¿Qué contemplan tus ojos,

río Júcar, a los pies

de esta ciudad alzada

sobre bellas

y acantiladas peñas?

Acaso son estas rocas

que impávidas perduran

en el fluir del tiempo

tan llenas de armonía

que estremecen.

Tal vez  absorto vigiles

tu remansada orilla

de  hondo color verde

o el resplandor dorado

de los chopos centenarios

meciéndose en la brisa.

Quizás el vuelo de las aves

abra las puertas del silencio

y mires, cauteloso,

más allá de los umbrales

recogiendo los secretos

que anidan en los rincones.

Tu mirada escrutadora

tal vez atisbe una ciudad

apegada a sus rutinas,

a sus ritos y a sus fiestas,

envuelta en burocracias

y en complacidos ¡ea!

¿Qué ven tus ojos,

río Júcar,

que queda tu alma

tan apesadumbrada?

¿Los edificios desiertos?

¿Esos negocios que cierran?

Acaso la  fuga de cerebros

que deja las calles

con un futuro incierto

y la ciudad desolada.

Quizás tus aguas posean,

el poder de impulsarla.

Que tu corriente cautiva

hable sin voz

y despierte en la frente

con tu aldaba

a aquellos que decidieron

quedarse pese a todo

para forjar un horizonte luminoso

que les devuelva la esperanza.