Me costó trabajo levantarme. Sentía la boca seca y veía mi habitación de unos tonos extraños. Como pude me encaminé al cuarto de baño, abrí el grifo del lavabo, levanté la vista para mirarme en el espejo. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo: vi mi rostro ensangrentado. Aparté horrorizado la vista. Luego sentí una corazonada. Me paralizaba el miedo, pero poco a poco, despacio, muy despacio volví a mi habitación. En la puerta me detuve unos instantes. Por fin conseguí asomarme al interior. Y sí: allí estaba yo, tendido en la cama ,cubierto el rostro de sangre, un puntito en el centro de la frente y un revólver en la mano desmayada.
7.12.13.
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