Toda la noche oyeron pasar camiones de basura,
imaginaba la mierda que había en mi zona
olería como a mi boca después de largos tragos,
voy a destruir todo mi ejemplo, me dije, ya que
me “creo” capacitado para entender lo que me rodea
y como decía Herman Hesse, con malas palabras,
solo me queda ser un gilipollas.
Me da asco tener que envidiar a la gente que lo hace mal
a raíz de ese “sin ánimo de nada”
y consiguiéndolo.
Me disloco y me acerco a ese ajuste.
Significa que tengo que ser, si se puede, más mediocre,
no llorar por rechazar o aceptar tentaciones.
No puedo follar fallando o fallar follando.
Dejar de insistir en lo alejado,
dejar de intentar solicitar lo ajeno en lo que me creo,
lo seré igualmente
y no cambiará nada.
No es una lección nihilista ni mucho menos maniqueista,
ni que me crea un Noyola
ni mucho menos un actor extravagante como Michael Richards,
si lo parezco, asesinadme.
No estoy aburrido de todo lo profundo
y después, recurro a lo superficial,
lo que me mece de ese mareo al otro.
Solo sé correrme con la nada
y acariciarme con ese descenso,
de poca facilidad al ser alguien y hasta
no querer serlo,
no quiero arder con la comodidad de la placenta
viendo que si me muevo en el placebo
nace esa vida.