El postalón de Cuenca

El postalón de Cuenca

    La típica foto que tomaba el turista de Cuenca en el Puente San Pablo con las Casas Colgadas de fondo ya no nos representa. Al menos, no tanto como el nuevo encuadre que ofrece “El segundo Banco más bonito del mundo”, situado en el MUPA (Museo Paleontológico) sobre los Tiradores, frente a la panorámica más completa de la ciudad. Se trata de un banco, de los de sentarse, colocado a principios del 2.020 con todos los beneplácitos de la autoridad. 

   El primero del ranking fue instalado frente al mar por un vecino de la localidad coruñesa de Ortigueira al que unos escoceses que pasaban por allí decidieron graffitear en su trasera: “el banco más bonito del mundo”. Se ignora si tamaña proeza está patentada, pero seguro que se quedaron a sus anchas, sobre todo una vez sentados para inaugurar “el invento” –con cervezas, a buen seguro-, como dioses descansando en el séptimo día. Después de aquella genialidad, una foto nocturna desde el banco consiguió ser premiada en un concurso de la UNESCO de 2.015. Tal vez por eso, y porque las noticias corren que vuelan hasta derivar en un fake, por aquí comentan, como si tal cosa, que el banco conquense lo ha colocado la mismísima Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura…y ahí queda eso.

   En realidad, fue el MUPA quien siguió la estela de aquellos turistas, otorgando el segundo puesto a este asiento vigilado por dinosaurios. Un mirador de excepción al que el propio director del Museo por aquel entonces, Santiago Langreo, invitaba a fotografiar como fondo de selfie porque “nosotros queremos ver también a nuestros visitantes”. Un banco con vocación de emblema, como el de Queen-Bourough Bridge donde tiene lugar la escena más recordada de la película Manhattan, de Woody Allen.

   Y cuando se instaló el de aquí, de hierro forjado y todo, el acontecimiento mereció el protocolo correspondiente con su debida representación municipal, alcalde incluido. Las autoridades, ya se sabe, han de estar a todas en aras del progreso y el desarrollo y el patatín y el patatán. La mecha ha prendido y ya hay hasta siete bancos más bonitos del mundo… ¡precisamente en este país y varios en Galicia! La verdad es que todo ayuda, tanto el espaldarazo oficial como la instalación de un simple banco en un emplazamiento que, de no ser por ellos –los políticos y los bancos – lo mismo ni reparamos en la panorámica de enfrente, nos perdemos la postal. Conmoverse ante una visión medieval es cuestión de sensibilidad y en estos tiempos que corren hasta puede que escasee; así que, cualquier ayudita es buena.

   Para ser precisos, porque la gramática debe ser escrupulosa, la pizarra que califica de bonito al banco conquense debería poner “desde este banco hay una vista incomparable”, por sugerir un texto, pero ¿quién se para a leer más de una línea en estos tiempos tan acelerados? El marketing exige ir al grano y a ser posible hasta trampeando… qué importa que “el segundo” se escriba en pequeñito si la parte mundial va a lo grande.

    En puridad no es el banco lo bonito sino la vista que se contempla desde ese asiento privilegiado. Una composición centrada en los rascacielos diseñados al antojo de sus moradores, un despliegue de arquitectura desafiante, como si de una veduta de Piranesi se tratara si no fuera porque algunos de sus grabados eran inventados y aquí el postalón es auténtico y ha llevado tiempo configurarlo. Esta y otras vistas de Cuenca impresionaron también a Antón Van Den Wyngaerde, artista flamenco que visitó la ciudad a mediados del siglo XVI, dejando varios dibujos de aquella población medieval, muy próspera en aquel entonces.

   La panorámica condensa grandes hitos monumentales de esta ciudad en un amplio recorrido que abarca desde el hospital de Santiago hasta la Catedral, salpicando destellos con pináculos como El Salvador, torres como Mangana o cúpulas como la octogonal de San Pedro. Una visión única de Cuenca, la quintaesencia de la ciudad. Se alcanzaría el paroxismo si el encuadre ofreciera además un sfumato, un paisaje de fondo -tal vez rocas calcáreas- de esos que arropan cuadros como el de La Gioconda, por citar un ejemplo.

  Ya están perdiendo tiempo esos linces del enfoque para salpicar de bancos bonitos Sierra, Mancha y Alcarria, que por falta de piedra y verde no será. De hecho, ya han colocado en Castejón otro banco de marras, de cara a la lontananza alcarreña, saltándose el escalafón nacional para designarlo como “el tercer banco más bonito del Mundo”. De seguir así, habrá que empezar a usar los números romanos para el ámbito local. Ya cuenta esta provincia con el mosaico más grande del mundo, de modo que no serían de extrañar varios bancos de rango mundial. Una ocasión para que Cuenca se hermane con Brasil, el país donde todo es “o maior do mundo”.

   Lo cierto es que la contemplación de esta vista única, que mezcla el medievo con los tejados de la ciudad contemporánea, resulta espectacular a tal punto que a más de uno le recuerda Matera, el pueblo más bonito de Italia y esta vez casi sin discusión. Todo un disfrute contemplar esa postal que se despliega frente al Museo Paleontológico. Y conviene detener la mirada el tiempo suficiente, no tanto para reparar en detalles como para ver el influjo de la luz a diferentes horas del día. Todo un acontecimiento asistir al prodigio de los cambios paulatinos que opera la iluminación sobre los edificios hasta alcanzar su cenit entorno al atardecer. De día, las sombras y las luces del sol directo hacen perder los matices que escapan en cualquier foto sacada a plena luz.

   No cabe duda que el espectáculo está servido, ya sea en soledad o en compañía, con parecida expectación a la que suscita la espera del rayo verde en un atardecer marino. El banco es solo un soporte, una humilde herramienta de la que podría prescindirse. El interés, la emoción, el síndrome de Stendahl llegado el caso, lo suscita la panorámica del fondo, detenida ahí desde hace siglos. Contemplar la historia moldeada por el hombre durante milenios va más allá de la experiencia gozosa para rozar lo excepcional.

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