Sylvia Plath (1932-1963), brillante poeta estadounidense (El Coloso, Ariel) se suicidó un día como hoy, en su casa en Londres ahogándose con el gas del horno.
Lazarus
¿Habrías preferido ser feliz
a que te recordáramos eternamente?
¿Si pudieras, tal como anunciaste, Sylvia,
renacer tras cada una de tus definitivas muertes,
volverías a leer un poema,
o acaso a escribir una sola línea
si con ello te desgajaras de nuevo en girones de piel
tan fina que puedes notar las agujas
que sostienen ancladas a tu cuerpo las mentiras
y devoran el sueño de tus noches
por el cuello blanco de los cisnes?
Cuando decidiste surcar el pesado sueño del gas
y mucho antes, caminar entre tinieblas
aún sabiendo que en cada paso
podrías pisar la sucia oscuridad,
las partículas que componían tu cuerpo,
tus nervios encapsulados en ansiedad
y el veneno inyectado en tus palabras
nos ahogaron a todos en tus playas,
atrapados entre las olas, y la marea
que nos atrae como un imán
hacia el fondo de tus poemas.