centro de atención, el título, en la base de la peana, o sea, en el servicio de la corte y no en un miembro de la misma…aunque antes se llamó La familia de Felipe IV.

Fuente: autora

   Lo que saca a colación a Cuenca es la puerta que cobija al personaje del fondo –José Nieto, jefe de tapicería de la reina-, porque dicen que está inspirada en una de las que aún conserva intacta la Posada de San José. Hay quien sostiene que el espacio mismo donde se ubica la acción del cuadro es la representación del salón por el que se accede a la zona de restauración de la Posada. En concreto, se trataría del gran espacio que hace de hall entre las escaleras de bajada y el restaurante donde, al igual que en el cuadro, se aprecia una puerta a la derecha.

Interior de la Posada de San José. Fuente: autora

   Cierto es que en este establecimiento hostelero recalaba Juan Bautista Martínez del Mazo, “pintor de reyes y antepasado de reyes”, como reza la losa que recibe al visitante. Y datado está que este personaje, con ancestros en Beteta, se casó con Francisca, hija mayor de Velázquez, llegando a ser yerno del ilustre pintor, además de discípulo y ayudante. Según cuentan Carlos y Juan Carlos Solano en el libro “Juan Bauptt Martínez del Maço, pintor de Cámara de Felipe IV, yerno de Velázquez y conquense”: de viaje a Nápoles, y antes de embarcar en Valencia, hace escala en Cuenca donde realiza un alto en el camino para visitar a su familia. Se hospeda en La Posada de San José, propiedad de su abuelo materno”.

   Con tales precedentes no es difícil suponer que el asistente de Velázquez pudo hacer algún boceto de este entorno que le acogía para trasladarlo al lienzo de su maestro… ¿Quién no ha pintado una puerta al suegro?

   Resulta obvio que la puerta del fondo de Las Meninas guarda la misma distribución de sus cuarterones que la que mantiene la habitación 23 de la Posada de San José, dado que en este alojamiento ninguna es igual a otra. Estamos hablando de cinco siglos antes de que Ikea inundara el planeta con sus diseños uniformes, aunque copiarse unos a otros venga de lejos. Sin embargo, entonces los carpinteros eran locales como lo fueron los herreros. Es sabido del prestigio de la rejería conquense que desplegó sus hierros hacía varias catedrales españolas y no solo a la propia. Pero no, no hay indicios de que en la Rendición de Breda se muestren lanzas made in Cuenca, ¡mejor no abrimos otro campo de batalla!

    En el lugar de la polémica, en la propia Posada de San José, se muestran incrédulos ante todas estas especulaciones mientras asisten perplejos a un entrar y salir de guías turísticos que narran con verosimilitud todas las cuitas posibles en torno a la influencia de Cuenca en el cuadro de Las Meninas. No obstante, ahí está como mudo argumento el retrato de Velázquez colgado de una pared como el que no quiere la cosa.

Fuente: autora

   La verdad nunca se sabrá y de dejar en leyenda urbana la quimérica presencia de Cuenca en El Prado no haríamos más que añadir una más a la lista de historias “recreadas” de las que tanto alardea esta ciudad. Nada menos que para explicar la liberación de la ciudad en el medievo, se cuenta que un vigilante ciego –torpe elección, a primera vista- custodiaba una puerta de la ciudad por la que se coló un ejército camuflado de rebaño. Lo que viene a ser un caballo de “Trola”.

    Volviendo a lo que nos ocupa, no sería poco conocer el origen de esa puerta de la obra velazqueña que enmarca a uno de sus once personajes. Porque lo que sí salta a la vista es un popurrí que mezcla señores con sirvientes como en una precuela de la actual serie televisiva “La Promesa”, o la ya histórica “Arriba y Abajo” o la película “Lo que queda del día”, o tantas otras de las que el pintor sevillano fue singular pionero.

   ¿Por qué razón el genial artista no iba a conceder a su yerno, padre de sus nietos, el capricho de trasladar un pedazo de Cuenca a la más icónica de sus obras?   Velázquez ya lo había hecho, quien sabe si ayudado también por su yerno, en su obra “San Antonio Abad y san Pablo ermitaño”, al representar grandes rocas, los llamado hocinos, en un fondo que además parece recrear la bajada a La ermita de Las Angustias.

   Entre las dudas y las hipótesis, la puerta de la polémica sigue entornada.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Encarna

    Cómo escribe y describe Carmen Pérez Tortosa sus artículos …y además no sabía toda esta historia, me la quedaré para siempre en mi humilde memoria.

Deja una respuesta