Ojos de cereza, de Tirso Moreno
Encontré tu silueta en aquel banco
de madera de un jardín anegado.
Yo, ingenuo, pajareaba por los adoquines
blancos de las noctámbulas nubes.
Tus ojos de cereza, profundos como el sueño,
agujerearon mi corazón y, desde entonces,
no me dejan dormir ni volar.
Ardiente fruto de junio, delicado como pétalo de mariposa;
dulce semilla de futuro, pequeña como el sol en el universo;
la fragancia de la noche se concentraba en tu boca.
Quizás, en aquel momento,
las estrellas fueron palabras,
la muralla agua, el río guitarra,
mis pies arena, la luna una vela.
No lo sé.
Pero sé que fui un solitario coral en tus mares indómitos y blancos.
Ahora, que en este jardín, el tiempo se escurre entre las olas de los álamos,
y les obliga a reír, jugar, correr, cantar…
me susurra, canallamente, que nos volveremos a encontrar.
Me noto distinto, de Dani Vera
Me noto distinto
me noto distante
ya no soy el mismo
no soy el de antes
No soy nadie para llamarte
soy recuerdos en un estante
Flor de Venus agua de Marte
y yo debiéndote un instante
Soy como esa mirada
un olor en tu almohada
un dolor en el pecho
la ansiedad que no estaba
Me siento satisfecho
terminé la jugada
he cogido los trozos
dejo atrás a mis trabas
El sabor del silencio
el calor de tu cama
mil noches en el techo
y dos mil en la nada
Sin título, de Lorena Díaz Rosa
Ha sonado a disparo y te ha dejado
un hueco dentro,
ahora hay un hueco dentro que te hace
levitar,
se ha llenado de vacío y las palabras
hacen eco,
eco que vibra fuerte y resuena en tu
cantar,
ese resonar por dentro empieza a sonar
a grito,
grito que coge fuerza y despierta tu
pesar,
te vacías de un eco dentro que ahora
vibra,
tambores que hacen marcha a tu
compás,
pisas con un caminar que suena a
música,
ahora bailas un disparo que acabas de
matar.
¿Jugamos al ajedrez?, de Karoline Schneider
Sobran monedas de caras indiferentes,
cruces gastadas que ya no te hablarán.
Persiste la piel colgada de su alma
cuando el espejo de su sacrificio se marcha al otro lado.
Duele la oscuridad del seno vacío,
crecen en soledad sus zarzos,
en anorexia añoran el amor de su madre,
se tronchan, perecen.
Jugamos al ajedrez de movimientos aleatorios,
tiramos fichas bañadas en sangre
sin darnos cuenta de que lloran las plumas
que habían olvidado el camino a las profundidades del silencio,
porque solo recuerdan el frío de los rayos del sol
y el calor de la muerte.
BROCHE DE ORO- "Hoz del Júcar"
Árbol y piedra, unidos
en el mismo color y el mismo sueño,
funden este diciembre en la ceniza.
El invierno es un pájaro dormido
transformando los chopos en plumaje.
¡Qué nidada de rocas,
de silenciosos pinos,
hacen nido la hoz y trino el viento!
Alguien duerme hace siglos,
alguien cobija aquí su desamparo,
echado en esta tierra,
bajo estas alas suaves y en reposo.
Al fondo,
sobre un cielo de nácar,
Cuenca se siluetea, oscura y fría.
Hasta la paz que habito
no me llega el rumor de la colmena:
esta quietud perfecta no sabe de palabras ni sollozos.
Bajo la voz,
me abrazo a este silencio,
cierro los ojos…Y la vida pasa.
Imágenes brillantes, sucesivas,
debajo de mis párpados se agitan
y se alejan, calladas,
lo mismo que este río.
El recuerdo es tan frío como el aire;
su caricia, tan leve
como la luz de plata que me envuelve.
La soledad, la piedra,
el latido invernal,
al fin consiguen
remansar a mi frente,
equilibrar el tiempo y el vacío,
y eternizar la pausa de esta hora
en una calma nunca conocida.
Acacia Uceta
Cuenca, roca viva (1980)
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
Un ecosistema innovador de encuentro y pensamiento para un tiempo que requiere propuestas y colaboración.