Unamuniano paisaje de lágrimas y palabras,
el lago de Lucerna no apaga
la luz que en Cuenca me tocó ver.
La hoguera caliza de tu mirada
enciende en mi olvidada llaga
y torcas en mis entrañas vuelvo a tener.
Frialdad de febrero es agua del Valdecabras.
Tu pétreo mirar me aplasta
y el Júcar, de verde y oro
gota a gota mi garganta desgasta
para que ya no te vuelva a llamar.
Tu cerámico desdén
es losa para mí;
eres tu alto tormo de amargos adioses,
bella esfinge que no se erosiona.
Me niego a amarte aquí,
a ti, hija de tan grande casta.
Aquí, sobre el túmulo de Viriato
Que ya ni llora ni se emociona.
Me marcho lejos, te abandono
Te dejo siendo reina
llevando a Los Universales por corona.
Fueron contigo sombras de “Jueves Lardero”
Mas debo continuar mi camino
me iré a donde la arena me guíe,
Antes de marcharme; debajo de un pino
lanzaré al viento las mil amarguras
que en mi boca, maniatada tontita..
Con cariño me dejaste.