Barranco

Barranco

Soy celoso de mis recuerdos,

imaginarme besándote me da rabia

¿Quién me creo?

Imaginarte besándome me da que pensar

¿Estará loca?

Cometeré un acto casi atrevido;

creeré rozarte en una calle,

no sabré si es delirio

o un sueño, mientras pienso en lo que me gusta,

un fuerte viento y los precipicios,

pero no a la vez, eso podría ser, bueno, ya sabes.

Del fuerte viento me gusta mi vergüenza

y de mi vergüenza la viveza,

el poco pelo descolocado.

De un barranco, imaginarme

como sería ser la última piedra de la inclinación,

esa inclinación estará en un eje

y ese en ángulo,

de cuarenta y siete grados , o treinta y pico,

rectas convexas,

ángulos ombexos, ombexos sombreros,

sombreros combados, combados cóncavos,

cóncavos cavobados,

concángulos transversos, transversos transexos…

En fin, infinitas formas y yo

soy el último canto creado, el primero olvidado.

Me lanzaron, me quedé en el final

adelantando al primero creado,

Estoy tranquilo, siento paz y soledad.

Si me buscas, no te diré donde,

en un sitio deshabitado,

esos sitios, como los baños en gasolineras

el olor a orina estancada los hace desangelados

—aquí no hay mal olor—.

Si me buscas, estaré pasando la piedra Yunque

del barranco de Santa María.

Javier Barreda Planelló

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